14. Nuria...

Matías despertó. Aún somnoliento caminó despacio hacia la cocina recibiendo de golpe la luz del astro rey, que como flash, obligó a sus ojos a cerrarse para adecuar la entrada de luz. Un día más. El luto ya estaba pasando y poco a poco de forma consciente volvían sus sentires a la normalidad.

Calentó agua, tomaría café. Aroma a café...

Pensó en su madre. Cómo los aromas pueden transportarnos, pueden hacernos recordar, sentir, vivir y re-vivir momentos que por segundos parecen olvidados en nuestras mentes y nuestra memoria. Su madre se le vino a la mente, inundando sus sentidos por completo. Su voz, su presencia, su olor, sus caricias de madre que siempre lo reconfortaron. La tristeza lo inundó, se sintió sólo, sintió frío. Miraba la ventana moviendo sin siquiera mirar la cucharita dentro de la taza. El ruido del metal en la cerámica. La campana de la mañana, cuando escuchaba a su madre preparar el café diario de todos los días...

Sus sentidos, somnolientos fueron uno a uno despertando. El silencio del edificio contrastaba con su ventana que daba a los techos vecinos. El sol se abría paso entre las nubes nocturnas que tapaban la ya antaña vista de estrellas sobre el valle de México. La soledad lo inundó y dejó que sucediera.

La luz recorría los muros, tocaba las piedras, rozaba los marcos de las ventanas, acariciaba las ventanas y soplaba las cortinas donde entraba, habiendo vidrio abierto...

Alfonso dormía desnudo. El cuerpo de ella destapada dejaba recorrer la vista por todo su cuerpo. Encima de él, dormía profunda dejando sus cabellos rubios encima de las sabanas...

Juan despertaba encendiendo las bocinas que conectadas a su computadora dejaban escuchar la música suave de violines dar los buenos días de forma amable; quería iniciar una nueva etapa, sin Nuria, sin María, dispuesto a re-inventarse; con una cicatriz en la frente que no le dejaría olvidar días de locura. Juan renacía...

Camilo se levantaba, miraba el cuerpo de su pareja dormido...


Lejos, más allá de la vista, más allá de la quietud y la calma del cuarenta de la calle de Rocío; ella gemía dulcemente. El éxtasis la hacía abrir su boca suavemente, su cuerpo casi desnudo se enredaba entre las sábanas, sus piernas se abrían y cerraban pausadamente. Como melodía que a los acordes de las cuerdas, con impresiones de los metales ascendían en tono y permitían sentir la vibración en cada celula. En cada molecula de piel. Una gota de sudor comenzaba a rodar por su frente, sus ojos negros se abrían y cerraban casi en compás con su boca. Su voz suave dejaba salir exclamaciones que hace temblar a quien las escucha y desear tenerlas cerca, cerca, muy cerca. Sus manos subían y bajaban por todo su cuerpo, la belleza del orgasmo que se acerca con la sentida desesperación del momento culmen rodeaban la habitación de Nuria...

El esperado orgasmo llegó, el grito lo anunció y la palabra como eco lleno la habitación que se llenaba de luz al tiempo que el rostro de Nuria se llenaba de esa mágica sonrisa que solo ciertos momentos pueden generar.

En su mente, en sus manos, en sus dedos la palabra quedó atrapada; la imagen de Juan quedaría plasmada como un adiós o una bienvenida dentro de ella. La imagen del hombre que en muchas ocasiones la hizo sentir lo que sentía en ese momento no fue pronunciada... el secreto pudo haber llevado otro nombre. Acaso Alfonso, acaso Juan, acaso alguien más...

Secretos que solo quedan impresos en las mentes. Secretos que no se cuentan, que no se dicen, siquiera a uno mismo. Secreto de haber hecho el amor con quien se quiera en la mente, cuando se quiere y cuantas veces se desea. Secreto de situaciones, secreto de cuentos, secreto de fantasías que nos permite nuestra mente hacer, sentir y vivir...

Nuria hizo el amor esa mañana. Con quien lo haya hecho era lo menos importante. La entrega era consumada, bellamente rozada, groseramente penetrada. Nuria no volvería, Nuria dejaba ir pero atrapaba el hecho de haber amado mucho. Nuria sería para otra historia...