06. Deslealtad

Juan olvidó por completo que María había quedado de visitarle ese sábado. Su negativa interna y aceptación superficial en lo externo no sincronizaron que lo agendara. Al verla entrar, y con ella la estela de silencio que provocó su arribo, comprendió su negativa inconsciente horas antes de que Nuria pasara la noche con él.

María… la mujer que pudo ser, pero no fue. La belleza del cabello largo, dorado, cuerpo delgado y sensualidad hasta en la punta de sus uñas, se extinguía, se esfumaba, desaparecía… el tiempo causa estragos en aquellos que permiten crecer sin evolucionarse.

María… la dama, la ingenua, la amable, la puta, la ‘femme fatale’, la ilustrada, la pupila, el amor, el amor de vida… María, el recuerdo.

Ofreció su asiento al ponerse de pie y mirarla. Su mirada aun lo cautivaba, lo poseeía. Odiaba ser rehén, odiaba su decepción de sí mismo al mirarla y saberse superado en su propio control. No la amaba pero no podía negar aún quererla.

“María, amor mío, el que fué… me voy unos días. No quiero verte cuando vuelva. Para que no equivoquemos, en 10 días exactos. Lo hablamos, lo acordamos. Está dicho. No dejes nada de ti, no dejes nada que huela a ti. Me lastima y por respeto a eso que llamabas -amor a mí-, si acaso no sea una más de tus frases armadas, quitalo, limpialo, barrelo, levantalo, llevatelo, desaparecelo…

Dejo comida en el refrigerador, hice super… jamás pensaste que lo haría; jamás dejaste que te sorprendiera. Te pido respeto y espero que tu nuevo amor también se respete y no pretenda visitar un espacio que no le corresponde. Rincones escritos de ambos, espacios donde no creo que quiera ser recordado cuando en tu mente solo me pertenecen a mi.

¿No volverás? Puedo leer tus labios decirlo. Bien, haslo. Al menos dignidad tienes; espero… La niña estará bien, te llamará diariamente, puedes llamarla tu también. No escondo nada.

No te odio, pierde cuidado; ¿lastimarte? espera, que lo haré. Sigue leyendo y verás cuanto te lastimo. Usaré tu propia incongruencia en contra tuya. Tu misma te lastimarás. ¿Mucho amor? pues en la misma medida te será devuelto mucho dolor. Yo descanso al escribir esto; tu te revolcarás en tu interior al querer replicar, en defensa. Pero María... ¿qué pretendes defender? no te escucho más. Eres tan viva para mí, como los cuadros sin ojos de Modigliani... efectivamente, nunca supe quien eras en verdad.

¿Odiarte? eso sería darte mucho lugar. Te respeto por increíble que parezca. Te evitaré, eso sí; no quiero perder un segundo más de mi vida con alguien tan frugal, tan fácil, tan simple que cualquiera lo toma… las rosas al menos tienen espinas, hablo de rosas de camellón... ¿comprendes?

Adiós María, anda, ve, rompete más; rompe corazones, rompe metas, rompele la madre a quienes les digas con tu vocecita "te amo"... al fin y al cabo la que se está rompiendo eres tú. Tienes la capacidad ya probada de poder hacerte la víctima. Haslo, haste la víctima, al fin y al cabo; la "obra de teatro" es tuya... te recuerdo que a las 500 representaciones la taquilla baja en ventas.

Adiós María. Te amé, totalmente. No te fallé, jamás. De haber sentido algo por alguién más, te hubiera dicho, hubiera confrontado, hubiera aceptado los costos que tuviera. No me hubiera quedado como lo hiciste, callada, en silencio y encima esperando a que mis suposiciones fueran expresadas por mí. No te culpo por encontrar a alguien más. Te culpo por la cobardía de dejar que el silencio hiciese en mis palabras encontrar la verdad. ¿No quisiste lastimarme? Por Díos, ¿crees que no lo hiciste?... ¿dijiste que esperabas el momento apropiado? Mujer; el momento apropiado era en el momento apropiado en que dejaste de amarme o quereme, o... necesitarme. Ni antes, ni después. Crees que yo esperé el maldito momento apropiado para decirte que te amaba, no. Lo dije justo en el momento que lo sentí; lo apropiado hubiese sido no dejar que yo continuara pensando en tí.

Disfruta, eres libre y muy libre veo. Repartes amor como veo de flor en flor... cuidado, no sea que te marchites en tanta busqueda.

¿Qué cruel? tu silencio lo fue más. Espero nunca lo sufras. Creeme es espantoso. A tu nuevo amor sólo le deseo que sea prudente... puede que lo dejen en silencio.

Ya puedes ir arrugando esta carta que escribo, punto final a las miles que te escribí desde el día que te conocí. Yo no me arrepiento, mucho menos dejo de agradecer que fuiste la madre de nuestra hija; pero el punto final que pusiste… resume lo que eres. Tu definelo, tu serás tu juez.

Adios.

Juan”

Casí podía ver esa última carta que escribió. Furioso, enojado, engañado. El sabor y el sentir la deslealtad es espantoso. Máxime cuando ni siquiera pudo decirlo, máxime cuando con sus silencios y cabeza baja dejó que él supusiera, dejó que él dijera casi paso a paso el desarrollo de su infidelidad. Cuando que desde siempre él propuso decirlo, preverlo, anunciarlo, buscar solución antes del desenlace fatal.

Trataba de respetarle, pero María era para él desde esa noche, que con sus silencios anunciaba estar poseeída por otro; monumento a la deshonestidad.

Se sentó delante de ella y sin siquiera ofrecer algo, cruzó brazos y piernas. Matías comprendió al mismo tiempo que miraba hacia Alfonso que era momento de la retirada. Ambos aun de pié. Ambos se despidieron brevemente. Ambos salieron y la puerta se cerró.

María miraba a Juan. Juan miraba a María... Juan sabía que no la volvería a ver.