03. Fiesta! Alfonso

Era casí inverosímil que Alfonso se encontrara en su departamento en sábado a las 10 de la mañana... ¡solo!

La competencia musical estaba fuera de horario, cuando Camilo dió un brinco asustado, gracioso y ridículo al mismo tiempo en medio de su baile con fondo de Peyroux. Los acordes sonoros y fortísimos de Morrison y su famosísima y cadenciosa "black magic woman" dejaron de ser música y convirtieron aquello en un conjunto de ruidos. Incluso Matias en el pasillo de acceso al elevador antiguo de reja de bronce, ecléctica combinación de 'art noveau' y 'art deco'; notó la unión grosera e imprudente de ambos sonidos. Dudo por unos segundos si había equivocado en arrendar ahí, pués el día que lo visitó, el silencio y el canto de pajaros, le dieron seguridad de no estar equivocado. En ese momento, ambos sonidos, lo pusieron a dudar...

-¡Okey, mensaje recibido, méndigo misógino!- grito la voz de Camilo, mientras apagaba su estéreo. Su voz retumbo en todas las ventanas de cada uno de los pisos al mismo tiempo que la delicada voz de Madeleine apagó sus cuerdas vocales, dejando así a Jim Morrison tomar control del escenario.

La sorpresa del grito de Camilo hizo a Matías poner atención a la probable reacción, posterior al título -amable- que había sido expresado. No tardó la respuesta:

-¡Buen día princesa del arcoiris!- sonó entre risas la voz de Alfonso.

Matías sintió terror al pensar si no había cometido un gravísimo error al rentar ahí. Uno llamado misógino a gritos y otro llamado 'princesa' a tono irónico... Continuó subiendo por las escaleras para alcanzar al elevador en el segundo nivel, que iba repleto de cajas.

Alfonso, publicista de profesión, 'playboy' de afición. Llevaba unos meses menos que Camilo viviendo ahí y ambos mantenían una excelente relación similar a la del Ying Yang. Negativo, positivo, imposible decir cual es cual. Uno delicado y femenino, orgulloso de su homosexualidad y Alfonso que se afanaba por todos los medios habidos y por haber de su heterosexualidad llevada al extremo que grita, que profana y disfruta 'trofeo a trofeo'. Alfonos, profundo y convencido coleccionista de amores momentaneos, de placeres fugaces y declarada soltería, que aleja todo aquello de títulos posiciones que pudieran significar un mínimo de compromiso. Alfonso estaba comprometido consigo mismo. Y ello, dejaba dudas.

Alfonso tenía éxito en sus dos ámbitos activos. En la publicidad, donde manejaba hábilmente su capacidad social y su excelente humor para atender e hipnotizar a sus clientes, en el vanidoso y constantemente 'vacío' mundo del querer ser y mostrar. Y con las mujeres, a quienes brindaba constantemente atenciones y exaltaciones que las convertían en victimas, a algunas; y en complices a otras. Experto de noches que ni Zalman King podía imaginarse en sus más cachondas libaciones eróticas en "The Red Shoe Diaries"... donde David Duchovny lejos de encarnar a William Mulder y perseguir extraterrestres, disfrutaba de cartas íntimas de mujeres no escuchadas. O perpetuando al trístemente acabado y decrépito Mickey Rourke 'matando' de placer a la famosa Kim Bassinger en la memorable de 1986 "9 semanas y media". Alfonso un 'Christian Troy', de Nip/Tuck recargado con más capítulos y co-estrellas que todos ellos juntos.

Proveniente de un padre exitoso en los bienes raíces y una bella mujer argentina, enamorada del poder y dinero de su padre. Alfonso heredaba dos ramas genéticas de éxito y desdén natural hacia la vida. El compromiso era con él mismo y pocas reglas y muebles conformaban su espacio. El cuerpo central; su recamara, exaltaba su visión de lo que un departamento debía de ser para él: Sexo.

A sus recientes 40 años, coincidía sin saberlo y sin que ninguno lo supiera en cuanto a edades con sus vecinos. Siendo considerado buen vecino y amigo querido y despreciado -misógino- de Camilo.

Por su parte, el otro vecino Juan, mantenía su distancia. Cada cuando que se reunían, Alfonso jugaba con las ideas relevantes y constantemente expuestas por Juan. No en afán de ridiculizarlo, sino en su propio estilo, él no darle importancia a casi nada, por no decir a nada. Juan era quien ponía sus límites al tomar en serio sus propias lucubraciones, minimizadas por Alfonso. Esa terapia constante se daba en charlas que el propio Camilo, disfrutaba siempre y cuando no entraran en el terreno de poner en juego su pasado o esa época "dorada" de sus treinta; que a los otros, no era secreto alguno que representaba el punto negro del buen Camilo.

Alfonso no tenía pareja, tenía muchas parejas y ninguna. Cada una le agradaba en algo específico. Lo manifestaba y las exaltaba, con ellas o no presentes. Siendo que mantenía un mínimo de discreción al comentar sus hazañas, podía dibujarse un plano claro y rico en nombres, del tipo de mujer de Alfonso. Con unas veinte, se podía formar a la Venus. Con menos, quedaría inconclusa. Pero ninguna de ellas lograba reunir en sí misma, las ventajas de todas las demás, siendo que supiese o no de la existencia de las demás.

Alfonso las quería. Sin duda era galante. El respeto y los modos de su trato para cada una de ellas, era definitivo; el punto de quiebre, entendido por ellas como la exclusividad; para él no formaba parte de ese listado de aspectos a ser respetados, ni siquiera, de ser considerado.

Su mayor fortaleza era su mayor debilidad. Nunca podía estar solo por más de un par de días. Ello solo sí había ocurrido algo en sus negocios o cuando enfermaba. Ellos, sus vecinos, lo sabían y de alguna forma lo disfrutaban, pues era en esos días que aparecía, se mantenía y buscando compañía, sino sexual, se las arreglaba para 'visitar' sin invitación a cualquiera de los otros, comunicando sus recientes conquistas y conclusiones del género bello.

Unicamente, hacía ya algun tiempo. Martha le había generado la unica crisis conocida de Alfonso. Con ella, Alfonso estuvo a punto de declararse monógamo. Evento que tenía feliz a carcajadas a Juan que gustaba de vaticinar comportamientos y sucesos, basado en sus propios análisis que la lógica era exclusiva de él. Pero el evento Martha no fructificó y una mañana fría de Enero, Camilo fue el unico que la vió salir por el pasillo central por ultima vez para núnca volver.

Alfonso nunca habló de ello. Camilo solo repetía cuando surgía el tema: "la vi irse" y Juan, montado en un papel paternalista, regañaba a Alfonso sugiriendo haber perdido a la unica mujer válida y aceptada, claro por él mismo. Sin siquiera haberla conocido y ante el silencio extraño y atípico de Alfonso, que no decía nada de Martha.

Fuera de ese pasaje 'marthoso' Camilo y Juan prácticamente conocían a todas sus conquistas. Jóvenes, no tan jóvenes, altas o bajas, llamativas o discretas; solteras, casadas, una viuda incluso; heterosexuales, bisexuales, dúos, tríos y una sola constante, sensuales.

Todas ellas, había que reconocer; portaban esa magia de la sensualidad que el género femenino confunde con accesorios, vestimentas, olores y movimientos. Pura sensualidad en lo más simple, lo más primario: cuestión de actitud.

Alfonso escogía o era escogido por ese halo. Por esa nube mágica de la sensualidad. De hecho, él era sensual. Su actitud era sensual y seguramente como imán, atraía a las mujeres con esa mirada unica de ojos verdosos en su tez cuidadosamente siempre bronceada. Extraña mirada, no la de desnudar a una mujer, 'con la simple mirada'; que solo a veces, pocas veces es deseada y muchas veces, las más de las veces, es grosera, vulgar y corriente. No esa mirada de 'te desnudo' tan común y que tantos hombres utilizan como utilizan el tenedor tres veces al día... la mirada de -tú, desnudame a mí-.

Muchas noches y muchas mañanas los tacones sonaban, subían y bajaban. Las risas complices, los breves gritos y el amanecer silencioso de quien no hace ruido, pero hace más al no querer hacerlo. Muchas otras, las fiestas terminaban en el departamento de Alfonso. La llegada del final de fiesta, inicio del encuentro.

Camilo sufría cuando se declaraba noche olímpica y retumbaba su techo con las tablas gimnásticas de Alfonso y compañía. Ya habían pasado muchos meses del acuerdo entre ambos que tuvieron y que mantuvo divertido a las carcajadas a Juan toda una mañana.

Evento recordado por siempre, cuando del propio bolsillo de Camilo, se colocaron bases de hule a la base de cama de Alfonso, lo cual disminuyó el malestar -de la princesa- notablemente. Ambos estaban en paz y la amistad perduró, ante las ojeras inexistentes de Camilo, pero exagaradamente notorias e increíblemente falsas, dentro de los histéricos discursos dignos de una diva que concluyeron esa 'hulística' mañana.

Alfonso redujo el volumen del estereo y escucho los ruidos de la mudanza. Se dirigió a su puerta y al abrir notó en el vacío de la escalera movimientos en el piso de abajo.

-Vaya, lo han rentado- pensó.

Bajó las escaleras y se topó con Matias de frente. Lo miró y sonriendo alzó su mano naturalmente como quien saluda a un viejo amigo dandose cuenta de la timidez de Matias.

-Bienvenido compadre al edificio. Soy Alfonso tu vecino del piso de arriba y dime en que puedo ayudarte-

-Muchas gracias- Replico Matias aun confundido y sorprendido por el saludo, jalón y abrazo de un perfecto desconocido. No era comun para él tanta camaradería de parte de alguien perfectamente desconocido.

-No confíes tanto, no sabes en que momento te pedirá que le guardes a alguna de sus viejas para que no se le caiga el teatro a éste degenerado. Soy Camilo tu vecino de abajo-

La voz con sonsonete falso de Camilo que habiendose cambiado y vestido, subía las escaleras, aprovechando la entrada de Alfonso con el nuevo vecino; le permitió a Matias ponerle cara a los gritos de apenas unos minutos atrás.

-Muchas gracias... a ambos. Mi nimbre es Matias... Mucho gusto...- Nervioso alargó la mano hacia Camilo que sonriente le tendía la suya.

-No te preocupes... Matías. Ésta y yo aunque no parezca nos llevamos bien. Cada quien sus viejas... perdón sus amistades- Dijo bromeando Alfonso al tiempo que abrazaba a Camilo con un gesto genuíno y rudo. Los tres en la puerta se quedaron en silencio, siendo Matias el que invitó a que pasaran al departamento, al tiempo que los de la mudanza acomodaban cajas y colocaban muebles a su entender...

Los tres entraron admirando lo que los departamentos vacíos dejaban ver previo a ser 'tomados' con las cosas que hacen de cada espacio lugares unicos y radiografías de sus habitantes. Aprovechando la apertura de quien se muda en esos momentos, breves horas en donde no hay reestricción muda de paso a las estancias, pasaron. Sin protocolo, sin permisos de por medio y con toda la apertura que cajas y desorden permiten. Los tres posterior a un breve recorrido de estancias se concentraron en lo que en algun momento correspondería a una sala. De pié miraban entrar y salir a los de la mudanza. De pié los tres hombres se daban la bienvenida de forma silenciosa dentro del espacio, que con el tiempo, sería para cada uno, un espacio especial donde se conocerían a ellos mismos, poco a poco en los días y tiempos por venir. Lugar donde surgiría la gran pregunta, la gran cuestionante que por el resto de sus días rondaría la mente de cada uno.

02. El buen gusto. Camilo

La música rodeaba el limpísimo departamento de Camilo. Tonos crema, paredes blancas, detalles por todas partes, piso brillante de madera crujían a cada paso y giro que Camilo descalzo "femeninamente" daba. Su protagonismo sin audiencia era en cierto modo divertido como ridículo a la vez.

Camilo tenía 40 años. Su rostro reflejaba menos, unos 5 años menos que el aseguraba que sumaba 5 más. Sus treintas como el decía. Su época brillante que en la oscuridad negra de sus pupilas, distanciaba mucho de ser brillante.

Nació en una familia de 'alcurnia' como el mismo presentaba. El apellido Franco, provenientes del bajío mexicano, habían logrado posición y economía gracias a la labor del jerarca, su abuelo, siendo un respetable comerciante con la 'madre patria'. La tienda que después pasó a convertirse en sede de muchos almacenes, fundó una dinastía de hombres y mujeres y multiples historias y leyendas internas que las más de las veces; causaban revuelo entre sus miembros las Navidades. Evento que reunía a la gran mayoría de la familia.

Una de esas Navidades, cuando Camilo apenas tenía 14 años de edad, conoció al que significaría el amor de su vida, así como el causante de su desgracia familiar, cuando decidió dar a conocer de manera más que pública; desafiante, su homosexualidad.

Paul, francés hijo de uno de los socios de su abuelo. Que a sus apenas 19 años de edad en aquella época, representaba el futuro y decidido delfín de la familia francesa. Mantenía en secreto una preferencia, preferencia que puso de manifiesto al conocer a Camilo en tierras americanas y que derrumbaron los pilares en ambas familias, que jamás pudieron sobreponerse a dicha situación que tal vez, en otras épocas, no hubiese sido nada más que una simple anecdota de sobremesa.

Dicho amoría y sus repercusiones marcaron a ambos jóvenes para el resto de sus vidas. Camilo huyó por más de 10 años a Europa siguiendo a Paul, de su mano, que finalmente soltaron, cuando conforme crecían, cada uno encontraba nuevos senderos. Pero ambos añorandose y manteniendo en sentido contrario, gustos y preferencias similares. La inquietud de belleza estética de Camilo, lo llevó a formar su propia galeria de arte en México. Usando los pocos recursos que le fueron conferidos como herencia, posterior a su "traición" al género que le dió nacer. Los utilizo de manera atinada en formarse de una excelente colección de arte, que sumada a su capacidad aprendida de gusto y amor por el mísmo; formaron poco a poco su ahora galería.

Habitaba el departamento 1 del número 40 de la calle de Rocío. Contaba con el beneficio de tener "dentro" de su departamento el único jardín común que a través de una escalera unía al resto de los demás departamentos. Cinco en total, con un esquema de patio interno que en su planta baja, como parte del departamento uno, se denominaba el jardín común -de Camilo-, mote extensivo que los demás habían puesto. La fachada interna del cubo central, delicadamente labrada en cantera gris, típica de la época; le daban un aspecto señorial. Sus macetones del mismo material, contenían de forma armoniosa helechos y arboles, pinos y ficus un verde hermoso, contrastante con el gris de la piedra. El piso en mosaicos venecianos en tonos azules y naranjas, lo hacía verdaderamente un espacio bello.

Camilo usualmente mantenía las puertas que daban acceso al patio abierta, por lo que sus gustos musicales y su acostumbrado volumen alto, formaban parte de la experiencia auditiva vivencial del departamento dos, que se estaba apenas ocupando por Matías, del tres y ya no tanto del alejado en altura, departamento cuatro; pomposamente denominado con su etiqueta personal en el directorio de la entrada: como 'Penthouse' por Juan, su arrendatario que de forma impuesta, sin mucha negociación, ni tampoco negociadores exigentes, ostentaba la unica relación con el dueño del edificio, que siempre mantuvo como secreto, guardando su nombre y dato. Incluso del propio portero José que ocupaba el quinto espacio y que se encontraba en la parte trasera sin acceso al cubo central.

Las únicas ocasiones que alguien se atrevía a competir en cuanto a gustos musicales a altos volumenes era Alfonso, amo y señor del departamento tres; cuando a la par de risas y grititos femeninos, dejaba clara su vocación musico-orgiástica, generalmente los fines de semana.

Así a lo largo de ya más de cinco años, Camilo habitaba y en verdad gozaba su habitat, su espacio, su rincón íntimo que poco a poco se comenzaría a abrir esa mañana a la llegada de Matías. Generando una nueva dinámica de entendimiento y apertura de todos ellos. Esa mañana que muchos años después, alguien recordaría como el inicio del cuatro cuarenta.

01. La llegada. Matías

Matías tomó la página del periódico doblada, arrugada y manchada de lágrimas de su madre. Su mudanza en términos sentimentales, bien parecía una escena en blanco y negro; trágica y con música de fondo, bien podría ser Wagner, pesada e incomprensible, lo que provocaba tensión y un dejo de desesperanza a la escena; al despedir a su madre.

-No mames, como exagera...- dijo al aire.

Su mudanza que en total representaba trasladarse de la colonia Cuauthemoc a la Roma, un total 15 cuadras; para ella: equivalía a que el hijo partiera de la alemania nazi a las tierras de américa en medio de la guerra. Mismo drama, misma cantidad de lágrimas y un dolor acumulado provocado por la incompatibilidad de horarios de la señora y su "pequeño" vástago de tán solo 40 años de edad...

Circulaba lentamente en su pequeño Volkswagen color azul, sin dejar de mirar el espejo retrovisor, cuidando los movimientos del camión de mudanza que portaba su vida. Cuarenta años de algunos muebles, cuarenta años de libros, cuadros, objetos y pecera. Su preciada pesera. Los peces agitados dentro de su auto viajaban en un pequeño jarrón con plástico agüjereado que permitía la circulación del aire a su interior. Sus testigos, sus peces; los únicos invitados constantes a sus largas noches de vela, cuando la inquietud de querer tener una vida propia terminaba e iniciaba ese día.

Matias vivió hasta ese día en casa de sus padres desde su nacimiento. Creció y jugó en el pequeño jardín que su madre apreciaba incluso más que a sus propias cosas. Dió su primer beso, escondió sus primeras revistas pornográficas, sintió la punzada del deseo por vez primera y habló solo con la luna, en ese pequeño jardín.

A la muerte, hace 2 meses de su padre; había decidido vivir solo. Iniciar su propia vida y darle un 'hasta luego' a su madre que, como hijo único y ante la reciente soledad del padre; concentró toda su atención en Matias, atención que lejos de acercarlos más, los alejó y fue así que decidió finalmente cumplir el deseo secreto de su padre: irse de casa.

El azulado volkswagen se estacionó mientras el camión hacía maniobras ruidosas para ser sábado por la mañana, estacionandose en la puerta del 40 de la calle de Rocío.

Matias miró la fachada del edificio gris. Sobrio y elegante, el departamento que finalmente y casi a escondidas había rentado. Su calle. Un perro pasó e indiferente lo miró.

La ciudad despertaba, el sol levantaba su conocido camino y el aire comenzaba a agitarse. Los mudanzeros comenzaron a bajar sus cosas. Cajas, tapetes, muebles viejos, descoloridos, cuadros típicos, posters, cajones de ropa... emocionado Matías encendió un cigarro al mirar sus cosas. Parecían menos cosas que las que el había empacado. El espacio que ocupaban en la enorme caja del camión no llegaba ni a la mitad.

Una puerta del primer balcón, justo encima de la puerta se abrió. Alguien se asomó. La mirada inquisidora de Camilo se concentró en Matias. Se miraron de reojo. Camilo altivo vistiendo una bata blanca de seda estudiaba los muebles y objetos que poco a poco dejaban los hombres en la acera. Uno a uno los miró...

-¡Hay Dios! pero que pésimo gusto del vecinito nuevo...- habló Camilo para sí mismo. Volvió a mirar a Matias que fumando supervizaba la bajada de objetos.

Camilo entró a su departamento, encendió el equipo de sonido y la suave y decididamente bella de Madeleine Peyroux comenzó a cantar...

J'ai deux amours, Mon pays et Paris, Par eux toujours, Mon cœur est ravi, Manhattan est belle, Mais à quoi bon le nier, Ce qui m'ensorcelle, C'est Paris, c'est Paris tout entier...


La calle de Rocío cantaba... la sensualidad de la voz de Madeleine y el aire de mañana mareaba, el baile femenino de Camilo rompía con la belleza de la visión que daba comienzo al cuatro cuarenta.

00. Instrucciones

¿Cómo leer esto?

Mi primer e-series / e-novel / e-book / e-invento o como quieran llamarle, va siendo escrito al mismo tiempo que todos ustedes van leyendo. Es una prueba extraña que he ideado para divertirnos juntos y conocer la trama y sucesos reunidos en "cuatro cuarenta".

Todos sus personajes, lugares y situaciones son ficticias, cualquier cosas que se parezca o sugiera alguna realidad pasada, presente o futura es mera coincidencia.

No fueron maltratadas personas, animales o vegetales en la producción de esta obra a excepción del autor.

Cada capítulo está numerado y se sugiere leerlo en orden ascendente (0, 1, 2, 3...) para entender la trama. El desorden de lectura de lo sugerido, podría generar una nueva forma de entender "cuatro cuarenta" de la cual sería unica y parcialmente responsable; pero no se garantiza él entendimiento propuesto.

Cada capítulo cuando es escrito se archiva al frente y aparecerá en pantalla, esto es que el capítulo 1 está 'al fondo' y el capítulo más reciente 'al frente'. A su derecha está el índice que con activar el campo, retomará la lectura en el capítulo deseado. Reproduce exactamante los sucesos como en nuestras propias vidas en tiempos últimos, razón por la que nos tomamos un café con alguien y comenzamos de atrás para adelante previo al 'estudias o trabajas'...

Todos sus comentarios serán bienvenidos en: jccwww@gmail.com los cuales al término de la obra serán incluídos como parte integral del todo.

En cada capítulo al final, al pie de página, se encuentran tres campos de calificación: Bueno, Regular y Malo que de manera anónima pueden calificar. Ello me dará guía para que de forma orgánica se mantenga un nivel de interés alto en toda la obra; algo que en la estática de un libro se deja "a la buena de Dios..."

Gracias.

JC De la Concha
Julio 2009