04. El arte. Juan

- Quiero a Mondrain, a Picasso, a Klimt, a Pollock y no sé como, pero de alguna forma a Mark Rothko también... no me importa cómo consigas las reproducciones, sólo que tienen que tener una excelente calidad y en Rothko ten cuidado con el manejo de las texturas, que es la base en lo que parece tán simple de sus cuadros... Necesito mirarlas antes de que se enmarquen... por favor... espero su llamada, gracias; Adiós -

Juan paseaba de un lugar a otro de su departamento con el teléfono pegado a su oído. Huía del constante ruido que sus vecinos hacían tan temprano ese día. Quería colgar, pero había tardado días en dar con el impresor y ahora no desperdiciaría la ocasión.

Juan, obsesivo del orden, obsesivo de la limpieza y poco flexible, sabiéndolo y queriéndolo cambiar; era el último habitante en escala de altura en el edificio. Juan se dedicaba a la meditación e impartía cursos, teniendo buen éxito en ello. Además estudiaba filosofía en la UNAM desde hacía ya varios meses y su orígen, su primera carrera, de ingeniero civil, le permitía ser considerado alumno 'preparado'. Había tenido relativo éxito en algunos emprendimientos en una firma consultora de ingeniería que le había dado la oportunidad de conocer y habitar en diversas ciudades en el mundo. Sobre todo en Chicago, donde había pasado más de dos años habitando, lo que el llamaba, 'la cuna de la arquitectura e ingeniería de américa'. Pero su divorcio y su decidida renuncia a todo 'lo anterior'; pusieron punto final a esa fase de su vida, que revelaba poco, muy poco. Tenía como ícono la figura e imagen de Frank Lloyd Wright. Arquitecto. Su vida, su obra y sin querer, su soberbia.

Poseeía el departamento cuatro, que él llamaba penthouse. Se podía acceder a una galería en la azotea, que él había construído y mantenido para sí. A pesar de las constantes quejas de sus vecinos, no cedía en abrirles 'acceso' sin su presencia y una y otra vez, mencionaba permiso de exclusividad del "dueño", que nadie conocía y nadie sabía con certeza si era un invento de Juan o no. Dicho 'attelier' era una sala muy iluminada, toda blanca con piso negro de madera, llena de reproducciones de cuadros de sus artístas admirados. Los que había mencionado y seguía con querer hacerse de todos. Sabía imposible tener algún día un original. Pero muy en el fondo, era uno de sus anhelos más profundos. Creía en la energía de dichos autores. Deseaba sentirla, vivirla, dejar que por osmosis entrara en él esa energía. Asistían a sus clases hombres y mujeres, más mujeres que hombres. Pagaban por sus cursos generosamente. Juan tenía unos modales exquisitos y un 'Don'. El 'Don' de la confianza. Irradiaba confianza, no sabía como, pero la generaba. Apenas lo conocían y se sentían atraídos a confiarle, a dejarse 'abrir'. Juan lo sabía, pero no lo usaba, al no saber que generaba aquello. Se dejaba confiar y se adentraba en los deseos y en las inquietudes de aquellos que dejaban que su mirada los 'abriera'. Juan vivía bien. Sin lujos, pero sin carencias aparentes. Era discreto material, pero fantocheaba con su conocimiento. Tal como muchos y las gran mayoría mostraban y buscaban reconocimiento en cuanto a lo material. Juan lo hacía, en cuanto a la riqueza del saber. Cuidaba mucho su dinero y cualquier insinuación de derroche o despilfarro lo tomaba de forma muy personal. Ello en innumerables ocasiones lo enfrentaba a Alfonso que era experto en ello y que sabiendo la aprehensión de Juan, jugaba constantemente sobre el tema.

Ese día se había planteado encontrar al impresor. Cosa que había logrado. Tenía planes además de actualizar algunos de sus pendientes de la escuela, tareas pendientes. Estaba seguro de que la paz y tranquilidad de tener a Camilo en sus danzas, lejos, a más de 20 metros de distancia no lo molestarían. No le preocupaba el segundo piso desocupado, hasta que caminando en el la cocina pudo confirmar el ruido. Al ver marcada la fecha con su escritura: "Mudanza del 2"... Mucho menos, en sus precauciones tenía contemplado que el 'playboy del tres' estuviera en casa y menos, despierto a esas horas. Pero el ruído de la mudanza..., la resta de metros a la voz chillante de Camilo al subir al dos, Alfonso presente y despierto; todo ello junto, borraba la sonrísa de Juan esa mañana.

Se sentó al colgar el auricular y respiro, cuando el teléfono volvió a sonar.

- Hola mi vida... ¿como está mi filósofo el día de hoy? - sonó la voz femenina del otro lado de la línea.

- De malas Nuria - fue tajante y seco.

- Uy uy uy, ¿que te puso de malas cielo, la falta de mi anatomía en tu lecho filosofal? -

- Los pinches vecinos locos que tengo Nuria... ¿oye puedo llamarte más tarde, para terminar unas cosas pendientes? - contestó desatento a los avances de mañana de Nuria y moviendo sus papeles en el escritorio de vidrio, que tenía justo en el pie de la escalera de caracol que daba acceso a su galería en la azotea.

- Bueno corazón... llamame cuando tengas ganas de hablarme o verme o tocarme o ya sabes, cosa hermosa... bye -

Juan colgó y resopló suspirando y dejando salir de su boca un "cursi" que lo dejó sintiendo como se inflamaba su ego y dibujaba una ligera sonrísa en su rostro. Se sentó en la silla 'Knoll' que apreciaba más que a Nuria y prendió la pantalla de su equipo. Un letrero grande apareció: 15 mails. Flotaba el recuadro que Juan presionó con el 'ratón'. Comenzó a leer. Enviado por: Nuria, Nuria, Nuria... Su mente voló en un diálogo interno: -Esta obsesionada... Dios, eso me pasa por ser tan estupidamente abierto con niñas. Podrían ser hijas del estupido de Alfonso y yo tirándomelas. Eso sí... Pinche Nuria, que bien lo hace. No hay como 'below thirties' para eso, nuestra generación es estática. Se acuestan y ahí se quedan quietitas y uno a chambear... Cut cut, corte. Tendré que aplicar corte inmediato. Ya me veo con su papá platicando; ja ja ja. Seguro es de mi edad-

Juan pensaba eso mientras iba uno a uno leyendo los cortos y excitados mails de Nuria...

- 'te quiero', 'te amo', 'ven a mi', 'hasmelo', te extraño'... - uno a uno, los fue leyendo rapidamente. Más alla de dos párrafos no decían mucho.

- Defecto generacional o ¿será de género? que si llega un mail con más párrafos que dos, hay problemas o te están cortando y mandando a la chingada... - Continuó con sus pensamientos.

El ruído seguía y Piotr Illych Tschaikovsky en su único concierto para violín y orquesta, opus 35, fielmente reproducido en su itunes, era casi inaudible. La maestría de la solista Anne-Sophie Mutter era su favorita. Amaba ese concierto, amaba como el violín en un baile casi erótico se dejaba poseer por la orquesta, al tiempo que ella comandaba y guíaba a la "bestia" de partituras de muchos, cabalgando; la imaginaba tocando, sentada encima del señor orquesta, siendo poseeída, pero poseyendo al mismo tiempo. ¿Quién hace a quién el amor...? Dejó el 'mouse' y se reclinó en su 'Knoll', escuchando. Prestó atención al ruído que había disminuído.

Quería bajar a conocer al nuevo vecino, pero no quería hacerlo. Lo invadía su afán frustrante de no hacer lo que quiere hacer. Tamborileaba la mesa de cristal. Dirigía el concierto. Hubiese amado ser director de orquesta. Miraba la fotografía en su escritorio de su hija. Pronto cumpliría los quince y el esperado viaje a Europa que él había prometido. Faltaban unos meses y todo lo tenía prácticamente listo. Salvo el resolver la llamada de su vástaga, unos días atrás que inocentemente le preguntó... "¿Papá?, va Mamá con nosotros?" tirando por completo su "inocente" idea de llevar a Nuria al viaje. Con esa simple pregunta, la niña marcaba territorio. La respuesta más negativa sería la de un 'no'. Pero entonces su plan nuriesco quedaba por completo descartado. Lo unico bueno era que jamás había mencionado la idea a la propia Nuria. Hoy tendría no un problema, tendría dos, y uno de gran tamaño dramático.

Pensaba en eso y en la inquietud y molestia que le provocaba la falta y a la vez presencia de Nuria. Era una droga. Sabía que le hacía mal pero necesitaba 'drogarse'. Llenarse de Nuria... como el concierto. Poseerla... o ella lo poseía a él. La conoció en sus clases de la universidad. Jóven de apenas 23 años que siempre se sentaba a su lado. En varias ocasiones ella le había sonreído directamente y él evasivo, sonreía de vuelta sin continuar la posibilidad de acercamiento. Cansado de tantas historias de triste final y convencido de que no existían mujeres que no estuvieran interesados en algo de él y no en él; evitaba cualquier acercamiento. Así habían pasado ya más de 5 años desde su divorcio con María. Solo y sólo con amigos. En cuanto a mujeres evitaba relación. El interés femenino sobre cosas, beneficios y accesos; para él, eran sumamente manifiestos y groseros, incluso vulgares; así que las evitaba tanto como podía.

Con Nuria no fue muy diferente. Era obvio que ella lo veía como una aventura o un reto; pero a él le llenaba, le llenaba la parte vanidosa de la "eterna juventud" envuelta en un bello cuerpo casi de niña pero con ímpetus maduros y seguros. Le llenaba la mirada a veces envidiosa de otros hombres, cuando la llevaba a sus eventos culturales y esotéricos, de los que era fan convencido. Le llenaba su ego sexual el ser llamado "mi hombre" en boca y voz de quien apenas comenzaba su vida. Y le llenaba la impaciencia y energía que en el lecho ella convertía en largas noches placenteras, dejandolo dormido o exhausto y encontrando en sí mismo, fuerza y habilidad que décadas atrás hubiese querido haber conocido.

El día que Nuria lo besó detrás de la puerta del salón de clases sin haber dicho ni una sola palabra, fué el mismo día que se había sorprendido a sí mismo cantando bajo la ducha, después de tantos años de no haber siquiera hablado en voz alta estando solo en su departamento.

Nuria le dió vida a su no vida. Nuria despertó en el cuestionamientos sobre sí mismo. Nuria lo devolvió a la vida que él nunca debió de haber dejado. Nuria incluso, le hizo ver el constante chantaje que María había generado en su relación y que él poco a poco fue eliminando. Pero Nuria lo desesperaba al mismo tiempo. Lo hartaba de tanto juego cuando a veces, lo que no quería era jugar. Le huía los días que se sentía pensativo, la hacía de lado cada vez más, cuando deseaba a una interlocutora, más que una amante. Nuria poco a poco se fue convirtiendo en solo sexo. Y de solo sexo, sabía que no podría seguir manteniendo una relación.

Los días de Nuria se contaban ya con los dedos de las manos... o ¿de una sola mano? Pero cada que miraba sus fotos sobre el muro apodado para él y solo que él sabía: 'muro de lo pasajero' y la veía, sentía algo. Una punzada en su vientre. Un chakra, un deseo y lo que apenas se ponía borroso, se re imprimía. Nuria lo tenía 'embrujado'... Su cuerpo, su piel, su textura. Su olor, su voz, sus gemidos, su grito. Su mirada, su sonrisa, sus silencios mirandolo. Su movimiento, su cadencia, su caminar, sus ademanes. Su pensarla, imaginarla... sus muslos, sus senos, su cadera, sus nalgas... Nuria.

El violín paseaba, giraba, gritaba y la orquesta; él. Caminaba a su lado. El violín; Nuria corría, dejaba levantar su falda, giraba, se desvanecía. La orquesta giraba, saltaba, seguía. Él.

La puerta sonó. Dejó los campos rusos y el viento de verano con olor a Vodka y a Nuria en sus manos y despertó... Caminó a la puerta y abrió. Los tres de pié lo miraban. Alfonso sonrió.

- Matias, te presento al güey más loco y raro de este edificio, el señor Don y como vez... desnudo Juan - los tres recorrían la mirada a todo lo largo del cuerpo totalmente desnudo de Juan.

Alfonso siguió hablando ante la mirada atónita de Matias y obscena de Camilo que no perdía detalle...

- Cabrón, para hacer esas escenas quita a Tschaikovsky y mejor pon a Bethoveen con su quinta, cuando abras la puerta en pelotas... -