15. Tiranos

- A la chingada...- gritó Alfonso.

Juan lo miraba. Alfonso caminaba desesperado, molesto, agitaba la cabeza. Su cabello corto, negro, ondulado, apenas se movía.

- ¡Cómo carajos crees que pudo haber pasado algo! De que la vieja es coqueta, lo es. No lo niego. Pero acaso me crees un cabrón capaz de tirarme a ¡tú! mujer solo por que ella coquetea y le gusta el jueguito de encender a cuanto güey se le pone enfrente... ¿Dime? - Contesto Alfonso alterado.

- Solo pregunté. Te molesta la pregunta... ok, no hubo nada; ¿pero niegame que lo imaginaste? - dijo Juan con tono inquisitivo.

- Ja ja ja... ahora me vas a decir que no puedo pensar lo que pensé. Ahora quieres hacerme auditoría de mis pensamientos. Pondrás en tela de juicio mi amistad por lo que mi cerebro haga o no haga...

Juanito sí, me imagine todo, no puedo decirte que no. Compadre tienes muy buenos gustos y ese es el precio de tener mujeres deseables. Otros las desean. Si eres muy celoso, consigue una fea, una que nadie voltee a ver, una que no inspire ni un besito de buenas noches. -

- Estás enfermo, me cae... - dijo Juan bajando la mirada.

- ¡No señor, el enfermo eres tú que te lastima lo que otro pueda pensar! El enfermo e inseguro eres tu que por todos lados terminas exactamente por la misma razón con tus mujeres, por celos y miedos...

Acaso no te divorciaste con Maria por la misma razón. Con el tiempo y... perdona, pero viene al caso... con el tiempo tuviste razón, estuvo con otro; pero ¿no te has preguntado si acaso fue importante cuando sucedió y ya se llevaban muy mal...? ¿En verdad crees que eso importaba? ¿No era más importante el daño que te hiciste que lo que cualquier acto sexual de otro con otro más allá, significaba?.

Piensalo, ten seguro si acaso importa, que Nuria conmigo no estuvo. Sabe Diós que pasó por su cabeza, es suya. Por la mía sí, sí amigo, imagine cosas; pero no me justifico, no. Soy libre de pensar lo que quiera. O acaso tu lo harías ¿cuantás de mis amigas no has imaginado tenerlas en tu cama? no podrás decirme que no fue así. He visto como las miras, a mi no me molesta. Tu mente y es más, tu cuerpo es tuyo, no mío y mucho menos ellas son mías. Imaginate, de pensar así, la de problemas que tendría por miradas y posibilidades de pensamiento de cientos de hombres en cientos de lugares donde he estado con mis mujeres.

Me volvería loco. Sé que hay muchos que no les gusta que vean a sus mujeres. Pobres, deben de sufrir mucho, sus niveles de inseguridad son sus peores enemigos... tu no eres así Juan.

Deja de preguntar por la fidelidad dudosa de Nuria. Te matarás en la angustia. Y ya que se ha ido y ya que creo que no volverá, te diré que no confiaría en ella, mata la incertidumbre, mejor elige que fue infiel; pero al menos estuvo contigo. Pero es momento de que la dejes ir, es más, nunca debiste de haberla considerado "tuya". Ni a nadie. Ni a María.

- ¿Cómo? - dijo Juan genuinamente intrigado por las últimas palabras de Alfonso.

- Mira, te pregunto y respondo, escuchame... ¿Sabes de que tienes que sentirte bien? - Alfonso se sentó de frente a Juan poniendo sus manos sobre sus piernas.

- De que tu lealtad a tí mismo está intacta. De eso debes de sentirte bien. No pongas sentimientos en otros, no te vuelvas rehén de otros. Es como la mentira, precisamente. Al mentir rompes con tu propia lealtad. Cuando mientes te entregas al otro. Cuando mientes renuncias a tí mismo. Colocas tu verdad al libre uso de los demás y dado que la verdad es relativa, cada uno la suya; quedas a expensa de todos con una mentira manifiesta. Sepan o no que existe la mentira, tu sí lo sabes y renuncias a tí mismo. Eso es peor que la peor de las infidelidades, si acaso importa.

Si una mujer te dice que te ama, está manifestando de forma abierta su lealtad y una verdad. No dice que te pertenece, no dice que es objeto tuyo. No renuncia a ella misma. Solo manifiesta que el amor que siente en un momento, está dirijido a tí. Mientras no mienta, no está siendo infiel. Es genuina. Y ese amor sube y baja, en la cama hay uno, cuando se lava los dientes hay otro; no es constante, no somos constantes, somos un organismo vivo, variable, cambiante.

Ahora hay un punto por el que todos pasan y la mayoría se atora. La exclusividad y ahí es donde empiezan los pedos.

La exclusividad es un acto egoísta en el mal sentido de la pertenencia y digo mal sentido por que afecta a otros, no por egoísta.

El que posee algo puede compartirlo, pues lo posee y no teme perderlo. El que pretende poseer a una persona podríamos llamarlo y es un tirano. Efectivamente, pretender poseer a otro es tiranía. El esperar la exclusiva de un ser es un acto tiránico.

Si un ser manifiesta que su amor es hacía alguien, no por ello da derecho a poseerlo. Solo a aceptar o no ese amor y que si existe de tu parte a la misma persona el mismo sentimiento, entonces hablamos de una pareja, de un vínculo de amor ¿Pero en donde dice que eso conlleva posesión y exclusividad?

Lo dice la costumbre. Por que mientras no seamos testigos del acto infiel... No afecta nuestra posición de amar, no dice el dicho: "ojos que no ven, corazón que no siente"... sabia forma de mitigar el dolor de la costumbre de querer poseer y tener.

Creeme. Amaste a María de manera genuina. Tu mente tomó la costumbre aprendida de la exclusividad y sobrepuso a tus sentimientos una duda. Ahí dejaste de amar y te confundiste con necesitar. Fuiste víctima de tí mismo. Obvio eso llega por alguna señal o suceso externo que desata a tu mente. Con María supiste de una infidelidad hasta después, mucho después de haberte divorciado. ¡Tomaste decisiones de algo que solo estuvo en tu mente! seguramente en la realidad, pero tu realidad ya estaba distorsionada.

Somos fieles solo a nosotros mismos. Es la única fidelidad genuína, la única real. La fidelidad manifiesta de otro, permite la existencia de la infidelidad en el mismo instante. Es como el famoso y mal entendido también "compromiso", hablando de parejas. Cuando alguien manifiesta necesidad de compromiso, establece exclusiva y en dicho momento se convierte en un tirano. No por lo feo de la palabra, pero por el concepto de hacerse de la libre voluntad del otro. Una verdadera pareja no tiene necesidad ni de establecer "compromisos" ni de discutir acerca de la fidelidad. Se dá y punto. Y ahí van todos confundidos a manifestarlo en templos y documentos que unos rompen y otros solo guardan en el cajón...

El terror y necesidad de la costumbre que menciono, viene en la expectativa del futuro. ¿Hasta cuando?... se dá al sabernos finitos. Morimos y mueren nuestras inquietudes y necesidades, se suplen, cambian, evolucionan y es común entonces querer eliminar lo finito, lo molestamente finito, lo inevitablemente finito por un "para siempre, amor mío..."

¡Y encima, somos capaces de prometernos y asegurarnos en base a eternidades -siendo finitos- que no es más que una verdadera mentira! donde volvemos al punto de entregar tu libertad a las manos de otro. Acto que considero el más decepcionante y triste de cualquier ser humano.

Yo creo amigo, creo Juan, que no hay mayor fidelidad que a nosotros mismos. Creo que cuando expresas un 'te amo' sincero a otro, sin mentir, sin querer engañar, sin esperar nada, es un verdadero acto de amor, genuino y real. Y creo que puede ser válido para un momento, para un día o para una vida completa que termina un buen día. No creo válido vivir una vida esperando recibir fidelidad, entrega, compromiso de otros... serás el tirano más infeliz de la tierra. O el estúpido más grande si pretendes que te amen solo por que un día dijo que lo hacía...

Esto que pienso, sé que muchos y muchas no les gusta ni lo entienden. Pero mientras yo lo haga, es suficiente. Amigo. Es algo muy sincero, es algo muy real, tanto que yo lo creo totalmente sin mentirme a mi mismo. -

Juan se quedó mirando a Alfonso. Sus palabras llegaban fuerte al fondo y por un instante se sintió exageradamente bien. Sintió no necesitar a nadie, sintió que Nuria no era más allá que otra persona, no sintió necesidad de ella. Se sintió en paz.

Se levantó y mirando a Alfonso solo dijo:

- Me has dado una lección. Creo que amar puede ser algo bello. Siempre creí que el amor conllevaba sentimientos de dolor, pero, ¿no veo por que, ni para qué?

Alfonso sonrió... - es la costumbre esa de que hay que sufrir, compadre... -

14. Nuria...

Matías despertó. Aún somnoliento caminó despacio hacia la cocina recibiendo de golpe la luz del astro rey, que como flash, obligó a sus ojos a cerrarse para adecuar la entrada de luz. Un día más. El luto ya estaba pasando y poco a poco de forma consciente volvían sus sentires a la normalidad.

Calentó agua, tomaría café. Aroma a café...

Pensó en su madre. Cómo los aromas pueden transportarnos, pueden hacernos recordar, sentir, vivir y re-vivir momentos que por segundos parecen olvidados en nuestras mentes y nuestra memoria. Su madre se le vino a la mente, inundando sus sentidos por completo. Su voz, su presencia, su olor, sus caricias de madre que siempre lo reconfortaron. La tristeza lo inundó, se sintió sólo, sintió frío. Miraba la ventana moviendo sin siquiera mirar la cucharita dentro de la taza. El ruido del metal en la cerámica. La campana de la mañana, cuando escuchaba a su madre preparar el café diario de todos los días...

Sus sentidos, somnolientos fueron uno a uno despertando. El silencio del edificio contrastaba con su ventana que daba a los techos vecinos. El sol se abría paso entre las nubes nocturnas que tapaban la ya antaña vista de estrellas sobre el valle de México. La soledad lo inundó y dejó que sucediera.

La luz recorría los muros, tocaba las piedras, rozaba los marcos de las ventanas, acariciaba las ventanas y soplaba las cortinas donde entraba, habiendo vidrio abierto...

Alfonso dormía desnudo. El cuerpo de ella destapada dejaba recorrer la vista por todo su cuerpo. Encima de él, dormía profunda dejando sus cabellos rubios encima de las sabanas...

Juan despertaba encendiendo las bocinas que conectadas a su computadora dejaban escuchar la música suave de violines dar los buenos días de forma amable; quería iniciar una nueva etapa, sin Nuria, sin María, dispuesto a re-inventarse; con una cicatriz en la frente que no le dejaría olvidar días de locura. Juan renacía...

Camilo se levantaba, miraba el cuerpo de su pareja dormido...


Lejos, más allá de la vista, más allá de la quietud y la calma del cuarenta de la calle de Rocío; ella gemía dulcemente. El éxtasis la hacía abrir su boca suavemente, su cuerpo casi desnudo se enredaba entre las sábanas, sus piernas se abrían y cerraban pausadamente. Como melodía que a los acordes de las cuerdas, con impresiones de los metales ascendían en tono y permitían sentir la vibración en cada celula. En cada molecula de piel. Una gota de sudor comenzaba a rodar por su frente, sus ojos negros se abrían y cerraban casi en compás con su boca. Su voz suave dejaba salir exclamaciones que hace temblar a quien las escucha y desear tenerlas cerca, cerca, muy cerca. Sus manos subían y bajaban por todo su cuerpo, la belleza del orgasmo que se acerca con la sentida desesperación del momento culmen rodeaban la habitación de Nuria...

El esperado orgasmo llegó, el grito lo anunció y la palabra como eco lleno la habitación que se llenaba de luz al tiempo que el rostro de Nuria se llenaba de esa mágica sonrisa que solo ciertos momentos pueden generar.

En su mente, en sus manos, en sus dedos la palabra quedó atrapada; la imagen de Juan quedaría plasmada como un adiós o una bienvenida dentro de ella. La imagen del hombre que en muchas ocasiones la hizo sentir lo que sentía en ese momento no fue pronunciada... el secreto pudo haber llevado otro nombre. Acaso Alfonso, acaso Juan, acaso alguien más...

Secretos que solo quedan impresos en las mentes. Secretos que no se cuentan, que no se dicen, siquiera a uno mismo. Secreto de haber hecho el amor con quien se quiera en la mente, cuando se quiere y cuantas veces se desea. Secreto de situaciones, secreto de cuentos, secreto de fantasías que nos permite nuestra mente hacer, sentir y vivir...

Nuria hizo el amor esa mañana. Con quien lo haya hecho era lo menos importante. La entrega era consumada, bellamente rozada, groseramente penetrada. Nuria no volvería, Nuria dejaba ir pero atrapaba el hecho de haber amado mucho. Nuria sería para otra historia...


13. La mañana

Amanecía. El cuarenta de la calle de Rocío como monumento y no edificio vivo, en silencio. La brisa de mañana tocaba su fachada. Suave la acariciaba. La textura de su fachada, macizos, vanos, balcones, ventanas eran recorridos por la luz. Traviesamente dejaba ver los oscuros, convirtiendolos en claros. Sus tabiques rojos ocre pasaban a reflejar el sol tímido de la mañana. Algunos balcones abiertos eran seducidos por las cortinas blancas casi transparentes. Camilo cerraba todo, como parte de su propio ser, cerrado. Matías, en duelo, también cerrado. Había colocado un moño negro en una cornisa de su balcón central. Dejaba claro su estatus. Alfonso abierto, sus cortinas se movían despacio y hacían juego con sus vecinas de arriba, las de Juan.

Por la calle pasaban pocos autos. La vieja de siempre que puntual en su horario regresaba apenas de la misa de mañana. Despacio, caminaba paso a paso. ¿Cuántos pasos habrá dado en su vida? ¿Cuánta pena guardará en su tierno corazón de vieja? ¿Cuántos pecados autoimpuestos presionarán su válvula cardiaca, alguna vez jóven? Caminaba con mirada seria y solo mirando el piso que recorría... ¿Por qué esa imagen tán triste? Por qué tantos viejos se dejan llevar por la tristeza. La melancolía es bella, pero debe de ser como la pimienta, poca y en medida. ¿Acaso el pasado deja solo sentimientos de tristeza? ¿Acaso el ser viejo, debe de llevar eso? El cuarenta de la calle de Rocío; ese que soy yo, el que cuenta esta historia, pero que los confundo hablando en tercera persona, soy viejo y tengo mucho pasado, sin ser triste...

Fuí construído en los inicios de los años cincuenta. Mis primeros ocupantes en mis 4 departamentos eran de una nueva generación que creía más en vidas interiores que en las del campo. Mi ciudad comenzaba a crecer como nunca lo había hecho. Parejas jóvenes llenas de ilusiones que escuchaba por las noches planear, soñar, hacerse el amor, pelear y llorar en mis muros. Debo de haber recibido a una veintena de niños nuevos. Cuide en mis muros y dí luz y aire a muchas mujeres con sus pancitas tocarselas. No hay forma más clara de admirar la ilusión humana, que una madre tocando y admirando su vientre con la nueva vida dentro. Ví a muchas. Me considero padrino de todos esas niños y niñas que sus primeras noches en esta ciudad fueron bajo mis losas.

Algunos incluso me visitan. Vienen años después a verme. Vienen con sus hijos, sus amores, sus amigos. Me miran, me observan, señalan el balcón donde jugaban, donde veían, donde soñaban, donde lloraban. Soy parte de sus vidas...

La muerte, como todo, natural es parte de mi también. Muchos han muerto en mis sombras. Muchos me han asustado sosteniendome fuerte para ser algo seguro como lo hizo Juan. Muchos han azotado mi puerta y sobretodo, muchas. Con Alfonso no me quejo pues balancea bien el ejercicio, desde su forma sensual de cerrar mis puertas, hasta los grandes azotes de alguna de sus presas.

Me han pintado muchas veces, he pasado por muchos cambios de color; pero debo de reconocer que si alguien usa colores es Camilo. Me ha cambiado de color en el interior de su departamento no menos de 10 veces. Creo que su humor maneja el color, o será que el color maneja su humor; como sea, a cada rato me mete fajes de color...

Hay quien no me toca. Don José solo clava clavos. Herramienta nueva que se encuentra, compra, o cambia; clavo nuevo. Es increíble la cantidad de clavos que tiene puestos en sus muros del pequeño espacio que ocupa. Al fondo del edificio en la planta baja. Conserje le dicen.

Pero lo más bello de todo es lo que escucho que ellos escuchan. En tantos años podría decir que soy experto en música. Toda la música que ustedes los humanos crean me fascina. Así como yo fuí creado en un pequeño escritorio por un soñador arquitecto que quiso reflejar su visión de lo que hoy soy, es bello. Crear. Ojala todos crearan. Crear es algo que yo no puedo hacer. Pocos elementos pueden hacerlo. El humano puede, pero son tantos los que no quieren hacerlo. Lo dejan ya sea por sencillez o por dejar, en manos de los "expertos"... que estupidez cuando todos ustedes son creadores. Crear es generar riqueza y debería de ser la primera responsabilidad de ustedes los humanos. Cuando niños se la pasan creando mundos, aventuras, historias, miles de cuentos. Los he escuchado en muchos rincones de mis ser hacerlo. Cuando crecen y comienzan a amar a un ser, crean. Crean poemas, crean similitudes, crean belleza; ¡ni se digan cuando crean vida!

Pero algo les pasa que un día dejan de hacerlo. Dejan de buscar, dejan de preguntar, los llena algo que la vieja que pasa me ha enseñado cuando se enoja y grita a algun perro que no la deja pasar: ¡Soberbio!

Si, se vuelven soberbios. Dejan de querer preguntar. Dejan de querer soñar. Dejan de querer amar. Amar lo que sea, amar la mañana, amar la tarde, amar al ser, amar la vida...

Soberbios que todo lo saben. Soberbios que no permiten que se les cuestione. Soberbios que no dejan que alguien ponga en duda lo que creen, lo que piensan, lo que desean... Dejan de crear, dejan de generar riqueza y se vuelven parasitos de su propia vida y existencia. Niegan cualquier cosa que no sea lo que piensan. Olvidan que el proceso creativo se basa en la pregunta y en el querer las cosas diferentes.

El sol sale. Me baña y calienta su calor y su color. Dejaré de hablarles por que no se supone que esta novela sea mi vida, sino la de ellos, de esos cuatro que queremos conocer a fondo. Vivir sus vidas y conocerlos.

Juan duerme, Afonso duerme, Matias duerme y Camilo...

La luz comenzó a entrar en la habitación suavemente. Los dos cuerpos entrelazados, fundidos, casi hechos uno. La noche quedaba desnuda sobre el piso con la ropa de los hombres desparramada sin orden. El olor a loción y los cabellos revueltos sobre las almohadas no dejaban duda de lo que había sucedido. La mirada de él enfocada al techo dejaba mirar sus largas pestañas. Sus ojos color miel delineaban su rostro perfectamente mientras la luz comenzaba a entrar en la habitación. Su cabello lacio y claro contrastaba con el pelo negro rizado de Camilo. Dormía, Camilo dormía mientras él lo miraba. Su mano no soltaba la de Camilo. Entrelazadas las manos que en su momento debieron de haberse apretado en un climax conjunto que ambos crearon. La mañana iluminaba a la pareja...

El cuarenta de la calle de Rocío comenzaba un día. Pudiera ser el primero o el último, que más dá. Cada día es una nueva historia, un nuevo capítulo, una nueva posibilidad de amar.

12. adiós y gracias...

Juan entró sin casi mirar a Alfonso que se quedó con la mano extendida para saludarle. Juan miró a Nuria que sentada le sonreía.

- Hola amor, vine a buscarte y como no estabas, pasé con Alfonso para saber de ti.

Juan mudo. Miraba a Nuria, miraba sus piernas y su posición. No quería imaginar. Pero deseaba saber... La inseguridad natural lo empezó a rodear y sin mucha expresión, Nuria lo notó. Ella no quiso dar explicación. Sentía un morbo de verlo y sentirlo celoso de ella, la sensación incómoda le gustaba. De forma natural, incluso, un poco sobreactuada; Alfonso dió una explicación:

- Juan... hace unos 10 minutos vengo llegando. Me imagino que Nuria te buscaba y al no encontrarte pasó por acá. Puse la música y me imagino que soy el único en el edificio. ¿Cómo estás amigo? ¿Nos tienes preocupados?...

Juan finalmente miró a Alfonso y en respuesta a su dudosa explicación, sonrió ligeramente. No quería adelantar la situación que había definido con Nuria y menos delante de Alfonso, así que decidió esperar para un momento más oportuno. En los días anteriores que había estado con su hija en casa de su madre, había tomado decisiones. Habló con su hija. Definieron que ella viviría con sus abuelos, padres de Juan. Habló con ellos y estuvieron de acuerdo. Su hija se trasladaría a Guadalajara donde estos vivían. Realizó llamadas y contactó amigos para poder asegurarse de que la muchacha ingresara sin problemas al Instituto. Iniciaba su educación superior en comunicaciones y estaba de acuerdo en hacerlo. La muerte de su madre la había dejado muy triste y el traslado a Guadalajara lo fue aún más.

Juan se había preguntado en cierto momento, el por qué no necesitaba de Nuria en esos momentos. No quería compartir con alguien que solo manifestaba deseos. En efecto, extrañaba su cuerpo, su calentura, su deseo hacia él. Pero no eran los momentos. Necesitaba de paz y de resolver, no de alguien que constantemente exigía, pedía, solicitaba; aunque fuera solo cariño. Nuria no daba, Nuria pedía, a veces, sin siquiera abrir la boca. No era la mujer que el necesitaba. Definitivo, no necesitaba que le necesitaran. No ahora. No con Nuria.

Se sentó en el mismo sillón donde estaba ella y de inmediato, ella le puso su mano sobre la pierna. Lo abrazó y le besó el cuello. Señal de deseo, ni una palabra, ni un aliento a todo lo que había vivido. Juan estaba en una fase de victimización total. Sentía que el mundo le jugaba en contra con tantos hechos rápidos y en cascada que no le permitían serenarse y acomodar sentimientos.

Culpó a Nuria, la culpó de no darse cuenta de los momentos. La culpó de solo querer satisfacer sus propias necesidades, cuando sin siquiera ver el entorno. Culpó a Nuria de estar ahí, estar en el departamento de Alfonso, donde nada de lo que entra, sale limpio. Sabiendo como es Alfonso, bien pudo haber ido a su casa y esperar a que él la llamara. Nuria quería jugar. En su mente comenzó a definir a Nuria más que como su amor, como su enemiga que le quería jugar una mala pasada. Los celos definitivamente lo invadieron.

- ¿Qué hacían? - Preguntó directamente Juan con un tono de voz que reflejaba su enojo.

- Platicabamos Juan... no pensarás... - Dijo Alfonso nervioso, totalmente sacado de balance por la pregunta de Juan.

- Sí, sí lo piensa Poncho... Me cree una puta -

Dijo Nuria al tiempo que se levantaba rapidamente del sillón y caminaba hacia la puerta. Giró y miró directamente a Juan. Conociendolo y tomando la pregunta de Juan como una afrenta, decidió tomar el control de la situación, permitiendo sacar su enojo acumulado de los últimos días al no poder, o más bien, no haber sido convocada a acompañarle en esos días que suponía que Juan la necesitaría.

- Mejor me voy. Cuando necesites de tu putita para acostarte, o cuando estés necesitado de la ramera que siempre está como loca buscandote, queriendo estara a tu lado, o cuando... - Empezó a llorar y controlandose prosiguió...

- Cuando estés solo y quieras que alguien te haga reir, o necesites de la mujer que se enamoró de ti, que estuvo los últimos días esperando a que llamaras y que si no lo hice fue para no molestar en momentos que me supuse que lo que menos querías eran más problemas... conoces mi pinche teléfono. Tu preguntita me dolió, si no confias en mí, jamás lo harás y yo no necesito un niñito, quiero un hombre de verdad... - Caminó alejandose más y acercandose a la puerta esperando una réplica sin tenerla.

Juan la miraba. Sin siquiera una expresión o intento de interrumpir, solo la miraba. Alfonso miraba a ambos. Se sentía incómodo, fuera de lugar. No quería estar en ese momento en su propio departamento. No se movía y no entendía si debía de decir o hacer algo. Ponerse de pié significaba apoyar a su amigo haciendo el ademán del retiro de Nuria. Pero quedarse sentado, le daba a Nuria la señal de que si se iba lo hacía totalmente por su cuenta. No habían hecho nada malo, aunque sí habían pensado cosas, ambos. Sí había habido una situación ligera de seducción que al toque de Juan quedaba interrumpida. Pero el paso que seguía era el de él. Todo fue interrumpido en un momento que pudiera estar definiendo un todo. Como en la vida, pequeños instantes que pueden generar un todo. O una nada.

- Juan, lo siento. Me voy y no está en mi volver más... - dijo Nuria abriendo su bolso y bajando la cabeza en señal de esperar una respuesta.

- Nuria... adiós y gracias -

Las palabras de Juan cimbraron el momento. El silencio después de dichas palabras definían todo. Nuria abrió la puerta, salió y dejando abierta la puerta se escucharon sus pasos bajar corriendo. El último sonido fue la puerta de la calle del cuarenta de la calle de Rocío.

- Juan... - musitó Alfonso.

- No digas nada. Sólo hice una pregunta que me definió todo... - giró sobre el sillón mirando a Alfonso. Prosiguió:

- Sé que no pasó nada, hubiera habido una explicación no creíble y obvia. Pero si sé, que ella pensó en que pudiera haber habido algo contigo; por eso su enojo... me queda claro, el adiós es definitivo. Eres mi amigo y no dejarás de serlo, lo que tu hayas pensado a solas con ella, quedatelo tú, no me interesa. Ella no me interesa más -

Juan se levantó. Era cierto. Tal como lo había expresado era muy cierto. Nada había pasado, nada, pero en efecto, se había pensado el que pasara, se había sentido al menos.

- He pasado por momentos dificiles estos días. Me ausenté para poner en orden mis cosas y las de mi hija que se quedó sin madre. Vivirá con mis padres y la tendré más a menudo conmigo. Hubiera necesitado de alguien a mi lado, pero no Nuria... No alguien que dependa de mi;

Necesito de alguien que tenga vida propia y me aporte más a mi vida a solo esperar que de mi vida surjan sus propias metas. Ese cuento de las medias naranjitas, es la estupidez más grande que puede haber... se necesita ser y encontrar ¡naranjas completas!...

Ya tengo quien pueda depender de mi y no altera mis propios intereses, al ser parte de los mismos. Mi hija y, con ello tengo para rato. Tu viste, no tuve siquiera que terminar la relación con ella. Tampoco iría corriendo detrás de ella. Eso busca el perfil de Nuria. Que salgas detrás de ellas y supliques perdón... cuando no hay nada que perdonar...

Ella la terminó conmigo en sus términos. Una sola pregunta que no significa nada, a ella le significó una verdad que ella mismo convirtió en un final. Su belleza, su capacidad de seducción, su coquetería se sumaron a su propia inseguridad. Ella misma acabó con ella misma ante mi. No supo manejar eso en los momentos oportunos. Hay muchas mujeres que no distinguen los momentos y las situaciones. Son demasiado obvias en sus necesidades de seducir cubriendo su propia inseguridad... el camino que se trazan será, el de aparentemente mucha compañía; en verdad una soledad que con los años, las dejarán solas.

Coleccionan amores, acostones, coleccionan sentires y juran que dejaron huella, cuando no pasarán más allá de ser unas jovencitas deseadas y luego unas mujeres abandonadas -

Juan caminó hacia la puerta y al salir al pasillo, sin siquiera voltear dijo...

- Ten cuidado Alfonso, eso no es exclusivo de las mujeres... -

11. Cabrón (2a parte)

Alfonso sentado, disimulaba mirar las piernas desnudas de Nuria que acostumbraba poner nerviosos a todos los que se prestaran a sus juegos 'voyeristas'. Eso sí, escojía a sus víctimas, no todos. Solo aquellos que le gustaban o atraían. Gusto o atracción. Punto que la mayoría de los hombres confundía constantemente, pero que en las mujeres, al parecer, estaba claro.

Nuria notaba la "discreción" de Alfonso y la divertía. Juan no llegaba y ninguno de los dos tenía la menor idea de donde pudiera estar. Nuria había hablado con él brevemente en los últimos días. Los sucesos ocurridos la mantenían limitada a querer buscarle tanto que él pudiera sentirse atosigado. Pero él no la buscaba y eso la tenía enojada, pero con culpa. Culpa de saber que no podría reclamarle, aunque quería hacerlo, culpa de no querer molestarle, pero con ganas de estar a su lado. Descubría a pesar de sí misma, que estaba enamorada de Juan.

Su presencia con Alfonso era más un acto irreflexivo que consciente. Pero no hacía mucho por controlarlo o aceptar que actuaba mal. Movía su cuerpo mientras Alfonso ponía música y ambientaba su departamento, dejando que su falda subiese más y más por sus largos muslos. De reojo miraba su pecho, cuidando de que se notara o fuera evidente su falta de ropa interior al notar sus pequeños pezones ir manifestando su inclusión en la charla...

Nuria quería seducir, pero no quería ser seducida.

Alfonso, experto en artes de cabildeo femenino, notaba los movimientos de Nuria mientras buscaba música y ponía discos en su sistema de 5 dvd's. Notaba por encima de todo que no cuidaba del movimiento de su falda, que desde que habia llegado, notaba su falta de amarres superiores lo cual lo excitaba y notaba el constante movimiento de sus manos sobre su pelo, movimiento inconsciente de muchas mujeres, cuando se sienten observadas y quieren ser observadas.

- Que raro lo de Juan, la verdad es preocupante, tomando en cuenta que antes del accidente de María, pues él estaba en un estado de shock, digo... para llegar a los extremos a los que llegó...-

- Si, y no tengo la menor idea de que pudo haber pasado, o que pudo haberle dicho María para que se pusiera así, por Dios ¡quiso matarse!...-

Alfonso encendió un cigarro mirandola, mirando sus piernas que en verdad eran bellas, bronceadas, depiladas, sin defectos... sus muslos firmes y bien trazados se movían cada que cambiaba su cruce de piernas y por momentos, cual niño, buscaba ver más, buscaba atrapar un pequeño triangulito, pero ella no dejaba nada a la visión... experta en ello.

- Creo saber algo...- dijo Alfonso seriamente.

- Cuando fuímos al sepelio y entierro de la madre de Matías, mencionó previo a ponerse a llorar que su hija era de él, que le dijeran lo que le dijeran era de él...-

Nuria se quedó mirandolo. Olvidó por un momento su papel de niña-mujer seductora y se reclinó hacia el frente con las piernas juntas y sus brazos descanzando en sus rodillas.

- ¿En serio?... ¿dijo eso?... o sea, que su hija, no es su hija y María se lo soltó y eso le rompió el esquema de lo ya de por sí roto con esa chava... que poca madre de vieja, por algo le pasó lo que le pasó, quiso joderlo. No más bien, se jodió a otro y nunca le dijo y ahora le vino a decir la neta... ¡que poca! Ay mi niño lindo ahora entiendo, debe de estar deshecho... mi chiquito...-

- Pues si, me imagino que el tema va por ahí- dijo Alfonso mirando al techo. En ese momento sintió extraño, sintió una cuestionante sobre lo que pudo haber sentido Juan con algo así. Él sin hijos se sentía alejado de ese tipo de sentimientos, pero no completamente indiferente. Había pensado en algun momento tener un hijo con Martha. La extraña relación de Martha surgida de las piernas de Amanda. Un hijo, una hija, que cambiaría en su vida. Se quedó pensativo en eso sin darse cuenta que Nuria se había puesto de pie y miraba sus discos. Atrapó su atención alejandolo de sus cuestionantes internas. Nuria era en verdad hermosa y ella lo sabía...

La belleza de la mujer, que se sabe bella no tiene competencia. No hay nada mas sensual que una mujer que se sabe sensual y se siente sensual. Ellas no dejan de competir, inconsciente o consciente pero bien pueden observar en las grandes divas que lo único que las distingue de las demás es precisamente eso: no compiten.

Nuria era un cuerpo bellísimo, con actitud provocadora y conocedora del juego visual que a un hombre puede poner "tenso". Pero no era más que una niña, una niña jugando a ser mujer. No por edad, habiendo mujeres de 20 y niñas de 40. Su actitud, su mal manejo de objetivos claros la hacían parecer ingenua, sin serlo. Nuria había llegado a la vida de Juan en la academia. En la cátedra donde de forma natural, el factor de la admiración juega un papel de poder 'light' y Juan era admirable. No por hechos que seguramente Nuria no conocía. Por edad, por seguridad y por la indiscutible fuerza que emana del que estudia-aprende por pasión, sobre el que estudia-medio-aprende por obligación.

Alfonso conocía detalles. Sabía de los básicos de la relación Nuria-Juan, por Juan mismo, que queriendo justificarse, cuando no era necesario, explicaba su primero aventura con Nuria, despues su relación constante con Nuria. Sabía detalles, conocía la capacidad sexual de Nuria por dichos cortos de Juan, que como todos los hombres, comentan sin responsabilidad para confirmar-se su capacidad. Además tenía en el piso de arriba, una losa de concreto sonora que le daba detalles audibles de lo bien que la pasaban...

- Nuria, sabes, hace algunas noches te escuché haciendo el amor con Juan- dijo consciente de la bomba que soltaba, del ataque a la intimidad de Nuria y de la atrevida sensación de cachondes que el comentario le generaba.

- Je, cojo rico ¿no?- Nuria reviró como los grandes. Dejó pasmado a Alfonso sin habla, cuando que pensaba que con el comentario, tendría el 'sartén por el mango'.

Nuria volteó de ver cd's y lo miró. Él evitó la mirada. Se acercó considerando la distancia, lo corto de su falda, la visión que el tenía sentado y se quedó de pié. Era momento para dar otro golpe al fauno. Conocía las dotes de Alfonso y le eran divertidas para su aprendizaje.

- Soy muy deshinibida cuando hago el amor Ponchito... disculpa por no dejarte dormir- dijo sonriendo y disfrutando de observarlo confundido. Se anotaba un gol y lo saboreaba. Alfonso le gustaba y lo detestaba a la vez. Odiaba ver y saber que no tomaba a nadie en serio. Era una especie de sentimiento de rechazo pero a la vez no le interesaba.

Giró alegre y se dejó caer nuevamente en el sillón. Soltó su última frase demoledora:

- ¿Qué hacemos cabroncito?-

Alfonso la miró. Casi acostada en el sofá, la falda hasta el limite y finalmente dejando al descubierto su interior blanco sobre su piel, sus pezones perfectamente claros dibujados en su blusa, su boca semiabierta, la mirada fija en él y una sonrisa totalmente descubierta de pudor...

Sonó la puerta...


10. Cabrón

Alfonso estaba abatido. En tropel los recuerdos eran fuertes y el sólo paseo por el panteón lo habían puesto melancólico. Puso a Blunt.

El recuerdo de Amanda; lo que fue, la historia, el encuentro, el desencuentro, su pareja Martha, su bisexualidad, su heterosexualidad, su afán de aniquilarse, su encuentro con la muerte, el "mal del amor", la muerte lenta, el abandono, la crisis, el surgimiento del amor, la pasión vuelta dolor... todo en un sólo día, era mucho para Alfonso.

La ultima vez, previo a esa tarde en que había pisado un cementerio, fue para depositar las cenizas de Amanda. Su unica acompañante presente: Martha.

Amanda, la mujer que sí enamoró al fauno, la mujer que destronó el poder de Alfonso para mantenerse lejos de amar, de entregarse, de cederse; pero que sin querer provocó el inevitable alejamiento de Amanda, amor-desamor que la dejó en declive, la llevó a ser víctima de sus propios deseos, la envío a los brazos de muerte; que cuando ambos, Amanda y Alfonso se dieron cuenta; fue tarde y sus culpas, si acaso había; las someterion a la compañía de los ultimos días. Los albores de muerte que en el abandono de quienes se decían amigos, abandonan. Donde la familia, que debiendo seguir la llamada de la sangre, permite el juicio ajeno y abandona a quien se critíca, critíca por exponer, exponer su verdad. Exponer lo que le es válido, congruente y sincero.

Alfonso conoció a Amanda la noche en que triunfaban sus éxitos publicitarios con el lanzamiento de el nuevo canal que sus amigos abrían. La imagen que el había sacado de la nada, del desconocimiento de las miles de páginas de catálogos de modelos, surgía en Amanda.

Amanda, muy jóven. Iniciaba su carrera en el mundo cruel e iluminado de la pasarela, de la mirada obscena, del deseo encapsulado, de las citas no claras; de la venta de ideales y fantasías.

Originaría de un pequeño poblado a las afueras de Montevideo, era apodada como la argentina, ella consciente en su silencio y falta de interés en explicar o siquiera anotar, del profundo desconocimiento de los básicos de la geografía en los demás... al confundir cualquier acento entre Uruguay y Argentina.

Amanda que bendecida por los genes europeos italo-españoles, mezcla mágica y sensual, penínsulas ambas, orillas, extremos altivos que miran al continente con desdén y al mar con ambición; cuna de reinos, emperadores, reyes y doncellas; era pareja de Martha cuando ambas conocieron a Alfonso. Amanda que declaraba gustar de hombres y mujeres por igual, mantenía una relación de amor, de convivencia y de mucho respeto con Martha. Martha que solo quería a Amanda y que sus razones sexuales no eran puestas jamás a juicio, permitió, primero divertida al fauno Alfonso acercarse a su amada, pero con el tiempo odió esos días de aparente diversión. Odió no por perder a su amada, a su Amanda, odió por encontrar en Alfonso al hombre del que se enamoraría y que desencadenaría un dolor inmenso en ella y en Amanda.

Un triángulo que los griegos bien podrían tomar como ejemplo de alguna de sus mejores tragedias. Un triángulo que desataría los celos incontrolables de Amanda al verse perder a lo que le significaba su razón de ego y confundida sentía que le pertencía. Ese hombre que sin amar, sí lograba controlar.

Un triángulo que provocaría que Martha rompiera por completo con Amanda y pusiera en duda sus razones y motivaciones en cuanto a lo sentimental de su vida. Un triángulo que derrumbarían la estrategia y planeación desmedida e irresponsable de Alfonso, dejando a Amanda arrojarse a un juego de exceso y desmedida que la llevarían al encuentro mortal, al momento del 'no quererse' y dejarse invadir por el 'virus del amor' inconscientemente conciente del riesgo...

Un triángulo que desvanecería por completo la posibilidad de alguno de los tres, con ninguno de los tres. Un algo que de empezar en juego, sucumbió en la muerte de Amanda, en la huída de Martha y en la larga y penetrante tristeza de Alfonso que por un año, lo llevarían a caminar sin dar pasos. A llorar sin poder derramar lagrimas. En reir sin alegría. A pensar en lo que jamás había pensado y a extrañar a ambas, a la pasión de Amanda, al amor de Martha... extrañar lo que pudo ser. Una culpa que le sería un fantasma desde entonces.

Amanda que dejaba en su suave caminar, en su suave paso, en su breve paso, la estela de sus piernas y cuerpo que siempre mostraba grosera y atrevidamente. Amanda que no tardó en conquistar la pupila del publicista. No pasaron siquiera dos o tres días en que el fauno mercadológico clavara sus fauces en la niña que apenas, con cara de conocer; aprendía el sutil desencuentro de pudor con el encuentro de piel que nada tiene que ver con intereses reales o 'profesionales'.

El día que se encontraron, Alfonso quedaba atrapado, atrapado en la mirada tierna y suave de Amanda. Atrapado en el cuerpo, en el pelo y en cada movimiento que la uruguaya hacía. Amanda, a su vez, en la lejanía del hombre que aparentaba no querer acercarse. Sus pupilas la alertaban del desinterés real que Alfonso creía no mostrar.

Su bien practicada sensualidad de hombre alejado pero presente, los suaves modos del que atiende pero que a la vez desatiende. La casi segura estrategia de no interesarse en quien captó toda su atención, pero sin ceder a su propio poder de la autosuficiencia aparente; que bien podría catalogarse como clave segura de éxito con mujeres latinas.

Alfonso conocía el juego. Maestro en el mismo. Tirador certero compulsivo del "cabrón" que a casi todas fascinaba, más que por sus propios atributos, por la simple presencia de la palabrita...

Cuantas veces no había escuchado lamentos, críticas, charlas de mesa ajena femenina donde tras toda la explicación debida (por demás casi típica en ciclos...), siempre terminaba con la palabra mágica, la inconfundible sintesis de cualquier "amor" frustrado... siempre con el punto final:

- "...es un cabrón".

Masoquismo femenino que se torna en sadismo ya que a la aparición del siguiente "cabrón", se ceden todos los derechos, aprendizajes, promesas, etcétera que no sirven de nada...

Alfonso la tenía clara: "ser cabrón es sin opción..." dicho anónimo de mesas masculinas, donde se aconseja, ser uno mismo; solo a puerta cerrada si no quieres ver tu corazón desangrarse.

Cabrón, bien cabrón sedujo a Amanda. La llevó a cenar, a caminar, a abrazarla, a besarla y finalmente a decirle que no apresuraran nada cuando estaba plenamente seguro que ella estaba dispuesta a sentirlo en ella, dentro de ella, profundamente en ella...

Alfonso, bien cabrón, se tomó el tiempo debido, de pasar a ser victima, cuando que jamás deja de ser el cazador.

La primera vez... dejó que el juego del vino y la música en su departamento perfectamente adecuado para sus cacerías, jugara con los sentidos de Amanda de forma delicada. Dejó que el unico platillo que conocía a la perfección, aromatizara el encuentro. El delicado aroma del pastel de trufa con chocolate generaron sonrisa y un constante tocarse el pelo de Amanda. En su mirada se anotaba el triunfo cuando delicadamente le servía la copa de vino; copa que haría efecto directo en su cerebro, relajando cualquier tensión, acompañado de una suave y pausada plática de como hacer el 'pastelito', sacando de su mente en proceso de relajación cualquier alerta de seducción en ella. Hizo incapié en el movimiento de sus manos, seducción escondida que a la vez del escuchar la música, su voz y el constante vaiven, reforzado con la nariz tapada de aroma chocolatoso, generaba un efecto hipnótico.

- ¿Por que me miras así Alfonso? - Preguntó coqueta Amanda, al ver que el hacía pausas en su charla fijando su mirada en sus ojos.

- Realmente eres muy bella... - Contestaba sin parecer contestarle, más como diciendoselo a sí mismo. Nuevamente -cabroncisimamente- sabiendo que el responder sin respoderle generaban más atracción al asentir en algo para sí mismo, que no había mujer en el mundo que no deseara. Sentirse bella.

Comieron de pie. El Cabrón de la noche buscaba libertad de movimiento, no quería quedar atrapado a la limitante de unos cuantos movimientos encerrado en un sofá. Mucho menos sentado en un silla, donde la postura de ambos generaba siempre deseos de acomodo para verse mejor... De pié Alfonso dejaba clara su comodidad de la amplia camisa blanca suelta, con el fondo bajo de sus pantalones negros y zapatos negros perfectamente brillantes y que, cuando se movía, siendo muy observado por Amanda, dejaba adivinarle el cuerpo del fauno cabroncete.

Alfonso fue acercandose lentamente a ella, dando varias probadas del pastelito "culpable" directamente a la boca de Amanda. El miraba cada una de las líneas que se hacían en sus labios y rostro cada que ella probaba alimento. Había mujeres que al comer, disfrutaban. Ello era un verdadero placer verlo. Las caras que son similares al placer sexual, pueden ser un festín a quien sabe observar. A aquellos que no corren prisas, que no elaboran escenas 'fast forward' que limiten el placer del encuentro de una mujer con un hombre a solo el acto... aburrída película de mal sábado. Digna de director de cine amateur porno. Hacer el amor empieza desde la palabra, desde la mirada y muchas, muchas horas antes de llegar siquiera a tocar el colchón.

Alfonso, abusivo de su propia belleza, conocedor de sus propias limitantes, sabedor de sus carencias, cabronamente aprendía. Amanda cual presa solo disfrutaba la caricia de un pastel delicioso entrar en su boca, deslizarse entre su lengua. Sentir el olor y sabor del chocolate caliente invadir sus celulas. Cada pedazo, cada mordida eran un embate en su interior que dejaban espacio para más y más... Después, a medianoche ese embate sería el cuerpo de Alfonso, entrando en ella, sintiendolo todo, dejando en cada bocanada de aire espacio para sonreír y sentir la magia de la subida deliciosa de la temperatura y el ritmo del cuerpo que llega a una cuasi explosión en cada orgasmo que llenaba su cuerpo y que no dejaba de sentir al fijar su mirada en las pupilas de Alfonso.

Esa noche no dormirían hasta el alba. Hasta que ambos cuerpos, bellos y desnudos quedaran entrelazados en un abrazo no preparado. Un dejó de brisa que entraba por la ventana moviendo las cortinas transparentes que asomaban a la mañana. Los muslos de ambos entremetidos entre ellos, las nalgas de Alfonso dibujadas en blanco y negro tornandose de colores suaves conforme el astro rey iluminaba la habitación. Ella, boca arriba entregada al sueño por completo se movía lentamente. Sus senos subían y bajaban sueltos, bellos, perfectos, pequeños. Su vientre dibujaba una mirada forzada a recorrerla toda. Bajar por su vientre, llegar a sus caderas, dibujandose dos montículos donde la cadera parece apretar la piel. Su sexo en aquellos trazos, dejaba sólo una línea de vello más oscuro que anotaba el cuidado que en lo íntimo ella tenía. Semi abiertas sus piernas permitían rodear como con pincel los muslos en descanso, bronceados, líneas perfectas que bajaban por sus pantorrillas y remataban en dos pies descalzos y naturales, nada artificial que dibujara el trazo natural.

La brisa los abrazaba. La brisa los tocaba. La calma del sueño de pareja daba la bienvenida al día que comenzaba. Al día en que Alfonso comenzaría a sentir algo extraño que pondría en peligro su cabroncísima vida de cabrón... pero que el mismo juego terminaría por darle el mayor revés que jamás habría de vivir. Ese día Amanda ocuparía más allá que su cama y dejaría a otra mujer entrar en su cabeza de cabrón, para, peligrosamente, acercarlo a ser un verdadero hombre.

4/40

Alfonso recordaba esa noche sentado en su sofá. Miraba la mesa de cocina comedor, donde había iniciado el conocer a Amanda. Alfonso la extrañaba, extrañaba como se extraña a quien se sabe que no puede volver. Melancolía que se acentuaba con la música del disco que había puesto a sonar en su equipo de cabrón. James Blunt sonaba. Su voz inundaba el departamento... "Wiseman" sonaba cuando la calma de la tarde se convertía en noche.

La puerta de la entrada principal del edificio se abrió. Nuria entraba con la llave que Juan le había dado. La tenue luz del pasillo de entrada la iluminaban. No sabía nada o casi nada de él desde la ultima vez que lo visitó en el hospital tras el fatídico evento de María. Subió las escaleras intentando escuchar ruidos o alguna señal de movimiento en el cuarenta de la calle de Rocío. Escuchó la música venir del penúltimo piso. Alfonso estaba.

Cuando llegó a su puerta, dudo. Puso su mano en la madera de la puerta y sintió los sonidos de Blunt. Juan no había contestado a sus mensajes y la maldita contestadora seguía anotando sus llamadas perdidas. El celular sin señal y los mensajes que enviaba en el mismo no eran siquiera leídos.

En un mundo con tantos canales de comunicación, es ya imposible no "darse" por enterado de la busqueda de alguien, solo si precisamente... no se quiere uno dar por enterado. Así de simple. O el estar en la punta de un cerro a donde el 'territorio' termina, ahí vendrá la siguiente pregunta... ¿y con quién?

Nuria tocó. La música bajó el volumen. Escuchó los pasos y la puerta se abrió.

- ¡Nuria! ¿Cómo estás?... pasa, por favor pasa. ¿No está Juan? -

- Hola Poncho. No sé, no responde nada... ¿sabes de él? - contesto Nuria, pasando al departamento y sabiendo que era recorrida de cabeza a los pies por la mirada de Alfonso. Exageró sus movimientos y de forma vulgar se dejó caer en el sillón, solo cuidando que la falda no subiera demasiado por sus muslos y le diera festín de vista a Alfonso...

- ¿Puedo ofrecerte algo?... no sé de él desde hace varios días. Al parecer está con su hija y creo que hace bien, lo necesita después de lo de... lo sucedido ¿entiendes? - Dijo Alfonso de pie, mirandola y adivinando sus movimientos y exagerada actuación.

- No Poncho, nada, gracias; agua si acaso ¿tienes agua o solo alcohol para tus victimas?... - dijo divertida mirando a Alfonso caminar hacia su cocina y sabiendo que la última parte de su comentario generaría un juego que estaba a punto de iniciar. Más por enojo que por diversión. Enojo de no ser necesitada cuando se supone que podría acompañar al hombre que amaba en un momento difícil. Pero a la vez, enojada entendiendo que estaba fuera por completo del panorama de discusión de los eventos que orillaron a la estupidez de Juan de intentar suicidiarse y luego al espantoso accidente de María que la llevarían a la muerte.

Alfonso hizo una pausa pero no giró a mirarla. Abrió su refrigerador y sacó una botella de agua. Tenía muchas. Perfectamente ordenadas. Efectivamente sus 'víctimas' tomaban mucha agua, era como una similitud en el género. Toman agua como si nunca tomaran. Toman agua como si el género femenino estuviera en una crisis mundial de hidratación. Siempre se preguntaba si ello no era más un paliativo hacia el querer mantenerse en línea o en una necesidad bucal de alguna índole...

Sirvió el contenido en un vaso con hielos. Caminó y alargando su brazo se lo dió a Nuria que al tomarlo tocó brevemente los dedos de Alfonso, sintiendo la frialdad de los dedos que acababan de tocar el hielo. Alfonso lo notó. No hizo movimiento alguno para evadirlo y al contrario sonrió.

Sentados uno frente al otro se miraron... el silencio no era incomodo, era más un preambulo al juego que Nuria había iniciado. O bien podría no hacer caso y pasar a otros temas. Muchos no habría, pero algo habría... A Alfonso lo intrigaba la visita. Era evidente que Juan no estaba, pero de ello a que ella decidiera ¿buscarle? ¿tocar? ¿pasar?...






09. tres días después...

Caminaban los tres lentamente. Camilo, Alfonso y Juan. Sobre el camino de tierra y piedras. Sendero por el que nuestros testigos de vida recorrerán junto a nosotros el último camino de la existencia de cada uno en los demás. De forma distinta, de forma viva... poco quedará de nuestro cuerpo. Tal vez mucho de nuestra memoria. La muerte es el final de la vida. Contrato ineludible. No hay vida sin muerte.

Matías caminaba al frente con la caja llena de cenizas. Cenizas de madre, cenizas del ser que le dió vida. Cenizas de quien fue cuerpo, pasión, dolor y vida. Nuevamente recorría el camino que no había tardado en pisar ni siquiera un mes desde la muerte de su padre. Su madre dejó de existir aquel día de su cambio de casa. Por la tarde, aquel día que todo terminó en dolor, en caos, en muerte... El cuarenta de la calle de Rocío había sucumbido al desorden.

Matías había terminado de mudarse. Ahora con más cosas. Cerrar y ponía en venta la vieja casa de sus padres. La ausencia de su madre lo llenaba de dolor. Quería irse hace menos de un mes, pero nunca pensó que a su partida, su madre no tardaría en partir también. En solo unos meses su vida había girado por completo. De estar con ambos; papá, mamá, vida, silencios, rezos, amor perdido... a la soledad que hoy lo vestía de negro. Estaba solo acompañado por su familia, acompañado por sus vecinos y nuevos amigos, estaba solo sin alguien en quien poder llorar en el hombro. El lugar y el camino de tierra y piedras era recorrido por muchos. Pero Matías estaba solo. Matía se sentía solo.

Juan tenía los lentes oscuros que confirmaban su silencio. La herida de bala que apenas había rozado su frente la cubría un discreto parche blanco. Su mirada no se adivinaba. Juan llevaba días sin hablar, sin pronunciar nada. No decía nada de los hechos. Solo lloraba y abrazaba... Juan no hablaba, Juan no hablaría por un tiempo, Juan tenía una conversación dolorosa en su interior. Juan al salir del hospital se encerró en su departamento hasta ese día, que sin esperarlo, Alfonso y Camilo lo encontraron de pié a la entrada del edificio. Vestido todo de negro y sin pronunciar palabra, haciendo solo un gesto de ser parte del cortejo.

Conversaciones internas en su mente. De esas conversaciones internas que pueden empezar y seguir por días. Conversaciones que hacen doler la cabeza. Conversaciones que lastiman con los rayos de un sol que llega, la lógica. Pero que se estimulan bajo la tenue sombra de la luna, la imaginación. Conversaciones de dolor y pena. Día y noche. Negro y blanco. Bien y mal.

Conversaciones que matan ideas. Conversaciones donde vestidos o desnudos, divaga nuestra mente en sucesos y no sucesos. Nuestra mente se apaga y se prende, nos mata, nos desdibuja, nos somete. Verdades y mentiras. Monstruos y hadas. Promesas rotas, sinceridad que atropella la verdad de creer trascender. Trascendencia que fue solo engaño, nulidad de realidad creída. Expectativa rota. Asesinato de lo que vive en nuestras creencias.

El acero que pudo romper la existencia misma quebrando huesos y haciendolos volar en mil pedazos. Bala perdida que quiso romper con la misma verdad con que otra bala había sido lanzada. ¿Con que objetivo -Acaso- con el el solo obejtivo de hacer perder la cordura del orden creído... del orden que no estaba en orden, con el desorden de la verdad en una realidad que siempre no fue lo real?

Una bala que por simple acto reflejo no atinó a destruir lo que no debía destruirse y en verdad debía ser solo aceptado para no destruir más de lo que ya había roto. Una bala que pudiera ponerle fin a la vida de una mujer que pronunció palabras que mataron toda una historia. Una bala que dirijida a quien destruía un hecho, dejando salir la más cruel realidad, giraba sobre su propio eje y se colocaba en la sien de quien era aniquilado en palabra y casi al calor de la polvora...

Un proyectil que a misma velocidad que en materia salía por un cañón, salía convertido en palabras fulminantes del cañón cubierto de labios delineados y que habían sido besados, vejados, devorados e infielmente robados...

Palabras que el sonido las convertía en mortalidad volatil hecha mensaje, hecha voluta de mal presagio. Palabras que María dejaba sonar, saliendo de su boca, apoyandose en sus cuerdas bucales, animada por el oxigeno que convertido en sonidos, llegaban y entraban en los oídos de Juan y rompían un sueño, una esperanza, un amor, un cariño, una vida...

Palabras que Juan recordaba y sentía como rodaban las lagrimas por su rostro, lagrimas que quemaban y ardían y dejaban un zurco invisible de perder la confianza en todo. María se esfumaba, su muerte no evitaba saber la verdad. Su muerte, posterior a la muerte de un sentir, de una luz.

El camino de tierra y piedras alzaba polvo. Polvo somos. Los pies de Juan lentos. Alfonso lo miraba, cuidaba de que no tropezara. Camilo sentía. Sentía su dolor sin comprenderlo. Lo sentía, lo hacía suyo.

Un ave pasó. Levantó su volar. El campo verde. Vida y muerte...

Juan levantó la mirada cuando todos se detuvieron. Matías colocó la caja dentro del muro blanco. Muro que reflejaba la luz. Muro que iluminaba los rostros de todos los que miraban los movimientos de Matías. Se arrodilló. Se escuchó un sollozo. Era Juan. Se quebraba. Alfonso tomó su brazo, sintió como se desvanecía. Se incorporó.

Matías giró. Caminó lentamente. Sonrió ligeramente a quienes lo rodeaban. Caminó hacia los tres. Juan dió un paso, se abrazaron.

- Mi madre ya descanza en paz - dijo Matías al abrazar a Juan.

- Lo sabemos amigo. Tu madre te amó como nosotros amamos a los nuestros - Juan habló. - Y los nuestros siempre lo serán... padres e hijos; aunque me digan, que la mía no es mía, es mi hija y siempre lo será... -


08. A las catorce horas...

Juan.

El departamento de Juan, en blanco, muros blancos, techos blancos, telas blancas, blanco constante, generaba paz. Los pinceles en su gran colección de cuadros por todos lados, eran el toque de color. Como él lo decía: “Muros blancos, pisos claros, luz y sombra por todos lados; el color lo definen los seres humanos que lo habitan y lo toman haciendolo creación en sus manos… los cuadros, mis cuadros…”

El color plateado de la pistola automática ‘Walter PPK’ 9 milímetros junto a una mancha roja sacudían la vista. Rompían la perfecta armonía de lo blanco y color de arte. El rojo que corría por la camisa de Juan tirado en el piso, gritaba mudo, mudo color, estridente silencio.

El grito de Camilo, llamandolo, rompió el tranquilo sonido del viento entrando en las ventanas del departamento. Cortinas moviendose con la brisa, cortinas blancas. Los pasos apresurados, saltando escalones dejaban claros los pasos de Matías que subía las escaleras. La puerta abierta de golpe por Alfonso, de su departamento, al grito de Camilo, un piso arriba; dibujaba la cara perfecta de la sorpresa, hecha cuadro en el rostro de Alfonso. Se movió hacia fuera y caminó hacía el pasillo asomando su cabellera negra brillante, para alcanzar a ver a Matías corriendo hacía arriba.

Don José, abajo miraba la escalera y asomaba a la calle, la puerta abierta, la gente tranquila pasaba, el drama adentro pasaba… ¿qué tenía que hacer? ¿A quién llamar cuando suceden estas cosas…?

La sorpresa, el grito, las voces, los pasos, el caos en el cuarenta de la calle de Rocío…

María.

María alcanzó a escuchar el grito. Subió a su auto, sabía que sucedía lo que ella había presenciado y no quería estar ahí. Jorge la miraba sorprendido de la forma en que había subido al auto. Estaba revisando su celular y chateaba en ‘facebook’ cuando María subió corriendo al auto. Su cara estaba pálida, su mirada firme al frente… el chat quedo solo con preguntas, el timbre de entradas sonaba, preguntas, preguntas, no hay tiempo para pausas en un chat… olvidó poner “vuelvo”, “brb”, lo que sea… el tintineo seguía cuando el celular entró a la bolsa de Jorge que miraba cuestionante a María.

- ¡Vámonos! - Grito María.

Ordenó. Jorge encendió el auto y arrancó. La casacada de preguntas caían en su mente como la cascada de preguntas de su ‘facebook’ caian en su pantalla dentro de su saco, unas empujaban para salir por su boca, mientras las otras se ahogaban en la red mundial, unas jamás serían contestadas de forma directa, las otras quedarían convertidas en bytes sin bytes de respuesta…

- ¡Callate, no preguntes, núnca me preguntes, no digas nada… solo maneja y callate! –

Nuevamente gritó María. El auto se alejó, las calles seguían su paso de sábado. El reloj marcaban las 14:03 brillantemente en el tablero del auto. María comenzó a llorar. Jorge solo manejaba.

Matías.

La madre de Matías escuchó el silbido de la tetera anunciar que el agua estaba lista. La mujer cansadamente caminó hacia la cocina. Lentamente abrió el cajón y retiró la caja bellamente decorada con incrustaciones en varios tonos de madera. Un bello trabajo lleno de paciencia. Colocó la caja sobre la mesa y la abrió. Varios sobres con el anuncio de lo antigüo bien impreso decían “Lippton” y en colores tenues se mostraban. Paciencia de elección en un mundo rápido.

Despacio pasaba sus uñas color vino y perfectamente manicuradas en cada uno de los sobres. Cuantas veces había hecho ese toque suave en su vida. Caricia suave de lo conocido, del momento conocido… cuantas tardes, cuantas mañanas, cuantas noticias, cuantas lágrimas, tomandose el tiempo para elegir un sobre… Ese día, ese último día de elección de sobre tomó un “English Breakfast”… sintió presión en su pecho.

El dolor creció, más y más fuerte. Se llevó la mano al pecho y presionó la medalla de la Virgen de Guadalupe plateada y rodeada de un filo de oro que tanto atesoraba. Jamás se la había quitado desde que el padre de Matías se la había obsequiado en aquel 12 de diciembre de… no recordaba el año. Se sorprendió a si misma de pensar en ello, buscaba una fecha, un año. Quería recordarlo. El dolor crecía. No soportó más el dolor, se dobló en cuclillas, pensó en el momento en que Matías nacía, un dolor impresionante, pero lleno de emoción, venía al mundo su hijo. Su vista se nubló y recordó aquella sala, aquella luz fortísima que la cegaba. Los médicos a su alrededor. Un niño, un varón dijeron, el dolor llegó a su garganta. Calló al piso y apenas pudo susurrar…

- Matías… hijo, hijito, Matías… - No dijo más. Nunca dijo más.

María.

El reloj del auto marcaba la hora: 14:05

- ¡Dios! ¡Nosequedijesoloquieroqueestétranquiloquesupieralonuestroquelaniñaestababienqueerasumáximoleconfeséquesituveunamanteperoquelonuestrohabíamuertoquenoteníanadaquever…¡hay Dios! – gritó freneticamente María.

- ¡María! ¡Tranquilizate que no te entiendo nada, por favor habla más despacio! – alzando la voz Jorge trató de tranquilizarla.

El auto corría, Jorge había entrado al viaducto y rebasaba los 120 kilómetros por hora cuando desaceleró. Bajaron las revoluciones del auto y la música de ‘Enya’ daban un golpe tenue a la escena. La paz de la voz de Enya contra los gritos y sollozos de María. Escena extraña…

Jorge salió a la lateral y detuvo el auto.

- María, tranquila – la abrazó.

Sea lo que sea, cuentame, dime, que pasó. Solo le darías los papeles de la escuela de la niña, le comentarías acerca del viaje… ¿que sucedió?

- Nada Jorge, no quiero hablar jamás de lo que sucedió, jamás debió de haber sucedido… jamás debí de haberlo visto… nunca, nunca, soy una estupidanodebíhabermeabiertosoyunatontaloodioynosecomopudeamarloojalasematecomomedijoojalasemueratodotodoel… -

María rompía en llantos y balbuceos.

- ¡Carajo! Fijate que dices, fijate que estás diciendo. ¡No digas pendejadas!

María se bajó del auto sin pronunciar más palabras. Jorge golpeó el volante. Miró por el espejo y vió que María caminaba por la acera en sentido contrario a donde iban. Miró el espejo, a lo lejos un camión circulaba. Abrió la puerta y bajó del auto. Caminó hacia ella. La llamó. María aceleró el paso, su cabello cubría su rostro, sus manos sostenían su cara. Lloraba desconsolada. Jorge volvió a llamarla, María comenzó a correr llegando a la esquina. Jorge dudó y pensó en volver para apagar el auto que estaba en marcha. Arrancó la llave y al volver, ella caminaba apresurada. Corrió hacia ella, gritó su nombre. María giró. Miró sus ojos. Saltó y hecho a correr nuevamente cruzando la calle y el camión ni siquiera alcanzó a frenar. El golpe fue fuerte y el cuerpo de María voló varios metros acercandola a Jorge que miraba horrorizado…

‘Enya’ cantaba… el susurro junto al horror de Jorge se mezclaban con el rojo de la sangre de María, rojo puro, rojo que poco a poco se ensuciaba con el gris del pavimento. De rodillas Jorge miraba los ojos de María. El adiós fue breve.

07. Amor muerto...

Camilo bajó las escaleras y escucho cuando se cerraba la puerta de Juan. Escucho pasos seguirle y esperó. Eran Alfonso y Matías bajando silenciosos. Sus miradas se cruzaron. Matías sin comprender mucho sabía que dentro del caos que en las pocas horas que llevaba en el cuarenta de Rocío; la llegada de esa mujer, María, no era esperada. El sentimiento de incomodidad era normal, pero por otro lado, desconocía todas las aristas de la situación.

Alfonso volteó y le tendió la mano a Matías al tiempo que sacaba las llaves de su bolsillo y entraba a su departamento, justo debajo de Juan. Se despidió sin decir palabras y solo sonriendo a Alfonso, que lo hacía también. Entró a su departamento y cerró.

Matías continuó bajando y en el descanso donde entraría a su departamento estaba Camilo. Sin mucho ademán, abrió la puerta y lo invitó a pasar.

- Que extraña visita de María a Juan. Espero que eso no sean malas noticias. - Dijo Camilo entrando al departamento de Matías.

- ¿Quién es María? - Pregunto sinceramente Matías.

- María es la ex de Juan. Su ex mujer y madre de su hija. Mujer interesante pero extraña. Yo creo que son agua y aceite, no entiendo, salvo por la calentura con la que a veces Juan la describe; no entiendo cuales fueron las razones para que se juntaran. Pero bueno, cada quien...-

- ¿Y por qué crees que pudiera haber malas noticias con su visita, Camilo? - Preguntó Matías al tiempo que ambos se sentaban en los sillones mal acomodados puestos por los de la mudanza.

Matías jalaba y acomodaba el sillón donde primero se había sentado, al tiempo que sacaba algunas cosas de una caja que le quedaba en los pies. Camilo lo observaba, haciendo tiempo antes de contestarle.

- Por que nunca viene. Cuando lo hace, siempre han sido malas noticias o alguna pelea entre ellos. No entiendo como después de decidir separarse, las parejas continuan peleando, continuan discutiendo las razones precisas por las que ya no están juntos. Me parece un poco masoquista eso. No lo entiendo.-

- Tal vez sea por que aun no "cierran capítulos" ¿no crees?- dijo Matías haciendo el ademán de las comillas con los dedos, mirando fijamente a Camilo.

- Las parejas se reunen, se conocen, se reconocen, se enamoran. Dos seres en un principio se enamoran de sus similitudes, que no es obra más que de la coincidencia. Lo exaltan, lo subliman, lo acomodan con ganas de sentirse coincidentes. Las ganas de reconocer uno en el otro a la pareja, es energía suficiente para crear en esos momentos la magia suficiente para el encuentro.- Dijo Camilo de forma muy seria. Matías lo miraba.

-El tiempo pasa y poco a poco dejan de actuar y retoman su normalidad. Surgen las diferencias. Estas tienen dos caminos. Construyen una verdadera pareja en base a sus propios seres, esto es, aprenden a amar sus diferencias, o destruyen la suma de sublimaciones creadas. Es el momento del desencuentro o del verdadero encuentro. Pero durante el primer periodo hubo algo que se generó y éste es el que puede ser el mayor problema.-

-¿Qué se generó? ¿Amor eterno?- Preguntó Matías interesado.

- Expectativas. Ello es el mayor problema en cualquier relación humana. Olvidate de los géneros, olvidate del tipo de relación. En general, es el punto de encuentro o de mayores desencuentros en todas las relaciones, las expectativas. El esperar del otro.-

Matias miraba a Camilo con cierta admiración, pero con mucha duda. No podía entender que tanta claridad estuviera en alguien que hasta hace unas horas, parecía el perfecto superficial y sobreactuado hombre que tenía delante. De todos, brevemente había concluído que él era el más supericial y actuado en su forma de ser. Pero no debía dejarse llevar por primeras impresiones. Se levantó un poco, dandose una postura de atención para que Camilo notara su interés real en lo que explicaba.

- Las expectativas que se generan en un momento de sublimación pueden ser muy dolorosas cuando no se cumplen.

Y creo que en cuanto a parejas. Es el aspecto más recurrente en las decepciones amorosas. Los detalles, las situaciones, son realidades.

Pero cuando a ellas se le suman las expectativas y no coinciden o son hechos diferentes a las mismas. Viene la decepción. Y de la decepción, viene el reclamo. Expectativas incumplidas.

No se si tu has tenido relaciones o has tenido pareja. Eso es cosa tuya que me contarás cuando desees hacerlo. Pero analiza lo que pudo haber pasado y creo que estarás deacuerdo conmigo en lo que digo.-

- Si, de alguna forma. No he tenido pareja... bueno, una, pero no funcionó. Hace 10 años tuve una relación, digamos que apropiada... la hija de unos amigos de mis padres. Nos conocimos en un evento de mi madre, ella me la presentó y nos comenzamos a ver, la visitaba yo en su casa y en dos ocasiones ella me visitó... mi madre la quería mucho y mi padre la elogiaba muchísimo. Pero no se, nunca intimamos. Ella estaba convencida de entregarse solo al hombre con el cual se casaría y tendría hijos. No había más tema con ella... hubiera sido una buena esposa...-

-Matías ¿tu la amabas?- preguntó Camilo mirandolo directamente.

-Si... bueno. La quería. La respetaba... no se. Finalmente ella se fué a estudiar y no la volví a ver.-

Matías bajó la cabeza, dando una señal de pesar, pero al mismo tiempo, dejaba ver que había algo más, mucho más.

Camilo guardó silencio en espera de que continuara, pero Matías volvió a mirarlo y sonrió. No continuaría y ello puso incomodo a Camilo. No sabía si continuar preguntando o dar por terminada la conversación. Nuevamente el sentimiento de pena, de incomodidad inundaba el ambiente. Matías se levantó y haciendo un gesto discreto comenzó a caminar hacia la puerta.

-Matías, tienes mucho por acomodar y creo que yo ya voy tarde a todo lo que tenía planeado. Bienvenido vecino y cualquier cosa que se te ofrezca, ya sabes... departamento uno- Lo dijo sonriendo y estirando su mano hacia Matías.

- Gracias Camilo, te acompaño- ambos caminaron hacia la puerta. Matías abrió la puerta y cuando Camilo dió un paso hacia el pasillo escuchó a Matías.

-Ella murió... antes de viajar se suicidó-

Camilo se detuvo. Las palabras de Matías daban un giro por completo a la tranquilidad con la que habían terminado su conversación. Giró hacia Matías. Mirandolo directamente e intentando sonreírle ciertamente sorprendido, cuando...

... el golpe fue fuerte, se escuchó en todo el pasillo. Venía de arriba. Más que un portazo, el golpe hizó retumbar todo el espacio.

Inmediatamente después se abrió la puerta al final del pasillo. Apareció la figura de un hombre grande. Corpulento que caminaba hacia ellos mirando hacia arriba. Don José, el portero tenía en su mano una escoba. Su vestimenta dejaba ver claramente que había estado trabajando, vestimenta sucia y vieja. Caminó hacia ellos y mirando extrañado a Matías, pasó de lado murmurando una especie de 'buenos días' que demostraba poco o nulo interés en ambos.

- Buenos días Don José- dijo Camilo.

Se escucharon los pasos apresurados bajar. Tacones claramente. La figura de negro pasó rapidamente. María salía del edificio apresurada. El silencio se hizo sentir en el edificio. Don José apenas había podido abrir la puerta de la calle cuando María como ráfaga pasaba de lado saliendo a la calle. No había más ruido. Camilo y Matías soprendidos solo miraban a Don José que a su vez los miraba...

-Juan...- dijo Camilo.

Sin decir más, corrió escaleras arriba, seguido por Matías. Don José se quedó de pie sin entender que pasaba.

06. Deslealtad

Juan olvidó por completo que María había quedado de visitarle ese sábado. Su negativa interna y aceptación superficial en lo externo no sincronizaron que lo agendara. Al verla entrar, y con ella la estela de silencio que provocó su arribo, comprendió su negativa inconsciente horas antes de que Nuria pasara la noche con él.

María… la mujer que pudo ser, pero no fue. La belleza del cabello largo, dorado, cuerpo delgado y sensualidad hasta en la punta de sus uñas, se extinguía, se esfumaba, desaparecía… el tiempo causa estragos en aquellos que permiten crecer sin evolucionarse.

María… la dama, la ingenua, la amable, la puta, la ‘femme fatale’, la ilustrada, la pupila, el amor, el amor de vida… María, el recuerdo.

Ofreció su asiento al ponerse de pie y mirarla. Su mirada aun lo cautivaba, lo poseeía. Odiaba ser rehén, odiaba su decepción de sí mismo al mirarla y saberse superado en su propio control. No la amaba pero no podía negar aún quererla.

“María, amor mío, el que fué… me voy unos días. No quiero verte cuando vuelva. Para que no equivoquemos, en 10 días exactos. Lo hablamos, lo acordamos. Está dicho. No dejes nada de ti, no dejes nada que huela a ti. Me lastima y por respeto a eso que llamabas -amor a mí-, si acaso no sea una más de tus frases armadas, quitalo, limpialo, barrelo, levantalo, llevatelo, desaparecelo…

Dejo comida en el refrigerador, hice super… jamás pensaste que lo haría; jamás dejaste que te sorprendiera. Te pido respeto y espero que tu nuevo amor también se respete y no pretenda visitar un espacio que no le corresponde. Rincones escritos de ambos, espacios donde no creo que quiera ser recordado cuando en tu mente solo me pertenecen a mi.

¿No volverás? Puedo leer tus labios decirlo. Bien, haslo. Al menos dignidad tienes; espero… La niña estará bien, te llamará diariamente, puedes llamarla tu también. No escondo nada.

No te odio, pierde cuidado; ¿lastimarte? espera, que lo haré. Sigue leyendo y verás cuanto te lastimo. Usaré tu propia incongruencia en contra tuya. Tu misma te lastimarás. ¿Mucho amor? pues en la misma medida te será devuelto mucho dolor. Yo descanso al escribir esto; tu te revolcarás en tu interior al querer replicar, en defensa. Pero María... ¿qué pretendes defender? no te escucho más. Eres tan viva para mí, como los cuadros sin ojos de Modigliani... efectivamente, nunca supe quien eras en verdad.

¿Odiarte? eso sería darte mucho lugar. Te respeto por increíble que parezca. Te evitaré, eso sí; no quiero perder un segundo más de mi vida con alguien tan frugal, tan fácil, tan simple que cualquiera lo toma… las rosas al menos tienen espinas, hablo de rosas de camellón... ¿comprendes?

Adiós María, anda, ve, rompete más; rompe corazones, rompe metas, rompele la madre a quienes les digas con tu vocecita "te amo"... al fin y al cabo la que se está rompiendo eres tú. Tienes la capacidad ya probada de poder hacerte la víctima. Haslo, haste la víctima, al fin y al cabo; la "obra de teatro" es tuya... te recuerdo que a las 500 representaciones la taquilla baja en ventas.

Adiós María. Te amé, totalmente. No te fallé, jamás. De haber sentido algo por alguién más, te hubiera dicho, hubiera confrontado, hubiera aceptado los costos que tuviera. No me hubiera quedado como lo hiciste, callada, en silencio y encima esperando a que mis suposiciones fueran expresadas por mí. No te culpo por encontrar a alguien más. Te culpo por la cobardía de dejar que el silencio hiciese en mis palabras encontrar la verdad. ¿No quisiste lastimarme? Por Díos, ¿crees que no lo hiciste?... ¿dijiste que esperabas el momento apropiado? Mujer; el momento apropiado era en el momento apropiado en que dejaste de amarme o quereme, o... necesitarme. Ni antes, ni después. Crees que yo esperé el maldito momento apropiado para decirte que te amaba, no. Lo dije justo en el momento que lo sentí; lo apropiado hubiese sido no dejar que yo continuara pensando en tí.

Disfruta, eres libre y muy libre veo. Repartes amor como veo de flor en flor... cuidado, no sea que te marchites en tanta busqueda.

¿Qué cruel? tu silencio lo fue más. Espero nunca lo sufras. Creeme es espantoso. A tu nuevo amor sólo le deseo que sea prudente... puede que lo dejen en silencio.

Ya puedes ir arrugando esta carta que escribo, punto final a las miles que te escribí desde el día que te conocí. Yo no me arrepiento, mucho menos dejo de agradecer que fuiste la madre de nuestra hija; pero el punto final que pusiste… resume lo que eres. Tu definelo, tu serás tu juez.

Adios.

Juan”

Casí podía ver esa última carta que escribió. Furioso, enojado, engañado. El sabor y el sentir la deslealtad es espantoso. Máxime cuando ni siquiera pudo decirlo, máxime cuando con sus silencios y cabeza baja dejó que él supusiera, dejó que él dijera casi paso a paso el desarrollo de su infidelidad. Cuando que desde siempre él propuso decirlo, preverlo, anunciarlo, buscar solución antes del desenlace fatal.

Trataba de respetarle, pero María era para él desde esa noche, que con sus silencios anunciaba estar poseeída por otro; monumento a la deshonestidad.

Se sentó delante de ella y sin siquiera ofrecer algo, cruzó brazos y piernas. Matías comprendió al mismo tiempo que miraba hacia Alfonso que era momento de la retirada. Ambos aun de pié. Ambos se despidieron brevemente. Ambos salieron y la puerta se cerró.

María miraba a Juan. Juan miraba a María... Juan sabía que no la volvería a ver.

05. Un encuentro

Juan dejó desenfadadamente la puerta abierta. Giró y caminó lentamente a su recamara, dejandolos atrás. Entraron y Camilo cerró la puerta al ser el último, sin dejar de perder de vista a Juan, miraba descaradamente el cuerpo de Juan cuando fue interrumpido por Alfonso...

- Parale compadre que te va a dar un paro... -

Camilo apenado bajó la vista y caminó hacia la sala de Juan donde los demás ya habían ocupado lugares. Alfonso se había sentado en el sillón personal de Juan. Conciente de ello, era una más de sus tradicionales formas de molestarle. Matías prudente tomó un lugar en el 'love seat' de dos. Camilo se sentó junto a él. Estaba absorto en sus propios pensamientos a lo que Alfonso remetió.

- De plano te fascina Juan ¿verdad? Creo que lo tendrás que meter en tus amores platónicos hermanito. Por más que nuestro vecino sea raro y loco, creeme que su heterosexualidad es más que firme. No se si has visto a su vieja Nuria... un forro de mujer, guapísima, divina y recien salida del capullo -

- No, no estoy pensando en eso ni en nada de lo que dices misógino jodido... pensaba que a veces tratamos muy mal a Juan y es la verdad un muy buen vecino. Matías debe de saber que el es el verdadero dueño del edificio, por más que aquel diga que no. Es su maña para no recibir directamente peticiones y hacerse güey, pero la verdad, a mi no me hace pendejo -

- Nadie te hace pendejo Camilo. No soy el dueño - dijo Juan saliendo de su habitación ya vestido con unos jeans deslavados y una camisa amplia color azul. No usaba zapatos y descalzo se acercó hacia Matías, tendiendole la mano.

- Mucho gusto, soy Juan y espero poder ayudarte en lo que pueda, bienvenido al cuarenta y bienvenido a mi departamento - dijo amablemente, sin esperar comentario alguno de los demás. Una vez habiendo saludado de mano a Matías y sonreir. Se acercó a Alfonso y con un ademán le indicó que se sentara en el otro sillón. Quedaba claro que el juego de 'mi silla, tu silla' lo tenían practicado con tiempo. Alfonso se levantó y sin decir palabra se sentó en el otro sillón doble, dejando a Juan tomar el lugar que le auto-corresponde.

Se hizo un breve silencio antes de que Juan ofreciera café o agua a sus invitados improvisados. Tschaikovsky seguía sonando y ello le daba al ambiente un sentido relajado, donde cada uno de ellos se sumía en sus propios pensamientos o lucubraciones. Matías no pensaba, observaba el blanco del departamento de Juan. Miraba de lejos los cuadros que colgaban por todas las paredes. Reconoció algunos y observó una constante en cuanto a tonos y formas. Le gustaba lo abstracto. Se imaginó por un momento la cara de duda y confusión de su madre mirando esos cuadros. No los aceptaría pero ni regalados. El amor al arte realista y religioso de su madre, no permitirían admirar la belleza simple y pura de formas y colores. Sin pretender imitar o retratar lo que los ojos ven y tal como lo ven. Más allá que la mirada melancólica y triste de Jesús, en los cientos de cuadros que su madre veneraba, para ella no sería arte. De ninguna manera.

- ¿Te gusta el arte Matias? - preguntó Juan mirando como veía uno a uno sus cuadros.

- Si, me gusta lo que tienes. No soy experto... solo se que me gusta - dijo tímidamente, evitando continuar su recorrido por quien sabe que razón, avergonzado.

- Cuando desees algun cuadro de los grandes maestros, conozco y trabajo mucho con un reproductor que los tiene muy bien hechos. No son obras copiadas, son solo reproducciones de grandes obras que puedes tener a tu vista en tu casa. Son cuadros, obvio, inalcanzables para la gente normal como nosotros. Pero creo, que quienes admiramos y gustamos de ellos, podemos tener nuestra copia presente y a la vista siempre -

- Siempre hemos estado en desacuerdo con eso - interrumpió Camilo. - Es un 'pretender' el reproducir las obras de estos genios. Yo creo que no deben de reproducirse, son unicos, deberías de buscar, con tu sensibilidad, nuevos autores, nuevas obras, originales y de esa forma apoyas a nuevos talentos -

Juan se sentó y sonrió. Respiró y en ese momento atrajo la atención de todos, menos de Alfonso que sabía bien que estaba en el preambulo de una más de las miles de disertaciones de Juan que siempre manejaba hábilmente. Reconocía que establecer una discusión con él, era materia seria. Materia en donde si no se tenían bases sólidas, quedaría el aventurado seguramente en una posición difícil y casi perdida.

- Efectivamente Camilo - dijo después de un breve silencio que usaba para confirmar él tener la atención

-Efectivamente deben de darse lugar a los nuevos talentos y soy más que admirador de aquellos que buscan lograrlo y merecen tenerlo. Ello es en cuanto a la propuesta. Pero en cuanto a gustos y retribución personal en mi espacio, doy lugar a mi gusto; no es ámbito propositivo. Por un lado. Por otro, la reproducción de las grandes obras no solo la apoyo, la admiro. El arte es materia humana pura y debe de ser admirada y gozada por todos los seres humanos. Ellos han creado riqueza y debe de mantenerse a la vista de todos. La propiedad original de la pieza, es de quienes pueden pagarla. No pretendo algo inalcanzable, no pretendo propiedad Camilo; poseeo la materia admirable... es como, como... un tributo que disfruto- Continuó...

- Yo pago y pago bien por excelentes reproducciones de grandes obras para disfrutarlas. Para admirarlas y dejar que me generen sentimientos, pensamientos y recuerdos. No creo que sea un acto de 'apariencias'. No pretendo nada más que admirarles. Quien crea que una de estas reproducciones es un querer engañar a alguien, pretendiendo ser la obra original... Se lo merece. Merece ser engañado. No se necesita mucha cultura, ni cerebro, ni conocimientos, para saber donde, en que museo o en que colección, está cada una de estas obras. De no saberlo, el engañado, por falta de información o siquiera de inquietud que se puede resolver con una pregunta, es entonces el que 'pretende' conocer a un tipo llamado Juan, que vive en la Roma y que tiene un "Violeta" de Kandinsky... -

Dijo lo último al señalar la obra del maestro Vladimir Kandisnky.

- ¡Bravo! - gritó Alfonso interrumpiendo el monólogo de Juan. - ¡Bravísimo maestro. Acaba usted de darle en la madre al pobre de Camilo que sigue y seguirá ahorrando para comprarse un Joan Miró con los colores del arcoiris... -

- Pinche naco... no hay un solo cuadro con arcoiris de Miró, neofito misógino - dijo molesto Camilo, ante la mirada divertida de Juan y las risas de Alfonso. Matías continuaba como mero expectador empezando a entender el formato de relación de todos ellos. Su constante 'ataque' entre ellos, lejos de ser en sí un ataque, era la forma de interrelacionarse y digamos, quererse. Sintió en esos momentos un deseo de participar y dijo algo que sentía, sería adecuado a dicho formato que comenzaba a entender.

- Espero que cuando cuelge los míos no sea demasiado aburrido Juan, o pretencioso Camilo - dijo Matías tímidamente mirando a cada uno de ellos. Surgieron sonrisas y Camilo amablemente le hizo un ademán de apoyo.

- No compadre... deja que pasen unas cuantas reuniones y en algo te criticarán este par, pero tomalo a la ligera, aquí se quiere bien a los buenos vecinos, de eso estate seguro - Alfonso terminó de decir eso al mismo tiempo que sacaba sus cigarros de su bolsillo y el encendedor. En ese momento Juan se levantó y abrió la ventana, dejando claro que lo hacía, por el humo del futuro cigarro encendido. Alfonso ofreció cigarros a lo que Matías y Camilo dijeron que no agradeciendo. Juan al tener la cajetilla delante dudo unos instantes y su respuesta negativa, fue suficiente para que Alfonso aventará la cajetilla sobre la mesa de centro cubierta de libros de arte, y encendiera su cigarro.

- ¿Logrará Nuria que dejes de fumar compadre? - preguntó Alfonso al encender su cigarro y darle una fuerte bocanada de humo, sacando el mismo hacia el techo, reclinando su cabeza hacia atrás en señal de relajamiento.

- Intento... - dijo Juan no muy convencido.

- No intentes lo que no es tuyo compadrito... hacer esos sacrificios a petición del otro, te colocan en una posición de desventaja contigo mismo y de nada te sirve, deja de fumar cuando estés convencido tú de hacerlo - dijo por vez primera en tono serio Alfonso, dejando a los demás pensando que sin querer había dado en el clavo a muchos asuntos que cada uno tenía en su amplio listado de pendientes consigo mismos.

- Por cierto, ¿no está Nuria? ¿ya cortaste? - Alfonso regresó a su estado normal de estar molestando. Los demás miraron a Juan en espera de respuesta a la pregunta de Alfonso.

- No, no está y no, no hemos terminado... - contestó Juan molesto por la intromisión de Alfonso. La molestía le surgía no de la pregunta, ni de que la hiciese Alfonso; la molestía venía de que verdaderamente estaba considerando el futuro de su relación con ella y la pregunta, ponía en evidencia dicha situación. Lo cual en esos momentos se encontraba en medio de la tormenta dentro de su mente. Es como cuando al que tiene hambre se le pregunta si prefiere comer ya o esperar un rato más...

- Éjele... se me hace que hay problemas maritales. Sábado, lindo el día, el señor desnudo, su música de violín que le gusta por que seguro fantasea que ella es violincito, la señorita no está en casa, no anda la musa inspiradora del filósofo desnuda por todo el apartamento o bajando las escaleras con camiseta encima y mostrando sus curvas al mundo... raro, se me hace raro -

- Parale Poncho, además ¿cuando la has visto con camisetita bajando las escaleras?, si anda desnuda lo hace aquí y no en público - interrumpió Juan, mostrando molestía pero en verdad sintiendo excitación de solo recordar a Nuria desnuda; sabiendo que si por ella fuera, andaría desnuda en todos lados, importandole un comino quien o quien no la viese. Su exhibicionismo era conocido y Juan no terminaba de aceptarlo como parte real de las razones de atracción que sentía por ella.

Alfonso volvió a interrumpir -Ya la verás Matías, seguro te la topas, es una monada, simpática y buena amiga. No entiendo que le ve a éste malhumorado. Ella es lo contrario, alegre y viva, muy viva- Matías solo sonrió bajando un poco la mirada en señal de respeto al sentir la mirada sobre de él de parte de Juan. El código no escrito de no aparentar interés por la mujer de un prójimo era sobreentendido por los hombres. Código de apariencia que inicia apenas en la adolescencia cuando a puños se comienza a entender que no todas las feminas están disponibles, a pesar de que en muchas ocasiones ellas mismas son las que activan el cartel de disponibles... si no es que siempre.

En ese momento, Camilo recordó haber visto a Juan en las escaleras cuando apenas iniciaba su romance con Nuria. Espió desde su puerta que al parecer no fue escuchada al abrirse, a Juan besando y acariciando a Nuria. Ambos estaban tan ensimismados que no se percataron de la mirada intrusa de Camilo. Ella dos escalones por encima de Juan y Juan, dos escalones abajo, acariciandola, haciendo de lado toda tela que pudiera estorbar en su recorrido erótico. Los miró por varios minutos, hasta que al caer la tanga roja de Nuria en sus pies; escapó de sus manos y entre risas, ambos corrieron escaleras arriba hasta el cuarto piso, dando por finalizado el acto voyerista de Camilo con un portazo que retumbó en las escaleras.

- Viene más tarde, comeremos acá y por la tarde veremos unas películas que compré - Juan interrumpió el pensamiento de Camilo que recordó la comida. Su amigo Sebastián lo había invitado a comer al despedirse para volver a Madrid. Su amigo Sebastian que en otra época singificó tanto para él. Después del francés, el español, Sebastián, habían marcado a Camilo.

- Yo me retiro vecinos. Me dió gusto verte Juan... Alfonso como siempre, sigues igual de bruto y bienvenido Matías, espero no estés muy espantado de todos nosotros - dijo Camilo, levantandose y tendiendo la mano a Matías para después darsela cortésmente a Juan y sin siquiera mirar a Alfonso, dandole un golpe fraternal en la espalda al pasar a su lado. Camilo salió cerrando la puerta despacio. En ese momento sonó el timbre...

Juan se levantó mirando extrañado su reloj. Descolgó el auricular y cuando supo quien era apretó el botón que abría la puerta de la calle. No dijo nada y volvió a su sillón. Matías y Alfonso lo miraban esperando algún comentario, pero el silencio de Juan y su mirada hacia las ventanas, solo fue interrumpida cuando sonó la puerta...

Juan abrió... tímidamente entró la mujer vestida de negro, pantalón negro, blusa negra y saco negro. Sus zapatos negros, también, hicieron sonar los tacones altos, su mirada profunda de ojos negros miró a los demás. Matías extrañado por el silencio y Alfonso incrédulo se pusieron de pie.

- Pasa María... él es Matías el nuevo vecino del dos; a Alfonso ya lo conoces... -