05. Un encuentro

Juan dejó desenfadadamente la puerta abierta. Giró y caminó lentamente a su recamara, dejandolos atrás. Entraron y Camilo cerró la puerta al ser el último, sin dejar de perder de vista a Juan, miraba descaradamente el cuerpo de Juan cuando fue interrumpido por Alfonso...

- Parale compadre que te va a dar un paro... -

Camilo apenado bajó la vista y caminó hacia la sala de Juan donde los demás ya habían ocupado lugares. Alfonso se había sentado en el sillón personal de Juan. Conciente de ello, era una más de sus tradicionales formas de molestarle. Matías prudente tomó un lugar en el 'love seat' de dos. Camilo se sentó junto a él. Estaba absorto en sus propios pensamientos a lo que Alfonso remetió.

- De plano te fascina Juan ¿verdad? Creo que lo tendrás que meter en tus amores platónicos hermanito. Por más que nuestro vecino sea raro y loco, creeme que su heterosexualidad es más que firme. No se si has visto a su vieja Nuria... un forro de mujer, guapísima, divina y recien salida del capullo -

- No, no estoy pensando en eso ni en nada de lo que dices misógino jodido... pensaba que a veces tratamos muy mal a Juan y es la verdad un muy buen vecino. Matías debe de saber que el es el verdadero dueño del edificio, por más que aquel diga que no. Es su maña para no recibir directamente peticiones y hacerse güey, pero la verdad, a mi no me hace pendejo -

- Nadie te hace pendejo Camilo. No soy el dueño - dijo Juan saliendo de su habitación ya vestido con unos jeans deslavados y una camisa amplia color azul. No usaba zapatos y descalzo se acercó hacia Matías, tendiendole la mano.

- Mucho gusto, soy Juan y espero poder ayudarte en lo que pueda, bienvenido al cuarenta y bienvenido a mi departamento - dijo amablemente, sin esperar comentario alguno de los demás. Una vez habiendo saludado de mano a Matías y sonreir. Se acercó a Alfonso y con un ademán le indicó que se sentara en el otro sillón. Quedaba claro que el juego de 'mi silla, tu silla' lo tenían practicado con tiempo. Alfonso se levantó y sin decir palabra se sentó en el otro sillón doble, dejando a Juan tomar el lugar que le auto-corresponde.

Se hizo un breve silencio antes de que Juan ofreciera café o agua a sus invitados improvisados. Tschaikovsky seguía sonando y ello le daba al ambiente un sentido relajado, donde cada uno de ellos se sumía en sus propios pensamientos o lucubraciones. Matías no pensaba, observaba el blanco del departamento de Juan. Miraba de lejos los cuadros que colgaban por todas las paredes. Reconoció algunos y observó una constante en cuanto a tonos y formas. Le gustaba lo abstracto. Se imaginó por un momento la cara de duda y confusión de su madre mirando esos cuadros. No los aceptaría pero ni regalados. El amor al arte realista y religioso de su madre, no permitirían admirar la belleza simple y pura de formas y colores. Sin pretender imitar o retratar lo que los ojos ven y tal como lo ven. Más allá que la mirada melancólica y triste de Jesús, en los cientos de cuadros que su madre veneraba, para ella no sería arte. De ninguna manera.

- ¿Te gusta el arte Matias? - preguntó Juan mirando como veía uno a uno sus cuadros.

- Si, me gusta lo que tienes. No soy experto... solo se que me gusta - dijo tímidamente, evitando continuar su recorrido por quien sabe que razón, avergonzado.

- Cuando desees algun cuadro de los grandes maestros, conozco y trabajo mucho con un reproductor que los tiene muy bien hechos. No son obras copiadas, son solo reproducciones de grandes obras que puedes tener a tu vista en tu casa. Son cuadros, obvio, inalcanzables para la gente normal como nosotros. Pero creo, que quienes admiramos y gustamos de ellos, podemos tener nuestra copia presente y a la vista siempre -

- Siempre hemos estado en desacuerdo con eso - interrumpió Camilo. - Es un 'pretender' el reproducir las obras de estos genios. Yo creo que no deben de reproducirse, son unicos, deberías de buscar, con tu sensibilidad, nuevos autores, nuevas obras, originales y de esa forma apoyas a nuevos talentos -

Juan se sentó y sonrió. Respiró y en ese momento atrajo la atención de todos, menos de Alfonso que sabía bien que estaba en el preambulo de una más de las miles de disertaciones de Juan que siempre manejaba hábilmente. Reconocía que establecer una discusión con él, era materia seria. Materia en donde si no se tenían bases sólidas, quedaría el aventurado seguramente en una posición difícil y casi perdida.

- Efectivamente Camilo - dijo después de un breve silencio que usaba para confirmar él tener la atención

-Efectivamente deben de darse lugar a los nuevos talentos y soy más que admirador de aquellos que buscan lograrlo y merecen tenerlo. Ello es en cuanto a la propuesta. Pero en cuanto a gustos y retribución personal en mi espacio, doy lugar a mi gusto; no es ámbito propositivo. Por un lado. Por otro, la reproducción de las grandes obras no solo la apoyo, la admiro. El arte es materia humana pura y debe de ser admirada y gozada por todos los seres humanos. Ellos han creado riqueza y debe de mantenerse a la vista de todos. La propiedad original de la pieza, es de quienes pueden pagarla. No pretendo algo inalcanzable, no pretendo propiedad Camilo; poseeo la materia admirable... es como, como... un tributo que disfruto- Continuó...

- Yo pago y pago bien por excelentes reproducciones de grandes obras para disfrutarlas. Para admirarlas y dejar que me generen sentimientos, pensamientos y recuerdos. No creo que sea un acto de 'apariencias'. No pretendo nada más que admirarles. Quien crea que una de estas reproducciones es un querer engañar a alguien, pretendiendo ser la obra original... Se lo merece. Merece ser engañado. No se necesita mucha cultura, ni cerebro, ni conocimientos, para saber donde, en que museo o en que colección, está cada una de estas obras. De no saberlo, el engañado, por falta de información o siquiera de inquietud que se puede resolver con una pregunta, es entonces el que 'pretende' conocer a un tipo llamado Juan, que vive en la Roma y que tiene un "Violeta" de Kandinsky... -

Dijo lo último al señalar la obra del maestro Vladimir Kandisnky.

- ¡Bravo! - gritó Alfonso interrumpiendo el monólogo de Juan. - ¡Bravísimo maestro. Acaba usted de darle en la madre al pobre de Camilo que sigue y seguirá ahorrando para comprarse un Joan Miró con los colores del arcoiris... -

- Pinche naco... no hay un solo cuadro con arcoiris de Miró, neofito misógino - dijo molesto Camilo, ante la mirada divertida de Juan y las risas de Alfonso. Matías continuaba como mero expectador empezando a entender el formato de relación de todos ellos. Su constante 'ataque' entre ellos, lejos de ser en sí un ataque, era la forma de interrelacionarse y digamos, quererse. Sintió en esos momentos un deseo de participar y dijo algo que sentía, sería adecuado a dicho formato que comenzaba a entender.

- Espero que cuando cuelge los míos no sea demasiado aburrido Juan, o pretencioso Camilo - dijo Matías tímidamente mirando a cada uno de ellos. Surgieron sonrisas y Camilo amablemente le hizo un ademán de apoyo.

- No compadre... deja que pasen unas cuantas reuniones y en algo te criticarán este par, pero tomalo a la ligera, aquí se quiere bien a los buenos vecinos, de eso estate seguro - Alfonso terminó de decir eso al mismo tiempo que sacaba sus cigarros de su bolsillo y el encendedor. En ese momento Juan se levantó y abrió la ventana, dejando claro que lo hacía, por el humo del futuro cigarro encendido. Alfonso ofreció cigarros a lo que Matías y Camilo dijeron que no agradeciendo. Juan al tener la cajetilla delante dudo unos instantes y su respuesta negativa, fue suficiente para que Alfonso aventará la cajetilla sobre la mesa de centro cubierta de libros de arte, y encendiera su cigarro.

- ¿Logrará Nuria que dejes de fumar compadre? - preguntó Alfonso al encender su cigarro y darle una fuerte bocanada de humo, sacando el mismo hacia el techo, reclinando su cabeza hacia atrás en señal de relajamiento.

- Intento... - dijo Juan no muy convencido.

- No intentes lo que no es tuyo compadrito... hacer esos sacrificios a petición del otro, te colocan en una posición de desventaja contigo mismo y de nada te sirve, deja de fumar cuando estés convencido tú de hacerlo - dijo por vez primera en tono serio Alfonso, dejando a los demás pensando que sin querer había dado en el clavo a muchos asuntos que cada uno tenía en su amplio listado de pendientes consigo mismos.

- Por cierto, ¿no está Nuria? ¿ya cortaste? - Alfonso regresó a su estado normal de estar molestando. Los demás miraron a Juan en espera de respuesta a la pregunta de Alfonso.

- No, no está y no, no hemos terminado... - contestó Juan molesto por la intromisión de Alfonso. La molestía le surgía no de la pregunta, ni de que la hiciese Alfonso; la molestía venía de que verdaderamente estaba considerando el futuro de su relación con ella y la pregunta, ponía en evidencia dicha situación. Lo cual en esos momentos se encontraba en medio de la tormenta dentro de su mente. Es como cuando al que tiene hambre se le pregunta si prefiere comer ya o esperar un rato más...

- Éjele... se me hace que hay problemas maritales. Sábado, lindo el día, el señor desnudo, su música de violín que le gusta por que seguro fantasea que ella es violincito, la señorita no está en casa, no anda la musa inspiradora del filósofo desnuda por todo el apartamento o bajando las escaleras con camiseta encima y mostrando sus curvas al mundo... raro, se me hace raro -

- Parale Poncho, además ¿cuando la has visto con camisetita bajando las escaleras?, si anda desnuda lo hace aquí y no en público - interrumpió Juan, mostrando molestía pero en verdad sintiendo excitación de solo recordar a Nuria desnuda; sabiendo que si por ella fuera, andaría desnuda en todos lados, importandole un comino quien o quien no la viese. Su exhibicionismo era conocido y Juan no terminaba de aceptarlo como parte real de las razones de atracción que sentía por ella.

Alfonso volvió a interrumpir -Ya la verás Matías, seguro te la topas, es una monada, simpática y buena amiga. No entiendo que le ve a éste malhumorado. Ella es lo contrario, alegre y viva, muy viva- Matías solo sonrió bajando un poco la mirada en señal de respeto al sentir la mirada sobre de él de parte de Juan. El código no escrito de no aparentar interés por la mujer de un prójimo era sobreentendido por los hombres. Código de apariencia que inicia apenas en la adolescencia cuando a puños se comienza a entender que no todas las feminas están disponibles, a pesar de que en muchas ocasiones ellas mismas son las que activan el cartel de disponibles... si no es que siempre.

En ese momento, Camilo recordó haber visto a Juan en las escaleras cuando apenas iniciaba su romance con Nuria. Espió desde su puerta que al parecer no fue escuchada al abrirse, a Juan besando y acariciando a Nuria. Ambos estaban tan ensimismados que no se percataron de la mirada intrusa de Camilo. Ella dos escalones por encima de Juan y Juan, dos escalones abajo, acariciandola, haciendo de lado toda tela que pudiera estorbar en su recorrido erótico. Los miró por varios minutos, hasta que al caer la tanga roja de Nuria en sus pies; escapó de sus manos y entre risas, ambos corrieron escaleras arriba hasta el cuarto piso, dando por finalizado el acto voyerista de Camilo con un portazo que retumbó en las escaleras.

- Viene más tarde, comeremos acá y por la tarde veremos unas películas que compré - Juan interrumpió el pensamiento de Camilo que recordó la comida. Su amigo Sebastián lo había invitado a comer al despedirse para volver a Madrid. Su amigo Sebastian que en otra época singificó tanto para él. Después del francés, el español, Sebastián, habían marcado a Camilo.

- Yo me retiro vecinos. Me dió gusto verte Juan... Alfonso como siempre, sigues igual de bruto y bienvenido Matías, espero no estés muy espantado de todos nosotros - dijo Camilo, levantandose y tendiendo la mano a Matías para después darsela cortésmente a Juan y sin siquiera mirar a Alfonso, dandole un golpe fraternal en la espalda al pasar a su lado. Camilo salió cerrando la puerta despacio. En ese momento sonó el timbre...

Juan se levantó mirando extrañado su reloj. Descolgó el auricular y cuando supo quien era apretó el botón que abría la puerta de la calle. No dijo nada y volvió a su sillón. Matías y Alfonso lo miraban esperando algún comentario, pero el silencio de Juan y su mirada hacia las ventanas, solo fue interrumpida cuando sonó la puerta...

Juan abrió... tímidamente entró la mujer vestida de negro, pantalón negro, blusa negra y saco negro. Sus zapatos negros, también, hicieron sonar los tacones altos, su mirada profunda de ojos negros miró a los demás. Matías extrañado por el silencio y Alfonso incrédulo se pusieron de pie.

- Pasa María... él es Matías el nuevo vecino del dos; a Alfonso ya lo conoces... -