12. adiós y gracias...

Juan entró sin casi mirar a Alfonso que se quedó con la mano extendida para saludarle. Juan miró a Nuria que sentada le sonreía.

- Hola amor, vine a buscarte y como no estabas, pasé con Alfonso para saber de ti.

Juan mudo. Miraba a Nuria, miraba sus piernas y su posición. No quería imaginar. Pero deseaba saber... La inseguridad natural lo empezó a rodear y sin mucha expresión, Nuria lo notó. Ella no quiso dar explicación. Sentía un morbo de verlo y sentirlo celoso de ella, la sensación incómoda le gustaba. De forma natural, incluso, un poco sobreactuada; Alfonso dió una explicación:

- Juan... hace unos 10 minutos vengo llegando. Me imagino que Nuria te buscaba y al no encontrarte pasó por acá. Puse la música y me imagino que soy el único en el edificio. ¿Cómo estás amigo? ¿Nos tienes preocupados?...

Juan finalmente miró a Alfonso y en respuesta a su dudosa explicación, sonrió ligeramente. No quería adelantar la situación que había definido con Nuria y menos delante de Alfonso, así que decidió esperar para un momento más oportuno. En los días anteriores que había estado con su hija en casa de su madre, había tomado decisiones. Habló con su hija. Definieron que ella viviría con sus abuelos, padres de Juan. Habló con ellos y estuvieron de acuerdo. Su hija se trasladaría a Guadalajara donde estos vivían. Realizó llamadas y contactó amigos para poder asegurarse de que la muchacha ingresara sin problemas al Instituto. Iniciaba su educación superior en comunicaciones y estaba de acuerdo en hacerlo. La muerte de su madre la había dejado muy triste y el traslado a Guadalajara lo fue aún más.

Juan se había preguntado en cierto momento, el por qué no necesitaba de Nuria en esos momentos. No quería compartir con alguien que solo manifestaba deseos. En efecto, extrañaba su cuerpo, su calentura, su deseo hacia él. Pero no eran los momentos. Necesitaba de paz y de resolver, no de alguien que constantemente exigía, pedía, solicitaba; aunque fuera solo cariño. Nuria no daba, Nuria pedía, a veces, sin siquiera abrir la boca. No era la mujer que el necesitaba. Definitivo, no necesitaba que le necesitaran. No ahora. No con Nuria.

Se sentó en el mismo sillón donde estaba ella y de inmediato, ella le puso su mano sobre la pierna. Lo abrazó y le besó el cuello. Señal de deseo, ni una palabra, ni un aliento a todo lo que había vivido. Juan estaba en una fase de victimización total. Sentía que el mundo le jugaba en contra con tantos hechos rápidos y en cascada que no le permitían serenarse y acomodar sentimientos.

Culpó a Nuria, la culpó de no darse cuenta de los momentos. La culpó de solo querer satisfacer sus propias necesidades, cuando sin siquiera ver el entorno. Culpó a Nuria de estar ahí, estar en el departamento de Alfonso, donde nada de lo que entra, sale limpio. Sabiendo como es Alfonso, bien pudo haber ido a su casa y esperar a que él la llamara. Nuria quería jugar. En su mente comenzó a definir a Nuria más que como su amor, como su enemiga que le quería jugar una mala pasada. Los celos definitivamente lo invadieron.

- ¿Qué hacían? - Preguntó directamente Juan con un tono de voz que reflejaba su enojo.

- Platicabamos Juan... no pensarás... - Dijo Alfonso nervioso, totalmente sacado de balance por la pregunta de Juan.

- Sí, sí lo piensa Poncho... Me cree una puta -

Dijo Nuria al tiempo que se levantaba rapidamente del sillón y caminaba hacia la puerta. Giró y miró directamente a Juan. Conociendolo y tomando la pregunta de Juan como una afrenta, decidió tomar el control de la situación, permitiendo sacar su enojo acumulado de los últimos días al no poder, o más bien, no haber sido convocada a acompañarle en esos días que suponía que Juan la necesitaría.

- Mejor me voy. Cuando necesites de tu putita para acostarte, o cuando estés necesitado de la ramera que siempre está como loca buscandote, queriendo estara a tu lado, o cuando... - Empezó a llorar y controlandose prosiguió...

- Cuando estés solo y quieras que alguien te haga reir, o necesites de la mujer que se enamoró de ti, que estuvo los últimos días esperando a que llamaras y que si no lo hice fue para no molestar en momentos que me supuse que lo que menos querías eran más problemas... conoces mi pinche teléfono. Tu preguntita me dolió, si no confias en mí, jamás lo harás y yo no necesito un niñito, quiero un hombre de verdad... - Caminó alejandose más y acercandose a la puerta esperando una réplica sin tenerla.

Juan la miraba. Sin siquiera una expresión o intento de interrumpir, solo la miraba. Alfonso miraba a ambos. Se sentía incómodo, fuera de lugar. No quería estar en ese momento en su propio departamento. No se movía y no entendía si debía de decir o hacer algo. Ponerse de pié significaba apoyar a su amigo haciendo el ademán del retiro de Nuria. Pero quedarse sentado, le daba a Nuria la señal de que si se iba lo hacía totalmente por su cuenta. No habían hecho nada malo, aunque sí habían pensado cosas, ambos. Sí había habido una situación ligera de seducción que al toque de Juan quedaba interrumpida. Pero el paso que seguía era el de él. Todo fue interrumpido en un momento que pudiera estar definiendo un todo. Como en la vida, pequeños instantes que pueden generar un todo. O una nada.

- Juan, lo siento. Me voy y no está en mi volver más... - dijo Nuria abriendo su bolso y bajando la cabeza en señal de esperar una respuesta.

- Nuria... adiós y gracias -

Las palabras de Juan cimbraron el momento. El silencio después de dichas palabras definían todo. Nuria abrió la puerta, salió y dejando abierta la puerta se escucharon sus pasos bajar corriendo. El último sonido fue la puerta de la calle del cuarenta de la calle de Rocío.

- Juan... - musitó Alfonso.

- No digas nada. Sólo hice una pregunta que me definió todo... - giró sobre el sillón mirando a Alfonso. Prosiguió:

- Sé que no pasó nada, hubiera habido una explicación no creíble y obvia. Pero si sé, que ella pensó en que pudiera haber habido algo contigo; por eso su enojo... me queda claro, el adiós es definitivo. Eres mi amigo y no dejarás de serlo, lo que tu hayas pensado a solas con ella, quedatelo tú, no me interesa. Ella no me interesa más -

Juan se levantó. Era cierto. Tal como lo había expresado era muy cierto. Nada había pasado, nada, pero en efecto, se había pensado el que pasara, se había sentido al menos.

- He pasado por momentos dificiles estos días. Me ausenté para poner en orden mis cosas y las de mi hija que se quedó sin madre. Vivirá con mis padres y la tendré más a menudo conmigo. Hubiera necesitado de alguien a mi lado, pero no Nuria... No alguien que dependa de mi;

Necesito de alguien que tenga vida propia y me aporte más a mi vida a solo esperar que de mi vida surjan sus propias metas. Ese cuento de las medias naranjitas, es la estupidez más grande que puede haber... se necesita ser y encontrar ¡naranjas completas!...

Ya tengo quien pueda depender de mi y no altera mis propios intereses, al ser parte de los mismos. Mi hija y, con ello tengo para rato. Tu viste, no tuve siquiera que terminar la relación con ella. Tampoco iría corriendo detrás de ella. Eso busca el perfil de Nuria. Que salgas detrás de ellas y supliques perdón... cuando no hay nada que perdonar...

Ella la terminó conmigo en sus términos. Una sola pregunta que no significa nada, a ella le significó una verdad que ella mismo convirtió en un final. Su belleza, su capacidad de seducción, su coquetería se sumaron a su propia inseguridad. Ella misma acabó con ella misma ante mi. No supo manejar eso en los momentos oportunos. Hay muchas mujeres que no distinguen los momentos y las situaciones. Son demasiado obvias en sus necesidades de seducir cubriendo su propia inseguridad... el camino que se trazan será, el de aparentemente mucha compañía; en verdad una soledad que con los años, las dejarán solas.

Coleccionan amores, acostones, coleccionan sentires y juran que dejaron huella, cuando no pasarán más allá de ser unas jovencitas deseadas y luego unas mujeres abandonadas -

Juan caminó hacia la puerta y al salir al pasillo, sin siquiera voltear dijo...

- Ten cuidado Alfonso, eso no es exclusivo de las mujeres... -