15. Tiranos

- A la chingada...- gritó Alfonso.

Juan lo miraba. Alfonso caminaba desesperado, molesto, agitaba la cabeza. Su cabello corto, negro, ondulado, apenas se movía.

- ¡Cómo carajos crees que pudo haber pasado algo! De que la vieja es coqueta, lo es. No lo niego. Pero acaso me crees un cabrón capaz de tirarme a ¡tú! mujer solo por que ella coquetea y le gusta el jueguito de encender a cuanto güey se le pone enfrente... ¿Dime? - Contesto Alfonso alterado.

- Solo pregunté. Te molesta la pregunta... ok, no hubo nada; ¿pero niegame que lo imaginaste? - dijo Juan con tono inquisitivo.

- Ja ja ja... ahora me vas a decir que no puedo pensar lo que pensé. Ahora quieres hacerme auditoría de mis pensamientos. Pondrás en tela de juicio mi amistad por lo que mi cerebro haga o no haga...

Juanito sí, me imagine todo, no puedo decirte que no. Compadre tienes muy buenos gustos y ese es el precio de tener mujeres deseables. Otros las desean. Si eres muy celoso, consigue una fea, una que nadie voltee a ver, una que no inspire ni un besito de buenas noches. -

- Estás enfermo, me cae... - dijo Juan bajando la mirada.

- ¡No señor, el enfermo eres tú que te lastima lo que otro pueda pensar! El enfermo e inseguro eres tu que por todos lados terminas exactamente por la misma razón con tus mujeres, por celos y miedos...

Acaso no te divorciaste con Maria por la misma razón. Con el tiempo y... perdona, pero viene al caso... con el tiempo tuviste razón, estuvo con otro; pero ¿no te has preguntado si acaso fue importante cuando sucedió y ya se llevaban muy mal...? ¿En verdad crees que eso importaba? ¿No era más importante el daño que te hiciste que lo que cualquier acto sexual de otro con otro más allá, significaba?.

Piensalo, ten seguro si acaso importa, que Nuria conmigo no estuvo. Sabe Diós que pasó por su cabeza, es suya. Por la mía sí, sí amigo, imagine cosas; pero no me justifico, no. Soy libre de pensar lo que quiera. O acaso tu lo harías ¿cuantás de mis amigas no has imaginado tenerlas en tu cama? no podrás decirme que no fue así. He visto como las miras, a mi no me molesta. Tu mente y es más, tu cuerpo es tuyo, no mío y mucho menos ellas son mías. Imaginate, de pensar así, la de problemas que tendría por miradas y posibilidades de pensamiento de cientos de hombres en cientos de lugares donde he estado con mis mujeres.

Me volvería loco. Sé que hay muchos que no les gusta que vean a sus mujeres. Pobres, deben de sufrir mucho, sus niveles de inseguridad son sus peores enemigos... tu no eres así Juan.

Deja de preguntar por la fidelidad dudosa de Nuria. Te matarás en la angustia. Y ya que se ha ido y ya que creo que no volverá, te diré que no confiaría en ella, mata la incertidumbre, mejor elige que fue infiel; pero al menos estuvo contigo. Pero es momento de que la dejes ir, es más, nunca debiste de haberla considerado "tuya". Ni a nadie. Ni a María.

- ¿Cómo? - dijo Juan genuinamente intrigado por las últimas palabras de Alfonso.

- Mira, te pregunto y respondo, escuchame... ¿Sabes de que tienes que sentirte bien? - Alfonso se sentó de frente a Juan poniendo sus manos sobre sus piernas.

- De que tu lealtad a tí mismo está intacta. De eso debes de sentirte bien. No pongas sentimientos en otros, no te vuelvas rehén de otros. Es como la mentira, precisamente. Al mentir rompes con tu propia lealtad. Cuando mientes te entregas al otro. Cuando mientes renuncias a tí mismo. Colocas tu verdad al libre uso de los demás y dado que la verdad es relativa, cada uno la suya; quedas a expensa de todos con una mentira manifiesta. Sepan o no que existe la mentira, tu sí lo sabes y renuncias a tí mismo. Eso es peor que la peor de las infidelidades, si acaso importa.

Si una mujer te dice que te ama, está manifestando de forma abierta su lealtad y una verdad. No dice que te pertenece, no dice que es objeto tuyo. No renuncia a ella misma. Solo manifiesta que el amor que siente en un momento, está dirijido a tí. Mientras no mienta, no está siendo infiel. Es genuina. Y ese amor sube y baja, en la cama hay uno, cuando se lava los dientes hay otro; no es constante, no somos constantes, somos un organismo vivo, variable, cambiante.

Ahora hay un punto por el que todos pasan y la mayoría se atora. La exclusividad y ahí es donde empiezan los pedos.

La exclusividad es un acto egoísta en el mal sentido de la pertenencia y digo mal sentido por que afecta a otros, no por egoísta.

El que posee algo puede compartirlo, pues lo posee y no teme perderlo. El que pretende poseer a una persona podríamos llamarlo y es un tirano. Efectivamente, pretender poseer a otro es tiranía. El esperar la exclusiva de un ser es un acto tiránico.

Si un ser manifiesta que su amor es hacía alguien, no por ello da derecho a poseerlo. Solo a aceptar o no ese amor y que si existe de tu parte a la misma persona el mismo sentimiento, entonces hablamos de una pareja, de un vínculo de amor ¿Pero en donde dice que eso conlleva posesión y exclusividad?

Lo dice la costumbre. Por que mientras no seamos testigos del acto infiel... No afecta nuestra posición de amar, no dice el dicho: "ojos que no ven, corazón que no siente"... sabia forma de mitigar el dolor de la costumbre de querer poseer y tener.

Creeme. Amaste a María de manera genuina. Tu mente tomó la costumbre aprendida de la exclusividad y sobrepuso a tus sentimientos una duda. Ahí dejaste de amar y te confundiste con necesitar. Fuiste víctima de tí mismo. Obvio eso llega por alguna señal o suceso externo que desata a tu mente. Con María supiste de una infidelidad hasta después, mucho después de haberte divorciado. ¡Tomaste decisiones de algo que solo estuvo en tu mente! seguramente en la realidad, pero tu realidad ya estaba distorsionada.

Somos fieles solo a nosotros mismos. Es la única fidelidad genuína, la única real. La fidelidad manifiesta de otro, permite la existencia de la infidelidad en el mismo instante. Es como el famoso y mal entendido también "compromiso", hablando de parejas. Cuando alguien manifiesta necesidad de compromiso, establece exclusiva y en dicho momento se convierte en un tirano. No por lo feo de la palabra, pero por el concepto de hacerse de la libre voluntad del otro. Una verdadera pareja no tiene necesidad ni de establecer "compromisos" ni de discutir acerca de la fidelidad. Se dá y punto. Y ahí van todos confundidos a manifestarlo en templos y documentos que unos rompen y otros solo guardan en el cajón...

El terror y necesidad de la costumbre que menciono, viene en la expectativa del futuro. ¿Hasta cuando?... se dá al sabernos finitos. Morimos y mueren nuestras inquietudes y necesidades, se suplen, cambian, evolucionan y es común entonces querer eliminar lo finito, lo molestamente finito, lo inevitablemente finito por un "para siempre, amor mío..."

¡Y encima, somos capaces de prometernos y asegurarnos en base a eternidades -siendo finitos- que no es más que una verdadera mentira! donde volvemos al punto de entregar tu libertad a las manos de otro. Acto que considero el más decepcionante y triste de cualquier ser humano.

Yo creo amigo, creo Juan, que no hay mayor fidelidad que a nosotros mismos. Creo que cuando expresas un 'te amo' sincero a otro, sin mentir, sin querer engañar, sin esperar nada, es un verdadero acto de amor, genuino y real. Y creo que puede ser válido para un momento, para un día o para una vida completa que termina un buen día. No creo válido vivir una vida esperando recibir fidelidad, entrega, compromiso de otros... serás el tirano más infeliz de la tierra. O el estúpido más grande si pretendes que te amen solo por que un día dijo que lo hacía...

Esto que pienso, sé que muchos y muchas no les gusta ni lo entienden. Pero mientras yo lo haga, es suficiente. Amigo. Es algo muy sincero, es algo muy real, tanto que yo lo creo totalmente sin mentirme a mi mismo. -

Juan se quedó mirando a Alfonso. Sus palabras llegaban fuerte al fondo y por un instante se sintió exageradamente bien. Sintió no necesitar a nadie, sintió que Nuria no era más allá que otra persona, no sintió necesidad de ella. Se sintió en paz.

Se levantó y mirando a Alfonso solo dijo:

- Me has dado una lección. Creo que amar puede ser algo bello. Siempre creí que el amor conllevaba sentimientos de dolor, pero, ¿no veo por que, ni para qué?

Alfonso sonrió... - es la costumbre esa de que hay que sufrir, compadre... -