06. Deslealtad

Juan olvidó por completo que María había quedado de visitarle ese sábado. Su negativa interna y aceptación superficial en lo externo no sincronizaron que lo agendara. Al verla entrar, y con ella la estela de silencio que provocó su arribo, comprendió su negativa inconsciente horas antes de que Nuria pasara la noche con él.

María… la mujer que pudo ser, pero no fue. La belleza del cabello largo, dorado, cuerpo delgado y sensualidad hasta en la punta de sus uñas, se extinguía, se esfumaba, desaparecía… el tiempo causa estragos en aquellos que permiten crecer sin evolucionarse.

María… la dama, la ingenua, la amable, la puta, la ‘femme fatale’, la ilustrada, la pupila, el amor, el amor de vida… María, el recuerdo.

Ofreció su asiento al ponerse de pie y mirarla. Su mirada aun lo cautivaba, lo poseeía. Odiaba ser rehén, odiaba su decepción de sí mismo al mirarla y saberse superado en su propio control. No la amaba pero no podía negar aún quererla.

“María, amor mío, el que fué… me voy unos días. No quiero verte cuando vuelva. Para que no equivoquemos, en 10 días exactos. Lo hablamos, lo acordamos. Está dicho. No dejes nada de ti, no dejes nada que huela a ti. Me lastima y por respeto a eso que llamabas -amor a mí-, si acaso no sea una más de tus frases armadas, quitalo, limpialo, barrelo, levantalo, llevatelo, desaparecelo…

Dejo comida en el refrigerador, hice super… jamás pensaste que lo haría; jamás dejaste que te sorprendiera. Te pido respeto y espero que tu nuevo amor también se respete y no pretenda visitar un espacio que no le corresponde. Rincones escritos de ambos, espacios donde no creo que quiera ser recordado cuando en tu mente solo me pertenecen a mi.

¿No volverás? Puedo leer tus labios decirlo. Bien, haslo. Al menos dignidad tienes; espero… La niña estará bien, te llamará diariamente, puedes llamarla tu también. No escondo nada.

No te odio, pierde cuidado; ¿lastimarte? espera, que lo haré. Sigue leyendo y verás cuanto te lastimo. Usaré tu propia incongruencia en contra tuya. Tu misma te lastimarás. ¿Mucho amor? pues en la misma medida te será devuelto mucho dolor. Yo descanso al escribir esto; tu te revolcarás en tu interior al querer replicar, en defensa. Pero María... ¿qué pretendes defender? no te escucho más. Eres tan viva para mí, como los cuadros sin ojos de Modigliani... efectivamente, nunca supe quien eras en verdad.

¿Odiarte? eso sería darte mucho lugar. Te respeto por increíble que parezca. Te evitaré, eso sí; no quiero perder un segundo más de mi vida con alguien tan frugal, tan fácil, tan simple que cualquiera lo toma… las rosas al menos tienen espinas, hablo de rosas de camellón... ¿comprendes?

Adiós María, anda, ve, rompete más; rompe corazones, rompe metas, rompele la madre a quienes les digas con tu vocecita "te amo"... al fin y al cabo la que se está rompiendo eres tú. Tienes la capacidad ya probada de poder hacerte la víctima. Haslo, haste la víctima, al fin y al cabo; la "obra de teatro" es tuya... te recuerdo que a las 500 representaciones la taquilla baja en ventas.

Adiós María. Te amé, totalmente. No te fallé, jamás. De haber sentido algo por alguién más, te hubiera dicho, hubiera confrontado, hubiera aceptado los costos que tuviera. No me hubiera quedado como lo hiciste, callada, en silencio y encima esperando a que mis suposiciones fueran expresadas por mí. No te culpo por encontrar a alguien más. Te culpo por la cobardía de dejar que el silencio hiciese en mis palabras encontrar la verdad. ¿No quisiste lastimarme? Por Díos, ¿crees que no lo hiciste?... ¿dijiste que esperabas el momento apropiado? Mujer; el momento apropiado era en el momento apropiado en que dejaste de amarme o quereme, o... necesitarme. Ni antes, ni después. Crees que yo esperé el maldito momento apropiado para decirte que te amaba, no. Lo dije justo en el momento que lo sentí; lo apropiado hubiese sido no dejar que yo continuara pensando en tí.

Disfruta, eres libre y muy libre veo. Repartes amor como veo de flor en flor... cuidado, no sea que te marchites en tanta busqueda.

¿Qué cruel? tu silencio lo fue más. Espero nunca lo sufras. Creeme es espantoso. A tu nuevo amor sólo le deseo que sea prudente... puede que lo dejen en silencio.

Ya puedes ir arrugando esta carta que escribo, punto final a las miles que te escribí desde el día que te conocí. Yo no me arrepiento, mucho menos dejo de agradecer que fuiste la madre de nuestra hija; pero el punto final que pusiste… resume lo que eres. Tu definelo, tu serás tu juez.

Adios.

Juan”

Casí podía ver esa última carta que escribió. Furioso, enojado, engañado. El sabor y el sentir la deslealtad es espantoso. Máxime cuando ni siquiera pudo decirlo, máxime cuando con sus silencios y cabeza baja dejó que él supusiera, dejó que él dijera casi paso a paso el desarrollo de su infidelidad. Cuando que desde siempre él propuso decirlo, preverlo, anunciarlo, buscar solución antes del desenlace fatal.

Trataba de respetarle, pero María era para él desde esa noche, que con sus silencios anunciaba estar poseeída por otro; monumento a la deshonestidad.

Se sentó delante de ella y sin siquiera ofrecer algo, cruzó brazos y piernas. Matías comprendió al mismo tiempo que miraba hacia Alfonso que era momento de la retirada. Ambos aun de pié. Ambos se despidieron brevemente. Ambos salieron y la puerta se cerró.

María miraba a Juan. Juan miraba a María... Juan sabía que no la volvería a ver.

05. Un encuentro

Juan dejó desenfadadamente la puerta abierta. Giró y caminó lentamente a su recamara, dejandolos atrás. Entraron y Camilo cerró la puerta al ser el último, sin dejar de perder de vista a Juan, miraba descaradamente el cuerpo de Juan cuando fue interrumpido por Alfonso...

- Parale compadre que te va a dar un paro... -

Camilo apenado bajó la vista y caminó hacia la sala de Juan donde los demás ya habían ocupado lugares. Alfonso se había sentado en el sillón personal de Juan. Conciente de ello, era una más de sus tradicionales formas de molestarle. Matías prudente tomó un lugar en el 'love seat' de dos. Camilo se sentó junto a él. Estaba absorto en sus propios pensamientos a lo que Alfonso remetió.

- De plano te fascina Juan ¿verdad? Creo que lo tendrás que meter en tus amores platónicos hermanito. Por más que nuestro vecino sea raro y loco, creeme que su heterosexualidad es más que firme. No se si has visto a su vieja Nuria... un forro de mujer, guapísima, divina y recien salida del capullo -

- No, no estoy pensando en eso ni en nada de lo que dices misógino jodido... pensaba que a veces tratamos muy mal a Juan y es la verdad un muy buen vecino. Matías debe de saber que el es el verdadero dueño del edificio, por más que aquel diga que no. Es su maña para no recibir directamente peticiones y hacerse güey, pero la verdad, a mi no me hace pendejo -

- Nadie te hace pendejo Camilo. No soy el dueño - dijo Juan saliendo de su habitación ya vestido con unos jeans deslavados y una camisa amplia color azul. No usaba zapatos y descalzo se acercó hacia Matías, tendiendole la mano.

- Mucho gusto, soy Juan y espero poder ayudarte en lo que pueda, bienvenido al cuarenta y bienvenido a mi departamento - dijo amablemente, sin esperar comentario alguno de los demás. Una vez habiendo saludado de mano a Matías y sonreir. Se acercó a Alfonso y con un ademán le indicó que se sentara en el otro sillón. Quedaba claro que el juego de 'mi silla, tu silla' lo tenían practicado con tiempo. Alfonso se levantó y sin decir palabra se sentó en el otro sillón doble, dejando a Juan tomar el lugar que le auto-corresponde.

Se hizo un breve silencio antes de que Juan ofreciera café o agua a sus invitados improvisados. Tschaikovsky seguía sonando y ello le daba al ambiente un sentido relajado, donde cada uno de ellos se sumía en sus propios pensamientos o lucubraciones. Matías no pensaba, observaba el blanco del departamento de Juan. Miraba de lejos los cuadros que colgaban por todas las paredes. Reconoció algunos y observó una constante en cuanto a tonos y formas. Le gustaba lo abstracto. Se imaginó por un momento la cara de duda y confusión de su madre mirando esos cuadros. No los aceptaría pero ni regalados. El amor al arte realista y religioso de su madre, no permitirían admirar la belleza simple y pura de formas y colores. Sin pretender imitar o retratar lo que los ojos ven y tal como lo ven. Más allá que la mirada melancólica y triste de Jesús, en los cientos de cuadros que su madre veneraba, para ella no sería arte. De ninguna manera.

- ¿Te gusta el arte Matias? - preguntó Juan mirando como veía uno a uno sus cuadros.

- Si, me gusta lo que tienes. No soy experto... solo se que me gusta - dijo tímidamente, evitando continuar su recorrido por quien sabe que razón, avergonzado.

- Cuando desees algun cuadro de los grandes maestros, conozco y trabajo mucho con un reproductor que los tiene muy bien hechos. No son obras copiadas, son solo reproducciones de grandes obras que puedes tener a tu vista en tu casa. Son cuadros, obvio, inalcanzables para la gente normal como nosotros. Pero creo, que quienes admiramos y gustamos de ellos, podemos tener nuestra copia presente y a la vista siempre -

- Siempre hemos estado en desacuerdo con eso - interrumpió Camilo. - Es un 'pretender' el reproducir las obras de estos genios. Yo creo que no deben de reproducirse, son unicos, deberías de buscar, con tu sensibilidad, nuevos autores, nuevas obras, originales y de esa forma apoyas a nuevos talentos -

Juan se sentó y sonrió. Respiró y en ese momento atrajo la atención de todos, menos de Alfonso que sabía bien que estaba en el preambulo de una más de las miles de disertaciones de Juan que siempre manejaba hábilmente. Reconocía que establecer una discusión con él, era materia seria. Materia en donde si no se tenían bases sólidas, quedaría el aventurado seguramente en una posición difícil y casi perdida.

- Efectivamente Camilo - dijo después de un breve silencio que usaba para confirmar él tener la atención

-Efectivamente deben de darse lugar a los nuevos talentos y soy más que admirador de aquellos que buscan lograrlo y merecen tenerlo. Ello es en cuanto a la propuesta. Pero en cuanto a gustos y retribución personal en mi espacio, doy lugar a mi gusto; no es ámbito propositivo. Por un lado. Por otro, la reproducción de las grandes obras no solo la apoyo, la admiro. El arte es materia humana pura y debe de ser admirada y gozada por todos los seres humanos. Ellos han creado riqueza y debe de mantenerse a la vista de todos. La propiedad original de la pieza, es de quienes pueden pagarla. No pretendo algo inalcanzable, no pretendo propiedad Camilo; poseeo la materia admirable... es como, como... un tributo que disfruto- Continuó...

- Yo pago y pago bien por excelentes reproducciones de grandes obras para disfrutarlas. Para admirarlas y dejar que me generen sentimientos, pensamientos y recuerdos. No creo que sea un acto de 'apariencias'. No pretendo nada más que admirarles. Quien crea que una de estas reproducciones es un querer engañar a alguien, pretendiendo ser la obra original... Se lo merece. Merece ser engañado. No se necesita mucha cultura, ni cerebro, ni conocimientos, para saber donde, en que museo o en que colección, está cada una de estas obras. De no saberlo, el engañado, por falta de información o siquiera de inquietud que se puede resolver con una pregunta, es entonces el que 'pretende' conocer a un tipo llamado Juan, que vive en la Roma y que tiene un "Violeta" de Kandinsky... -

Dijo lo último al señalar la obra del maestro Vladimir Kandisnky.

- ¡Bravo! - gritó Alfonso interrumpiendo el monólogo de Juan. - ¡Bravísimo maestro. Acaba usted de darle en la madre al pobre de Camilo que sigue y seguirá ahorrando para comprarse un Joan Miró con los colores del arcoiris... -

- Pinche naco... no hay un solo cuadro con arcoiris de Miró, neofito misógino - dijo molesto Camilo, ante la mirada divertida de Juan y las risas de Alfonso. Matías continuaba como mero expectador empezando a entender el formato de relación de todos ellos. Su constante 'ataque' entre ellos, lejos de ser en sí un ataque, era la forma de interrelacionarse y digamos, quererse. Sintió en esos momentos un deseo de participar y dijo algo que sentía, sería adecuado a dicho formato que comenzaba a entender.

- Espero que cuando cuelge los míos no sea demasiado aburrido Juan, o pretencioso Camilo - dijo Matías tímidamente mirando a cada uno de ellos. Surgieron sonrisas y Camilo amablemente le hizo un ademán de apoyo.

- No compadre... deja que pasen unas cuantas reuniones y en algo te criticarán este par, pero tomalo a la ligera, aquí se quiere bien a los buenos vecinos, de eso estate seguro - Alfonso terminó de decir eso al mismo tiempo que sacaba sus cigarros de su bolsillo y el encendedor. En ese momento Juan se levantó y abrió la ventana, dejando claro que lo hacía, por el humo del futuro cigarro encendido. Alfonso ofreció cigarros a lo que Matías y Camilo dijeron que no agradeciendo. Juan al tener la cajetilla delante dudo unos instantes y su respuesta negativa, fue suficiente para que Alfonso aventará la cajetilla sobre la mesa de centro cubierta de libros de arte, y encendiera su cigarro.

- ¿Logrará Nuria que dejes de fumar compadre? - preguntó Alfonso al encender su cigarro y darle una fuerte bocanada de humo, sacando el mismo hacia el techo, reclinando su cabeza hacia atrás en señal de relajamiento.

- Intento... - dijo Juan no muy convencido.

- No intentes lo que no es tuyo compadrito... hacer esos sacrificios a petición del otro, te colocan en una posición de desventaja contigo mismo y de nada te sirve, deja de fumar cuando estés convencido tú de hacerlo - dijo por vez primera en tono serio Alfonso, dejando a los demás pensando que sin querer había dado en el clavo a muchos asuntos que cada uno tenía en su amplio listado de pendientes consigo mismos.

- Por cierto, ¿no está Nuria? ¿ya cortaste? - Alfonso regresó a su estado normal de estar molestando. Los demás miraron a Juan en espera de respuesta a la pregunta de Alfonso.

- No, no está y no, no hemos terminado... - contestó Juan molesto por la intromisión de Alfonso. La molestía le surgía no de la pregunta, ni de que la hiciese Alfonso; la molestía venía de que verdaderamente estaba considerando el futuro de su relación con ella y la pregunta, ponía en evidencia dicha situación. Lo cual en esos momentos se encontraba en medio de la tormenta dentro de su mente. Es como cuando al que tiene hambre se le pregunta si prefiere comer ya o esperar un rato más...

- Éjele... se me hace que hay problemas maritales. Sábado, lindo el día, el señor desnudo, su música de violín que le gusta por que seguro fantasea que ella es violincito, la señorita no está en casa, no anda la musa inspiradora del filósofo desnuda por todo el apartamento o bajando las escaleras con camiseta encima y mostrando sus curvas al mundo... raro, se me hace raro -

- Parale Poncho, además ¿cuando la has visto con camisetita bajando las escaleras?, si anda desnuda lo hace aquí y no en público - interrumpió Juan, mostrando molestía pero en verdad sintiendo excitación de solo recordar a Nuria desnuda; sabiendo que si por ella fuera, andaría desnuda en todos lados, importandole un comino quien o quien no la viese. Su exhibicionismo era conocido y Juan no terminaba de aceptarlo como parte real de las razones de atracción que sentía por ella.

Alfonso volvió a interrumpir -Ya la verás Matías, seguro te la topas, es una monada, simpática y buena amiga. No entiendo que le ve a éste malhumorado. Ella es lo contrario, alegre y viva, muy viva- Matías solo sonrió bajando un poco la mirada en señal de respeto al sentir la mirada sobre de él de parte de Juan. El código no escrito de no aparentar interés por la mujer de un prójimo era sobreentendido por los hombres. Código de apariencia que inicia apenas en la adolescencia cuando a puños se comienza a entender que no todas las feminas están disponibles, a pesar de que en muchas ocasiones ellas mismas son las que activan el cartel de disponibles... si no es que siempre.

En ese momento, Camilo recordó haber visto a Juan en las escaleras cuando apenas iniciaba su romance con Nuria. Espió desde su puerta que al parecer no fue escuchada al abrirse, a Juan besando y acariciando a Nuria. Ambos estaban tan ensimismados que no se percataron de la mirada intrusa de Camilo. Ella dos escalones por encima de Juan y Juan, dos escalones abajo, acariciandola, haciendo de lado toda tela que pudiera estorbar en su recorrido erótico. Los miró por varios minutos, hasta que al caer la tanga roja de Nuria en sus pies; escapó de sus manos y entre risas, ambos corrieron escaleras arriba hasta el cuarto piso, dando por finalizado el acto voyerista de Camilo con un portazo que retumbó en las escaleras.

- Viene más tarde, comeremos acá y por la tarde veremos unas películas que compré - Juan interrumpió el pensamiento de Camilo que recordó la comida. Su amigo Sebastián lo había invitado a comer al despedirse para volver a Madrid. Su amigo Sebastian que en otra época singificó tanto para él. Después del francés, el español, Sebastián, habían marcado a Camilo.

- Yo me retiro vecinos. Me dió gusto verte Juan... Alfonso como siempre, sigues igual de bruto y bienvenido Matías, espero no estés muy espantado de todos nosotros - dijo Camilo, levantandose y tendiendo la mano a Matías para después darsela cortésmente a Juan y sin siquiera mirar a Alfonso, dandole un golpe fraternal en la espalda al pasar a su lado. Camilo salió cerrando la puerta despacio. En ese momento sonó el timbre...

Juan se levantó mirando extrañado su reloj. Descolgó el auricular y cuando supo quien era apretó el botón que abría la puerta de la calle. No dijo nada y volvió a su sillón. Matías y Alfonso lo miraban esperando algún comentario, pero el silencio de Juan y su mirada hacia las ventanas, solo fue interrumpida cuando sonó la puerta...

Juan abrió... tímidamente entró la mujer vestida de negro, pantalón negro, blusa negra y saco negro. Sus zapatos negros, también, hicieron sonar los tacones altos, su mirada profunda de ojos negros miró a los demás. Matías extrañado por el silencio y Alfonso incrédulo se pusieron de pie.

- Pasa María... él es Matías el nuevo vecino del dos; a Alfonso ya lo conoces... -

04. El arte. Juan

- Quiero a Mondrain, a Picasso, a Klimt, a Pollock y no sé como, pero de alguna forma a Mark Rothko también... no me importa cómo consigas las reproducciones, sólo que tienen que tener una excelente calidad y en Rothko ten cuidado con el manejo de las texturas, que es la base en lo que parece tán simple de sus cuadros... Necesito mirarlas antes de que se enmarquen... por favor... espero su llamada, gracias; Adiós -

Juan paseaba de un lugar a otro de su departamento con el teléfono pegado a su oído. Huía del constante ruido que sus vecinos hacían tan temprano ese día. Quería colgar, pero había tardado días en dar con el impresor y ahora no desperdiciaría la ocasión.

Juan, obsesivo del orden, obsesivo de la limpieza y poco flexible, sabiéndolo y queriéndolo cambiar; era el último habitante en escala de altura en el edificio. Juan se dedicaba a la meditación e impartía cursos, teniendo buen éxito en ello. Además estudiaba filosofía en la UNAM desde hacía ya varios meses y su orígen, su primera carrera, de ingeniero civil, le permitía ser considerado alumno 'preparado'. Había tenido relativo éxito en algunos emprendimientos en una firma consultora de ingeniería que le había dado la oportunidad de conocer y habitar en diversas ciudades en el mundo. Sobre todo en Chicago, donde había pasado más de dos años habitando, lo que el llamaba, 'la cuna de la arquitectura e ingeniería de américa'. Pero su divorcio y su decidida renuncia a todo 'lo anterior'; pusieron punto final a esa fase de su vida, que revelaba poco, muy poco. Tenía como ícono la figura e imagen de Frank Lloyd Wright. Arquitecto. Su vida, su obra y sin querer, su soberbia.

Poseeía el departamento cuatro, que él llamaba penthouse. Se podía acceder a una galería en la azotea, que él había construído y mantenido para sí. A pesar de las constantes quejas de sus vecinos, no cedía en abrirles 'acceso' sin su presencia y una y otra vez, mencionaba permiso de exclusividad del "dueño", que nadie conocía y nadie sabía con certeza si era un invento de Juan o no. Dicho 'attelier' era una sala muy iluminada, toda blanca con piso negro de madera, llena de reproducciones de cuadros de sus artístas admirados. Los que había mencionado y seguía con querer hacerse de todos. Sabía imposible tener algún día un original. Pero muy en el fondo, era uno de sus anhelos más profundos. Creía en la energía de dichos autores. Deseaba sentirla, vivirla, dejar que por osmosis entrara en él esa energía. Asistían a sus clases hombres y mujeres, más mujeres que hombres. Pagaban por sus cursos generosamente. Juan tenía unos modales exquisitos y un 'Don'. El 'Don' de la confianza. Irradiaba confianza, no sabía como, pero la generaba. Apenas lo conocían y se sentían atraídos a confiarle, a dejarse 'abrir'. Juan lo sabía, pero no lo usaba, al no saber que generaba aquello. Se dejaba confiar y se adentraba en los deseos y en las inquietudes de aquellos que dejaban que su mirada los 'abriera'. Juan vivía bien. Sin lujos, pero sin carencias aparentes. Era discreto material, pero fantocheaba con su conocimiento. Tal como muchos y las gran mayoría mostraban y buscaban reconocimiento en cuanto a lo material. Juan lo hacía, en cuanto a la riqueza del saber. Cuidaba mucho su dinero y cualquier insinuación de derroche o despilfarro lo tomaba de forma muy personal. Ello en innumerables ocasiones lo enfrentaba a Alfonso que era experto en ello y que sabiendo la aprehensión de Juan, jugaba constantemente sobre el tema.

Ese día se había planteado encontrar al impresor. Cosa que había logrado. Tenía planes además de actualizar algunos de sus pendientes de la escuela, tareas pendientes. Estaba seguro de que la paz y tranquilidad de tener a Camilo en sus danzas, lejos, a más de 20 metros de distancia no lo molestarían. No le preocupaba el segundo piso desocupado, hasta que caminando en el la cocina pudo confirmar el ruido. Al ver marcada la fecha con su escritura: "Mudanza del 2"... Mucho menos, en sus precauciones tenía contemplado que el 'playboy del tres' estuviera en casa y menos, despierto a esas horas. Pero el ruído de la mudanza..., la resta de metros a la voz chillante de Camilo al subir al dos, Alfonso presente y despierto; todo ello junto, borraba la sonrísa de Juan esa mañana.

Se sentó al colgar el auricular y respiro, cuando el teléfono volvió a sonar.

- Hola mi vida... ¿como está mi filósofo el día de hoy? - sonó la voz femenina del otro lado de la línea.

- De malas Nuria - fue tajante y seco.

- Uy uy uy, ¿que te puso de malas cielo, la falta de mi anatomía en tu lecho filosofal? -

- Los pinches vecinos locos que tengo Nuria... ¿oye puedo llamarte más tarde, para terminar unas cosas pendientes? - contestó desatento a los avances de mañana de Nuria y moviendo sus papeles en el escritorio de vidrio, que tenía justo en el pie de la escalera de caracol que daba acceso a su galería en la azotea.

- Bueno corazón... llamame cuando tengas ganas de hablarme o verme o tocarme o ya sabes, cosa hermosa... bye -

Juan colgó y resopló suspirando y dejando salir de su boca un "cursi" que lo dejó sintiendo como se inflamaba su ego y dibujaba una ligera sonrísa en su rostro. Se sentó en la silla 'Knoll' que apreciaba más que a Nuria y prendió la pantalla de su equipo. Un letrero grande apareció: 15 mails. Flotaba el recuadro que Juan presionó con el 'ratón'. Comenzó a leer. Enviado por: Nuria, Nuria, Nuria... Su mente voló en un diálogo interno: -Esta obsesionada... Dios, eso me pasa por ser tan estupidamente abierto con niñas. Podrían ser hijas del estupido de Alfonso y yo tirándomelas. Eso sí... Pinche Nuria, que bien lo hace. No hay como 'below thirties' para eso, nuestra generación es estática. Se acuestan y ahí se quedan quietitas y uno a chambear... Cut cut, corte. Tendré que aplicar corte inmediato. Ya me veo con su papá platicando; ja ja ja. Seguro es de mi edad-

Juan pensaba eso mientras iba uno a uno leyendo los cortos y excitados mails de Nuria...

- 'te quiero', 'te amo', 'ven a mi', 'hasmelo', te extraño'... - uno a uno, los fue leyendo rapidamente. Más alla de dos párrafos no decían mucho.

- Defecto generacional o ¿será de género? que si llega un mail con más párrafos que dos, hay problemas o te están cortando y mandando a la chingada... - Continuó con sus pensamientos.

El ruído seguía y Piotr Illych Tschaikovsky en su único concierto para violín y orquesta, opus 35, fielmente reproducido en su itunes, era casi inaudible. La maestría de la solista Anne-Sophie Mutter era su favorita. Amaba ese concierto, amaba como el violín en un baile casi erótico se dejaba poseer por la orquesta, al tiempo que ella comandaba y guíaba a la "bestia" de partituras de muchos, cabalgando; la imaginaba tocando, sentada encima del señor orquesta, siendo poseeída, pero poseyendo al mismo tiempo. ¿Quién hace a quién el amor...? Dejó el 'mouse' y se reclinó en su 'Knoll', escuchando. Prestó atención al ruído que había disminuído.

Quería bajar a conocer al nuevo vecino, pero no quería hacerlo. Lo invadía su afán frustrante de no hacer lo que quiere hacer. Tamborileaba la mesa de cristal. Dirigía el concierto. Hubiese amado ser director de orquesta. Miraba la fotografía en su escritorio de su hija. Pronto cumpliría los quince y el esperado viaje a Europa que él había prometido. Faltaban unos meses y todo lo tenía prácticamente listo. Salvo el resolver la llamada de su vástaga, unos días atrás que inocentemente le preguntó... "¿Papá?, va Mamá con nosotros?" tirando por completo su "inocente" idea de llevar a Nuria al viaje. Con esa simple pregunta, la niña marcaba territorio. La respuesta más negativa sería la de un 'no'. Pero entonces su plan nuriesco quedaba por completo descartado. Lo unico bueno era que jamás había mencionado la idea a la propia Nuria. Hoy tendría no un problema, tendría dos, y uno de gran tamaño dramático.

Pensaba en eso y en la inquietud y molestia que le provocaba la falta y a la vez presencia de Nuria. Era una droga. Sabía que le hacía mal pero necesitaba 'drogarse'. Llenarse de Nuria... como el concierto. Poseerla... o ella lo poseía a él. La conoció en sus clases de la universidad. Jóven de apenas 23 años que siempre se sentaba a su lado. En varias ocasiones ella le había sonreído directamente y él evasivo, sonreía de vuelta sin continuar la posibilidad de acercamiento. Cansado de tantas historias de triste final y convencido de que no existían mujeres que no estuvieran interesados en algo de él y no en él; evitaba cualquier acercamiento. Así habían pasado ya más de 5 años desde su divorcio con María. Solo y sólo con amigos. En cuanto a mujeres evitaba relación. El interés femenino sobre cosas, beneficios y accesos; para él, eran sumamente manifiestos y groseros, incluso vulgares; así que las evitaba tanto como podía.

Con Nuria no fue muy diferente. Era obvio que ella lo veía como una aventura o un reto; pero a él le llenaba, le llenaba la parte vanidosa de la "eterna juventud" envuelta en un bello cuerpo casi de niña pero con ímpetus maduros y seguros. Le llenaba la mirada a veces envidiosa de otros hombres, cuando la llevaba a sus eventos culturales y esotéricos, de los que era fan convencido. Le llenaba su ego sexual el ser llamado "mi hombre" en boca y voz de quien apenas comenzaba su vida. Y le llenaba la impaciencia y energía que en el lecho ella convertía en largas noches placenteras, dejandolo dormido o exhausto y encontrando en sí mismo, fuerza y habilidad que décadas atrás hubiese querido haber conocido.

El día que Nuria lo besó detrás de la puerta del salón de clases sin haber dicho ni una sola palabra, fué el mismo día que se había sorprendido a sí mismo cantando bajo la ducha, después de tantos años de no haber siquiera hablado en voz alta estando solo en su departamento.

Nuria le dió vida a su no vida. Nuria despertó en el cuestionamientos sobre sí mismo. Nuria lo devolvió a la vida que él nunca debió de haber dejado. Nuria incluso, le hizo ver el constante chantaje que María había generado en su relación y que él poco a poco fue eliminando. Pero Nuria lo desesperaba al mismo tiempo. Lo hartaba de tanto juego cuando a veces, lo que no quería era jugar. Le huía los días que se sentía pensativo, la hacía de lado cada vez más, cuando deseaba a una interlocutora, más que una amante. Nuria poco a poco se fue convirtiendo en solo sexo. Y de solo sexo, sabía que no podría seguir manteniendo una relación.

Los días de Nuria se contaban ya con los dedos de las manos... o ¿de una sola mano? Pero cada que miraba sus fotos sobre el muro apodado para él y solo que él sabía: 'muro de lo pasajero' y la veía, sentía algo. Una punzada en su vientre. Un chakra, un deseo y lo que apenas se ponía borroso, se re imprimía. Nuria lo tenía 'embrujado'... Su cuerpo, su piel, su textura. Su olor, su voz, sus gemidos, su grito. Su mirada, su sonrisa, sus silencios mirandolo. Su movimiento, su cadencia, su caminar, sus ademanes. Su pensarla, imaginarla... sus muslos, sus senos, su cadera, sus nalgas... Nuria.

El violín paseaba, giraba, gritaba y la orquesta; él. Caminaba a su lado. El violín; Nuria corría, dejaba levantar su falda, giraba, se desvanecía. La orquesta giraba, saltaba, seguía. Él.

La puerta sonó. Dejó los campos rusos y el viento de verano con olor a Vodka y a Nuria en sus manos y despertó... Caminó a la puerta y abrió. Los tres de pié lo miraban. Alfonso sonrió.

- Matias, te presento al güey más loco y raro de este edificio, el señor Don y como vez... desnudo Juan - los tres recorrían la mirada a todo lo largo del cuerpo totalmente desnudo de Juan.

Alfonso siguió hablando ante la mirada atónita de Matias y obscena de Camilo que no perdía detalle...

- Cabrón, para hacer esas escenas quita a Tschaikovsky y mejor pon a Bethoveen con su quinta, cuando abras la puerta en pelotas... -

03. Fiesta! Alfonso

Era casí inverosímil que Alfonso se encontrara en su departamento en sábado a las 10 de la mañana... ¡solo!

La competencia musical estaba fuera de horario, cuando Camilo dió un brinco asustado, gracioso y ridículo al mismo tiempo en medio de su baile con fondo de Peyroux. Los acordes sonoros y fortísimos de Morrison y su famosísima y cadenciosa "black magic woman" dejaron de ser música y convirtieron aquello en un conjunto de ruidos. Incluso Matias en el pasillo de acceso al elevador antiguo de reja de bronce, ecléctica combinación de 'art noveau' y 'art deco'; notó la unión grosera e imprudente de ambos sonidos. Dudo por unos segundos si había equivocado en arrendar ahí, pués el día que lo visitó, el silencio y el canto de pajaros, le dieron seguridad de no estar equivocado. En ese momento, ambos sonidos, lo pusieron a dudar...

-¡Okey, mensaje recibido, méndigo misógino!- grito la voz de Camilo, mientras apagaba su estéreo. Su voz retumbo en todas las ventanas de cada uno de los pisos al mismo tiempo que la delicada voz de Madeleine apagó sus cuerdas vocales, dejando así a Jim Morrison tomar control del escenario.

La sorpresa del grito de Camilo hizo a Matías poner atención a la probable reacción, posterior al título -amable- que había sido expresado. No tardó la respuesta:

-¡Buen día princesa del arcoiris!- sonó entre risas la voz de Alfonso.

Matías sintió terror al pensar si no había cometido un gravísimo error al rentar ahí. Uno llamado misógino a gritos y otro llamado 'princesa' a tono irónico... Continuó subiendo por las escaleras para alcanzar al elevador en el segundo nivel, que iba repleto de cajas.

Alfonso, publicista de profesión, 'playboy' de afición. Llevaba unos meses menos que Camilo viviendo ahí y ambos mantenían una excelente relación similar a la del Ying Yang. Negativo, positivo, imposible decir cual es cual. Uno delicado y femenino, orgulloso de su homosexualidad y Alfonso que se afanaba por todos los medios habidos y por haber de su heterosexualidad llevada al extremo que grita, que profana y disfruta 'trofeo a trofeo'. Alfonos, profundo y convencido coleccionista de amores momentaneos, de placeres fugaces y declarada soltería, que aleja todo aquello de títulos posiciones que pudieran significar un mínimo de compromiso. Alfonso estaba comprometido consigo mismo. Y ello, dejaba dudas.

Alfonso tenía éxito en sus dos ámbitos activos. En la publicidad, donde manejaba hábilmente su capacidad social y su excelente humor para atender e hipnotizar a sus clientes, en el vanidoso y constantemente 'vacío' mundo del querer ser y mostrar. Y con las mujeres, a quienes brindaba constantemente atenciones y exaltaciones que las convertían en victimas, a algunas; y en complices a otras. Experto de noches que ni Zalman King podía imaginarse en sus más cachondas libaciones eróticas en "The Red Shoe Diaries"... donde David Duchovny lejos de encarnar a William Mulder y perseguir extraterrestres, disfrutaba de cartas íntimas de mujeres no escuchadas. O perpetuando al trístemente acabado y decrépito Mickey Rourke 'matando' de placer a la famosa Kim Bassinger en la memorable de 1986 "9 semanas y media". Alfonso un 'Christian Troy', de Nip/Tuck recargado con más capítulos y co-estrellas que todos ellos juntos.

Proveniente de un padre exitoso en los bienes raíces y una bella mujer argentina, enamorada del poder y dinero de su padre. Alfonso heredaba dos ramas genéticas de éxito y desdén natural hacia la vida. El compromiso era con él mismo y pocas reglas y muebles conformaban su espacio. El cuerpo central; su recamara, exaltaba su visión de lo que un departamento debía de ser para él: Sexo.

A sus recientes 40 años, coincidía sin saberlo y sin que ninguno lo supiera en cuanto a edades con sus vecinos. Siendo considerado buen vecino y amigo querido y despreciado -misógino- de Camilo.

Por su parte, el otro vecino Juan, mantenía su distancia. Cada cuando que se reunían, Alfonso jugaba con las ideas relevantes y constantemente expuestas por Juan. No en afán de ridiculizarlo, sino en su propio estilo, él no darle importancia a casi nada, por no decir a nada. Juan era quien ponía sus límites al tomar en serio sus propias lucubraciones, minimizadas por Alfonso. Esa terapia constante se daba en charlas que el propio Camilo, disfrutaba siempre y cuando no entraran en el terreno de poner en juego su pasado o esa época "dorada" de sus treinta; que a los otros, no era secreto alguno que representaba el punto negro del buen Camilo.

Alfonso no tenía pareja, tenía muchas parejas y ninguna. Cada una le agradaba en algo específico. Lo manifestaba y las exaltaba, con ellas o no presentes. Siendo que mantenía un mínimo de discreción al comentar sus hazañas, podía dibujarse un plano claro y rico en nombres, del tipo de mujer de Alfonso. Con unas veinte, se podía formar a la Venus. Con menos, quedaría inconclusa. Pero ninguna de ellas lograba reunir en sí misma, las ventajas de todas las demás, siendo que supiese o no de la existencia de las demás.

Alfonso las quería. Sin duda era galante. El respeto y los modos de su trato para cada una de ellas, era definitivo; el punto de quiebre, entendido por ellas como la exclusividad; para él no formaba parte de ese listado de aspectos a ser respetados, ni siquiera, de ser considerado.

Su mayor fortaleza era su mayor debilidad. Nunca podía estar solo por más de un par de días. Ello solo sí había ocurrido algo en sus negocios o cuando enfermaba. Ellos, sus vecinos, lo sabían y de alguna forma lo disfrutaban, pues era en esos días que aparecía, se mantenía y buscando compañía, sino sexual, se las arreglaba para 'visitar' sin invitación a cualquiera de los otros, comunicando sus recientes conquistas y conclusiones del género bello.

Unicamente, hacía ya algun tiempo. Martha le había generado la unica crisis conocida de Alfonso. Con ella, Alfonso estuvo a punto de declararse monógamo. Evento que tenía feliz a carcajadas a Juan que gustaba de vaticinar comportamientos y sucesos, basado en sus propios análisis que la lógica era exclusiva de él. Pero el evento Martha no fructificó y una mañana fría de Enero, Camilo fue el unico que la vió salir por el pasillo central por ultima vez para núnca volver.

Alfonso nunca habló de ello. Camilo solo repetía cuando surgía el tema: "la vi irse" y Juan, montado en un papel paternalista, regañaba a Alfonso sugiriendo haber perdido a la unica mujer válida y aceptada, claro por él mismo. Sin siquiera haberla conocido y ante el silencio extraño y atípico de Alfonso, que no decía nada de Martha.

Fuera de ese pasaje 'marthoso' Camilo y Juan prácticamente conocían a todas sus conquistas. Jóvenes, no tan jóvenes, altas o bajas, llamativas o discretas; solteras, casadas, una viuda incluso; heterosexuales, bisexuales, dúos, tríos y una sola constante, sensuales.

Todas ellas, había que reconocer; portaban esa magia de la sensualidad que el género femenino confunde con accesorios, vestimentas, olores y movimientos. Pura sensualidad en lo más simple, lo más primario: cuestión de actitud.

Alfonso escogía o era escogido por ese halo. Por esa nube mágica de la sensualidad. De hecho, él era sensual. Su actitud era sensual y seguramente como imán, atraía a las mujeres con esa mirada unica de ojos verdosos en su tez cuidadosamente siempre bronceada. Extraña mirada, no la de desnudar a una mujer, 'con la simple mirada'; que solo a veces, pocas veces es deseada y muchas veces, las más de las veces, es grosera, vulgar y corriente. No esa mirada de 'te desnudo' tan común y que tantos hombres utilizan como utilizan el tenedor tres veces al día... la mirada de -tú, desnudame a mí-.

Muchas noches y muchas mañanas los tacones sonaban, subían y bajaban. Las risas complices, los breves gritos y el amanecer silencioso de quien no hace ruido, pero hace más al no querer hacerlo. Muchas otras, las fiestas terminaban en el departamento de Alfonso. La llegada del final de fiesta, inicio del encuentro.

Camilo sufría cuando se declaraba noche olímpica y retumbaba su techo con las tablas gimnásticas de Alfonso y compañía. Ya habían pasado muchos meses del acuerdo entre ambos que tuvieron y que mantuvo divertido a las carcajadas a Juan toda una mañana.

Evento recordado por siempre, cuando del propio bolsillo de Camilo, se colocaron bases de hule a la base de cama de Alfonso, lo cual disminuyó el malestar -de la princesa- notablemente. Ambos estaban en paz y la amistad perduró, ante las ojeras inexistentes de Camilo, pero exagaradamente notorias e increíblemente falsas, dentro de los histéricos discursos dignos de una diva que concluyeron esa 'hulística' mañana.

Alfonso redujo el volumen del estereo y escucho los ruidos de la mudanza. Se dirigió a su puerta y al abrir notó en el vacío de la escalera movimientos en el piso de abajo.

-Vaya, lo han rentado- pensó.

Bajó las escaleras y se topó con Matias de frente. Lo miró y sonriendo alzó su mano naturalmente como quien saluda a un viejo amigo dandose cuenta de la timidez de Matias.

-Bienvenido compadre al edificio. Soy Alfonso tu vecino del piso de arriba y dime en que puedo ayudarte-

-Muchas gracias- Replico Matias aun confundido y sorprendido por el saludo, jalón y abrazo de un perfecto desconocido. No era comun para él tanta camaradería de parte de alguien perfectamente desconocido.

-No confíes tanto, no sabes en que momento te pedirá que le guardes a alguna de sus viejas para que no se le caiga el teatro a éste degenerado. Soy Camilo tu vecino de abajo-

La voz con sonsonete falso de Camilo que habiendose cambiado y vestido, subía las escaleras, aprovechando la entrada de Alfonso con el nuevo vecino; le permitió a Matias ponerle cara a los gritos de apenas unos minutos atrás.

-Muchas gracias... a ambos. Mi nimbre es Matias... Mucho gusto...- Nervioso alargó la mano hacia Camilo que sonriente le tendía la suya.

-No te preocupes... Matías. Ésta y yo aunque no parezca nos llevamos bien. Cada quien sus viejas... perdón sus amistades- Dijo bromeando Alfonso al tiempo que abrazaba a Camilo con un gesto genuíno y rudo. Los tres en la puerta se quedaron en silencio, siendo Matias el que invitó a que pasaran al departamento, al tiempo que los de la mudanza acomodaban cajas y colocaban muebles a su entender...

Los tres entraron admirando lo que los departamentos vacíos dejaban ver previo a ser 'tomados' con las cosas que hacen de cada espacio lugares unicos y radiografías de sus habitantes. Aprovechando la apertura de quien se muda en esos momentos, breves horas en donde no hay reestricción muda de paso a las estancias, pasaron. Sin protocolo, sin permisos de por medio y con toda la apertura que cajas y desorden permiten. Los tres posterior a un breve recorrido de estancias se concentraron en lo que en algun momento correspondería a una sala. De pié miraban entrar y salir a los de la mudanza. De pié los tres hombres se daban la bienvenida de forma silenciosa dentro del espacio, que con el tiempo, sería para cada uno, un espacio especial donde se conocerían a ellos mismos, poco a poco en los días y tiempos por venir. Lugar donde surgiría la gran pregunta, la gran cuestionante que por el resto de sus días rondaría la mente de cada uno.

02. El buen gusto. Camilo

La música rodeaba el limpísimo departamento de Camilo. Tonos crema, paredes blancas, detalles por todas partes, piso brillante de madera crujían a cada paso y giro que Camilo descalzo "femeninamente" daba. Su protagonismo sin audiencia era en cierto modo divertido como ridículo a la vez.

Camilo tenía 40 años. Su rostro reflejaba menos, unos 5 años menos que el aseguraba que sumaba 5 más. Sus treintas como el decía. Su época brillante que en la oscuridad negra de sus pupilas, distanciaba mucho de ser brillante.

Nació en una familia de 'alcurnia' como el mismo presentaba. El apellido Franco, provenientes del bajío mexicano, habían logrado posición y economía gracias a la labor del jerarca, su abuelo, siendo un respetable comerciante con la 'madre patria'. La tienda que después pasó a convertirse en sede de muchos almacenes, fundó una dinastía de hombres y mujeres y multiples historias y leyendas internas que las más de las veces; causaban revuelo entre sus miembros las Navidades. Evento que reunía a la gran mayoría de la familia.

Una de esas Navidades, cuando Camilo apenas tenía 14 años de edad, conoció al que significaría el amor de su vida, así como el causante de su desgracia familiar, cuando decidió dar a conocer de manera más que pública; desafiante, su homosexualidad.

Paul, francés hijo de uno de los socios de su abuelo. Que a sus apenas 19 años de edad en aquella época, representaba el futuro y decidido delfín de la familia francesa. Mantenía en secreto una preferencia, preferencia que puso de manifiesto al conocer a Camilo en tierras americanas y que derrumbaron los pilares en ambas familias, que jamás pudieron sobreponerse a dicha situación que tal vez, en otras épocas, no hubiese sido nada más que una simple anecdota de sobremesa.

Dicho amoría y sus repercusiones marcaron a ambos jóvenes para el resto de sus vidas. Camilo huyó por más de 10 años a Europa siguiendo a Paul, de su mano, que finalmente soltaron, cuando conforme crecían, cada uno encontraba nuevos senderos. Pero ambos añorandose y manteniendo en sentido contrario, gustos y preferencias similares. La inquietud de belleza estética de Camilo, lo llevó a formar su propia galeria de arte en México. Usando los pocos recursos que le fueron conferidos como herencia, posterior a su "traición" al género que le dió nacer. Los utilizo de manera atinada en formarse de una excelente colección de arte, que sumada a su capacidad aprendida de gusto y amor por el mísmo; formaron poco a poco su ahora galería.

Habitaba el departamento 1 del número 40 de la calle de Rocío. Contaba con el beneficio de tener "dentro" de su departamento el único jardín común que a través de una escalera unía al resto de los demás departamentos. Cinco en total, con un esquema de patio interno que en su planta baja, como parte del departamento uno, se denominaba el jardín común -de Camilo-, mote extensivo que los demás habían puesto. La fachada interna del cubo central, delicadamente labrada en cantera gris, típica de la época; le daban un aspecto señorial. Sus macetones del mismo material, contenían de forma armoniosa helechos y arboles, pinos y ficus un verde hermoso, contrastante con el gris de la piedra. El piso en mosaicos venecianos en tonos azules y naranjas, lo hacía verdaderamente un espacio bello.

Camilo usualmente mantenía las puertas que daban acceso al patio abierta, por lo que sus gustos musicales y su acostumbrado volumen alto, formaban parte de la experiencia auditiva vivencial del departamento dos, que se estaba apenas ocupando por Matías, del tres y ya no tanto del alejado en altura, departamento cuatro; pomposamente denominado con su etiqueta personal en el directorio de la entrada: como 'Penthouse' por Juan, su arrendatario que de forma impuesta, sin mucha negociación, ni tampoco negociadores exigentes, ostentaba la unica relación con el dueño del edificio, que siempre mantuvo como secreto, guardando su nombre y dato. Incluso del propio portero José que ocupaba el quinto espacio y que se encontraba en la parte trasera sin acceso al cubo central.

Las únicas ocasiones que alguien se atrevía a competir en cuanto a gustos musicales a altos volumenes era Alfonso, amo y señor del departamento tres; cuando a la par de risas y grititos femeninos, dejaba clara su vocación musico-orgiástica, generalmente los fines de semana.

Así a lo largo de ya más de cinco años, Camilo habitaba y en verdad gozaba su habitat, su espacio, su rincón íntimo que poco a poco se comenzaría a abrir esa mañana a la llegada de Matías. Generando una nueva dinámica de entendimiento y apertura de todos ellos. Esa mañana que muchos años después, alguien recordaría como el inicio del cuatro cuarenta.

01. La llegada. Matías

Matías tomó la página del periódico doblada, arrugada y manchada de lágrimas de su madre. Su mudanza en términos sentimentales, bien parecía una escena en blanco y negro; trágica y con música de fondo, bien podría ser Wagner, pesada e incomprensible, lo que provocaba tensión y un dejo de desesperanza a la escena; al despedir a su madre.

-No mames, como exagera...- dijo al aire.

Su mudanza que en total representaba trasladarse de la colonia Cuauthemoc a la Roma, un total 15 cuadras; para ella: equivalía a que el hijo partiera de la alemania nazi a las tierras de américa en medio de la guerra. Mismo drama, misma cantidad de lágrimas y un dolor acumulado provocado por la incompatibilidad de horarios de la señora y su "pequeño" vástago de tán solo 40 años de edad...

Circulaba lentamente en su pequeño Volkswagen color azul, sin dejar de mirar el espejo retrovisor, cuidando los movimientos del camión de mudanza que portaba su vida. Cuarenta años de algunos muebles, cuarenta años de libros, cuadros, objetos y pecera. Su preciada pesera. Los peces agitados dentro de su auto viajaban en un pequeño jarrón con plástico agüjereado que permitía la circulación del aire a su interior. Sus testigos, sus peces; los únicos invitados constantes a sus largas noches de vela, cuando la inquietud de querer tener una vida propia terminaba e iniciaba ese día.

Matias vivió hasta ese día en casa de sus padres desde su nacimiento. Creció y jugó en el pequeño jardín que su madre apreciaba incluso más que a sus propias cosas. Dió su primer beso, escondió sus primeras revistas pornográficas, sintió la punzada del deseo por vez primera y habló solo con la luna, en ese pequeño jardín.

A la muerte, hace 2 meses de su padre; había decidido vivir solo. Iniciar su propia vida y darle un 'hasta luego' a su madre que, como hijo único y ante la reciente soledad del padre; concentró toda su atención en Matias, atención que lejos de acercarlos más, los alejó y fue así que decidió finalmente cumplir el deseo secreto de su padre: irse de casa.

El azulado volkswagen se estacionó mientras el camión hacía maniobras ruidosas para ser sábado por la mañana, estacionandose en la puerta del 40 de la calle de Rocío.

Matias miró la fachada del edificio gris. Sobrio y elegante, el departamento que finalmente y casi a escondidas había rentado. Su calle. Un perro pasó e indiferente lo miró.

La ciudad despertaba, el sol levantaba su conocido camino y el aire comenzaba a agitarse. Los mudanzeros comenzaron a bajar sus cosas. Cajas, tapetes, muebles viejos, descoloridos, cuadros típicos, posters, cajones de ropa... emocionado Matías encendió un cigarro al mirar sus cosas. Parecían menos cosas que las que el había empacado. El espacio que ocupaban en la enorme caja del camión no llegaba ni a la mitad.

Una puerta del primer balcón, justo encima de la puerta se abrió. Alguien se asomó. La mirada inquisidora de Camilo se concentró en Matias. Se miraron de reojo. Camilo altivo vistiendo una bata blanca de seda estudiaba los muebles y objetos que poco a poco dejaban los hombres en la acera. Uno a uno los miró...

-¡Hay Dios! pero que pésimo gusto del vecinito nuevo...- habló Camilo para sí mismo. Volvió a mirar a Matias que fumando supervizaba la bajada de objetos.

Camilo entró a su departamento, encendió el equipo de sonido y la suave y decididamente bella de Madeleine Peyroux comenzó a cantar...

J'ai deux amours, Mon pays et Paris, Par eux toujours, Mon cœur est ravi, Manhattan est belle, Mais à quoi bon le nier, Ce qui m'ensorcelle, C'est Paris, c'est Paris tout entier...


La calle de Rocío cantaba... la sensualidad de la voz de Madeleine y el aire de mañana mareaba, el baile femenino de Camilo rompía con la belleza de la visión que daba comienzo al cuatro cuarenta.

00. Instrucciones

¿Cómo leer esto?

Mi primer e-series / e-novel / e-book / e-invento o como quieran llamarle, va siendo escrito al mismo tiempo que todos ustedes van leyendo. Es una prueba extraña que he ideado para divertirnos juntos y conocer la trama y sucesos reunidos en "cuatro cuarenta".

Todos sus personajes, lugares y situaciones son ficticias, cualquier cosas que se parezca o sugiera alguna realidad pasada, presente o futura es mera coincidencia.

No fueron maltratadas personas, animales o vegetales en la producción de esta obra a excepción del autor.

Cada capítulo está numerado y se sugiere leerlo en orden ascendente (0, 1, 2, 3...) para entender la trama. El desorden de lectura de lo sugerido, podría generar una nueva forma de entender "cuatro cuarenta" de la cual sería unica y parcialmente responsable; pero no se garantiza él entendimiento propuesto.

Cada capítulo cuando es escrito se archiva al frente y aparecerá en pantalla, esto es que el capítulo 1 está 'al fondo' y el capítulo más reciente 'al frente'. A su derecha está el índice que con activar el campo, retomará la lectura en el capítulo deseado. Reproduce exactamante los sucesos como en nuestras propias vidas en tiempos últimos, razón por la que nos tomamos un café con alguien y comenzamos de atrás para adelante previo al 'estudias o trabajas'...

Todos sus comentarios serán bienvenidos en: jccwww@gmail.com los cuales al término de la obra serán incluídos como parte integral del todo.

En cada capítulo al final, al pie de página, se encuentran tres campos de calificación: Bueno, Regular y Malo que de manera anónima pueden calificar. Ello me dará guía para que de forma orgánica se mantenga un nivel de interés alto en toda la obra; algo que en la estática de un libro se deja "a la buena de Dios..."

Gracias.

JC De la Concha
Julio 2009