14. Nuria...

Matías despertó. Aún somnoliento caminó despacio hacia la cocina recibiendo de golpe la luz del astro rey, que como flash, obligó a sus ojos a cerrarse para adecuar la entrada de luz. Un día más. El luto ya estaba pasando y poco a poco de forma consciente volvían sus sentires a la normalidad.

Calentó agua, tomaría café. Aroma a café...

Pensó en su madre. Cómo los aromas pueden transportarnos, pueden hacernos recordar, sentir, vivir y re-vivir momentos que por segundos parecen olvidados en nuestras mentes y nuestra memoria. Su madre se le vino a la mente, inundando sus sentidos por completo. Su voz, su presencia, su olor, sus caricias de madre que siempre lo reconfortaron. La tristeza lo inundó, se sintió sólo, sintió frío. Miraba la ventana moviendo sin siquiera mirar la cucharita dentro de la taza. El ruido del metal en la cerámica. La campana de la mañana, cuando escuchaba a su madre preparar el café diario de todos los días...

Sus sentidos, somnolientos fueron uno a uno despertando. El silencio del edificio contrastaba con su ventana que daba a los techos vecinos. El sol se abría paso entre las nubes nocturnas que tapaban la ya antaña vista de estrellas sobre el valle de México. La soledad lo inundó y dejó que sucediera.

La luz recorría los muros, tocaba las piedras, rozaba los marcos de las ventanas, acariciaba las ventanas y soplaba las cortinas donde entraba, habiendo vidrio abierto...

Alfonso dormía desnudo. El cuerpo de ella destapada dejaba recorrer la vista por todo su cuerpo. Encima de él, dormía profunda dejando sus cabellos rubios encima de las sabanas...

Juan despertaba encendiendo las bocinas que conectadas a su computadora dejaban escuchar la música suave de violines dar los buenos días de forma amable; quería iniciar una nueva etapa, sin Nuria, sin María, dispuesto a re-inventarse; con una cicatriz en la frente que no le dejaría olvidar días de locura. Juan renacía...

Camilo se levantaba, miraba el cuerpo de su pareja dormido...


Lejos, más allá de la vista, más allá de la quietud y la calma del cuarenta de la calle de Rocío; ella gemía dulcemente. El éxtasis la hacía abrir su boca suavemente, su cuerpo casi desnudo se enredaba entre las sábanas, sus piernas se abrían y cerraban pausadamente. Como melodía que a los acordes de las cuerdas, con impresiones de los metales ascendían en tono y permitían sentir la vibración en cada celula. En cada molecula de piel. Una gota de sudor comenzaba a rodar por su frente, sus ojos negros se abrían y cerraban casi en compás con su boca. Su voz suave dejaba salir exclamaciones que hace temblar a quien las escucha y desear tenerlas cerca, cerca, muy cerca. Sus manos subían y bajaban por todo su cuerpo, la belleza del orgasmo que se acerca con la sentida desesperación del momento culmen rodeaban la habitación de Nuria...

El esperado orgasmo llegó, el grito lo anunció y la palabra como eco lleno la habitación que se llenaba de luz al tiempo que el rostro de Nuria se llenaba de esa mágica sonrisa que solo ciertos momentos pueden generar.

En su mente, en sus manos, en sus dedos la palabra quedó atrapada; la imagen de Juan quedaría plasmada como un adiós o una bienvenida dentro de ella. La imagen del hombre que en muchas ocasiones la hizo sentir lo que sentía en ese momento no fue pronunciada... el secreto pudo haber llevado otro nombre. Acaso Alfonso, acaso Juan, acaso alguien más...

Secretos que solo quedan impresos en las mentes. Secretos que no se cuentan, que no se dicen, siquiera a uno mismo. Secreto de haber hecho el amor con quien se quiera en la mente, cuando se quiere y cuantas veces se desea. Secreto de situaciones, secreto de cuentos, secreto de fantasías que nos permite nuestra mente hacer, sentir y vivir...

Nuria hizo el amor esa mañana. Con quien lo haya hecho era lo menos importante. La entrega era consumada, bellamente rozada, groseramente penetrada. Nuria no volvería, Nuria dejaba ir pero atrapaba el hecho de haber amado mucho. Nuria sería para otra historia...


13. La mañana

Amanecía. El cuarenta de la calle de Rocío como monumento y no edificio vivo, en silencio. La brisa de mañana tocaba su fachada. Suave la acariciaba. La textura de su fachada, macizos, vanos, balcones, ventanas eran recorridos por la luz. Traviesamente dejaba ver los oscuros, convirtiendolos en claros. Sus tabiques rojos ocre pasaban a reflejar el sol tímido de la mañana. Algunos balcones abiertos eran seducidos por las cortinas blancas casi transparentes. Camilo cerraba todo, como parte de su propio ser, cerrado. Matías, en duelo, también cerrado. Había colocado un moño negro en una cornisa de su balcón central. Dejaba claro su estatus. Alfonso abierto, sus cortinas se movían despacio y hacían juego con sus vecinas de arriba, las de Juan.

Por la calle pasaban pocos autos. La vieja de siempre que puntual en su horario regresaba apenas de la misa de mañana. Despacio, caminaba paso a paso. ¿Cuántos pasos habrá dado en su vida? ¿Cuánta pena guardará en su tierno corazón de vieja? ¿Cuántos pecados autoimpuestos presionarán su válvula cardiaca, alguna vez jóven? Caminaba con mirada seria y solo mirando el piso que recorría... ¿Por qué esa imagen tán triste? Por qué tantos viejos se dejan llevar por la tristeza. La melancolía es bella, pero debe de ser como la pimienta, poca y en medida. ¿Acaso el pasado deja solo sentimientos de tristeza? ¿Acaso el ser viejo, debe de llevar eso? El cuarenta de la calle de Rocío; ese que soy yo, el que cuenta esta historia, pero que los confundo hablando en tercera persona, soy viejo y tengo mucho pasado, sin ser triste...

Fuí construído en los inicios de los años cincuenta. Mis primeros ocupantes en mis 4 departamentos eran de una nueva generación que creía más en vidas interiores que en las del campo. Mi ciudad comenzaba a crecer como nunca lo había hecho. Parejas jóvenes llenas de ilusiones que escuchaba por las noches planear, soñar, hacerse el amor, pelear y llorar en mis muros. Debo de haber recibido a una veintena de niños nuevos. Cuide en mis muros y dí luz y aire a muchas mujeres con sus pancitas tocarselas. No hay forma más clara de admirar la ilusión humana, que una madre tocando y admirando su vientre con la nueva vida dentro. Ví a muchas. Me considero padrino de todos esas niños y niñas que sus primeras noches en esta ciudad fueron bajo mis losas.

Algunos incluso me visitan. Vienen años después a verme. Vienen con sus hijos, sus amores, sus amigos. Me miran, me observan, señalan el balcón donde jugaban, donde veían, donde soñaban, donde lloraban. Soy parte de sus vidas...

La muerte, como todo, natural es parte de mi también. Muchos han muerto en mis sombras. Muchos me han asustado sosteniendome fuerte para ser algo seguro como lo hizo Juan. Muchos han azotado mi puerta y sobretodo, muchas. Con Alfonso no me quejo pues balancea bien el ejercicio, desde su forma sensual de cerrar mis puertas, hasta los grandes azotes de alguna de sus presas.

Me han pintado muchas veces, he pasado por muchos cambios de color; pero debo de reconocer que si alguien usa colores es Camilo. Me ha cambiado de color en el interior de su departamento no menos de 10 veces. Creo que su humor maneja el color, o será que el color maneja su humor; como sea, a cada rato me mete fajes de color...

Hay quien no me toca. Don José solo clava clavos. Herramienta nueva que se encuentra, compra, o cambia; clavo nuevo. Es increíble la cantidad de clavos que tiene puestos en sus muros del pequeño espacio que ocupa. Al fondo del edificio en la planta baja. Conserje le dicen.

Pero lo más bello de todo es lo que escucho que ellos escuchan. En tantos años podría decir que soy experto en música. Toda la música que ustedes los humanos crean me fascina. Así como yo fuí creado en un pequeño escritorio por un soñador arquitecto que quiso reflejar su visión de lo que hoy soy, es bello. Crear. Ojala todos crearan. Crear es algo que yo no puedo hacer. Pocos elementos pueden hacerlo. El humano puede, pero son tantos los que no quieren hacerlo. Lo dejan ya sea por sencillez o por dejar, en manos de los "expertos"... que estupidez cuando todos ustedes son creadores. Crear es generar riqueza y debería de ser la primera responsabilidad de ustedes los humanos. Cuando niños se la pasan creando mundos, aventuras, historias, miles de cuentos. Los he escuchado en muchos rincones de mis ser hacerlo. Cuando crecen y comienzan a amar a un ser, crean. Crean poemas, crean similitudes, crean belleza; ¡ni se digan cuando crean vida!

Pero algo les pasa que un día dejan de hacerlo. Dejan de buscar, dejan de preguntar, los llena algo que la vieja que pasa me ha enseñado cuando se enoja y grita a algun perro que no la deja pasar: ¡Soberbio!

Si, se vuelven soberbios. Dejan de querer preguntar. Dejan de querer soñar. Dejan de querer amar. Amar lo que sea, amar la mañana, amar la tarde, amar al ser, amar la vida...

Soberbios que todo lo saben. Soberbios que no permiten que se les cuestione. Soberbios que no dejan que alguien ponga en duda lo que creen, lo que piensan, lo que desean... Dejan de crear, dejan de generar riqueza y se vuelven parasitos de su propia vida y existencia. Niegan cualquier cosa que no sea lo que piensan. Olvidan que el proceso creativo se basa en la pregunta y en el querer las cosas diferentes.

El sol sale. Me baña y calienta su calor y su color. Dejaré de hablarles por que no se supone que esta novela sea mi vida, sino la de ellos, de esos cuatro que queremos conocer a fondo. Vivir sus vidas y conocerlos.

Juan duerme, Afonso duerme, Matias duerme y Camilo...

La luz comenzó a entrar en la habitación suavemente. Los dos cuerpos entrelazados, fundidos, casi hechos uno. La noche quedaba desnuda sobre el piso con la ropa de los hombres desparramada sin orden. El olor a loción y los cabellos revueltos sobre las almohadas no dejaban duda de lo que había sucedido. La mirada de él enfocada al techo dejaba mirar sus largas pestañas. Sus ojos color miel delineaban su rostro perfectamente mientras la luz comenzaba a entrar en la habitación. Su cabello lacio y claro contrastaba con el pelo negro rizado de Camilo. Dormía, Camilo dormía mientras él lo miraba. Su mano no soltaba la de Camilo. Entrelazadas las manos que en su momento debieron de haberse apretado en un climax conjunto que ambos crearon. La mañana iluminaba a la pareja...

El cuarenta de la calle de Rocío comenzaba un día. Pudiera ser el primero o el último, que más dá. Cada día es una nueva historia, un nuevo capítulo, una nueva posibilidad de amar.

12. adiós y gracias...

Juan entró sin casi mirar a Alfonso que se quedó con la mano extendida para saludarle. Juan miró a Nuria que sentada le sonreía.

- Hola amor, vine a buscarte y como no estabas, pasé con Alfonso para saber de ti.

Juan mudo. Miraba a Nuria, miraba sus piernas y su posición. No quería imaginar. Pero deseaba saber... La inseguridad natural lo empezó a rodear y sin mucha expresión, Nuria lo notó. Ella no quiso dar explicación. Sentía un morbo de verlo y sentirlo celoso de ella, la sensación incómoda le gustaba. De forma natural, incluso, un poco sobreactuada; Alfonso dió una explicación:

- Juan... hace unos 10 minutos vengo llegando. Me imagino que Nuria te buscaba y al no encontrarte pasó por acá. Puse la música y me imagino que soy el único en el edificio. ¿Cómo estás amigo? ¿Nos tienes preocupados?...

Juan finalmente miró a Alfonso y en respuesta a su dudosa explicación, sonrió ligeramente. No quería adelantar la situación que había definido con Nuria y menos delante de Alfonso, así que decidió esperar para un momento más oportuno. En los días anteriores que había estado con su hija en casa de su madre, había tomado decisiones. Habló con su hija. Definieron que ella viviría con sus abuelos, padres de Juan. Habló con ellos y estuvieron de acuerdo. Su hija se trasladaría a Guadalajara donde estos vivían. Realizó llamadas y contactó amigos para poder asegurarse de que la muchacha ingresara sin problemas al Instituto. Iniciaba su educación superior en comunicaciones y estaba de acuerdo en hacerlo. La muerte de su madre la había dejado muy triste y el traslado a Guadalajara lo fue aún más.

Juan se había preguntado en cierto momento, el por qué no necesitaba de Nuria en esos momentos. No quería compartir con alguien que solo manifestaba deseos. En efecto, extrañaba su cuerpo, su calentura, su deseo hacia él. Pero no eran los momentos. Necesitaba de paz y de resolver, no de alguien que constantemente exigía, pedía, solicitaba; aunque fuera solo cariño. Nuria no daba, Nuria pedía, a veces, sin siquiera abrir la boca. No era la mujer que el necesitaba. Definitivo, no necesitaba que le necesitaran. No ahora. No con Nuria.

Se sentó en el mismo sillón donde estaba ella y de inmediato, ella le puso su mano sobre la pierna. Lo abrazó y le besó el cuello. Señal de deseo, ni una palabra, ni un aliento a todo lo que había vivido. Juan estaba en una fase de victimización total. Sentía que el mundo le jugaba en contra con tantos hechos rápidos y en cascada que no le permitían serenarse y acomodar sentimientos.

Culpó a Nuria, la culpó de no darse cuenta de los momentos. La culpó de solo querer satisfacer sus propias necesidades, cuando sin siquiera ver el entorno. Culpó a Nuria de estar ahí, estar en el departamento de Alfonso, donde nada de lo que entra, sale limpio. Sabiendo como es Alfonso, bien pudo haber ido a su casa y esperar a que él la llamara. Nuria quería jugar. En su mente comenzó a definir a Nuria más que como su amor, como su enemiga que le quería jugar una mala pasada. Los celos definitivamente lo invadieron.

- ¿Qué hacían? - Preguntó directamente Juan con un tono de voz que reflejaba su enojo.

- Platicabamos Juan... no pensarás... - Dijo Alfonso nervioso, totalmente sacado de balance por la pregunta de Juan.

- Sí, sí lo piensa Poncho... Me cree una puta -

Dijo Nuria al tiempo que se levantaba rapidamente del sillón y caminaba hacia la puerta. Giró y miró directamente a Juan. Conociendolo y tomando la pregunta de Juan como una afrenta, decidió tomar el control de la situación, permitiendo sacar su enojo acumulado de los últimos días al no poder, o más bien, no haber sido convocada a acompañarle en esos días que suponía que Juan la necesitaría.

- Mejor me voy. Cuando necesites de tu putita para acostarte, o cuando estés necesitado de la ramera que siempre está como loca buscandote, queriendo estara a tu lado, o cuando... - Empezó a llorar y controlandose prosiguió...

- Cuando estés solo y quieras que alguien te haga reir, o necesites de la mujer que se enamoró de ti, que estuvo los últimos días esperando a que llamaras y que si no lo hice fue para no molestar en momentos que me supuse que lo que menos querías eran más problemas... conoces mi pinche teléfono. Tu preguntita me dolió, si no confias en mí, jamás lo harás y yo no necesito un niñito, quiero un hombre de verdad... - Caminó alejandose más y acercandose a la puerta esperando una réplica sin tenerla.

Juan la miraba. Sin siquiera una expresión o intento de interrumpir, solo la miraba. Alfonso miraba a ambos. Se sentía incómodo, fuera de lugar. No quería estar en ese momento en su propio departamento. No se movía y no entendía si debía de decir o hacer algo. Ponerse de pié significaba apoyar a su amigo haciendo el ademán del retiro de Nuria. Pero quedarse sentado, le daba a Nuria la señal de que si se iba lo hacía totalmente por su cuenta. No habían hecho nada malo, aunque sí habían pensado cosas, ambos. Sí había habido una situación ligera de seducción que al toque de Juan quedaba interrumpida. Pero el paso que seguía era el de él. Todo fue interrumpido en un momento que pudiera estar definiendo un todo. Como en la vida, pequeños instantes que pueden generar un todo. O una nada.

- Juan, lo siento. Me voy y no está en mi volver más... - dijo Nuria abriendo su bolso y bajando la cabeza en señal de esperar una respuesta.

- Nuria... adiós y gracias -

Las palabras de Juan cimbraron el momento. El silencio después de dichas palabras definían todo. Nuria abrió la puerta, salió y dejando abierta la puerta se escucharon sus pasos bajar corriendo. El último sonido fue la puerta de la calle del cuarenta de la calle de Rocío.

- Juan... - musitó Alfonso.

- No digas nada. Sólo hice una pregunta que me definió todo... - giró sobre el sillón mirando a Alfonso. Prosiguió:

- Sé que no pasó nada, hubiera habido una explicación no creíble y obvia. Pero si sé, que ella pensó en que pudiera haber habido algo contigo; por eso su enojo... me queda claro, el adiós es definitivo. Eres mi amigo y no dejarás de serlo, lo que tu hayas pensado a solas con ella, quedatelo tú, no me interesa. Ella no me interesa más -

Juan se levantó. Era cierto. Tal como lo había expresado era muy cierto. Nada había pasado, nada, pero en efecto, se había pensado el que pasara, se había sentido al menos.

- He pasado por momentos dificiles estos días. Me ausenté para poner en orden mis cosas y las de mi hija que se quedó sin madre. Vivirá con mis padres y la tendré más a menudo conmigo. Hubiera necesitado de alguien a mi lado, pero no Nuria... No alguien que dependa de mi;

Necesito de alguien que tenga vida propia y me aporte más a mi vida a solo esperar que de mi vida surjan sus propias metas. Ese cuento de las medias naranjitas, es la estupidez más grande que puede haber... se necesita ser y encontrar ¡naranjas completas!...

Ya tengo quien pueda depender de mi y no altera mis propios intereses, al ser parte de los mismos. Mi hija y, con ello tengo para rato. Tu viste, no tuve siquiera que terminar la relación con ella. Tampoco iría corriendo detrás de ella. Eso busca el perfil de Nuria. Que salgas detrás de ellas y supliques perdón... cuando no hay nada que perdonar...

Ella la terminó conmigo en sus términos. Una sola pregunta que no significa nada, a ella le significó una verdad que ella mismo convirtió en un final. Su belleza, su capacidad de seducción, su coquetería se sumaron a su propia inseguridad. Ella misma acabó con ella misma ante mi. No supo manejar eso en los momentos oportunos. Hay muchas mujeres que no distinguen los momentos y las situaciones. Son demasiado obvias en sus necesidades de seducir cubriendo su propia inseguridad... el camino que se trazan será, el de aparentemente mucha compañía; en verdad una soledad que con los años, las dejarán solas.

Coleccionan amores, acostones, coleccionan sentires y juran que dejaron huella, cuando no pasarán más allá de ser unas jovencitas deseadas y luego unas mujeres abandonadas -

Juan caminó hacia la puerta y al salir al pasillo, sin siquiera voltear dijo...

- Ten cuidado Alfonso, eso no es exclusivo de las mujeres... -

11. Cabrón (2a parte)

Alfonso sentado, disimulaba mirar las piernas desnudas de Nuria que acostumbraba poner nerviosos a todos los que se prestaran a sus juegos 'voyeristas'. Eso sí, escojía a sus víctimas, no todos. Solo aquellos que le gustaban o atraían. Gusto o atracción. Punto que la mayoría de los hombres confundía constantemente, pero que en las mujeres, al parecer, estaba claro.

Nuria notaba la "discreción" de Alfonso y la divertía. Juan no llegaba y ninguno de los dos tenía la menor idea de donde pudiera estar. Nuria había hablado con él brevemente en los últimos días. Los sucesos ocurridos la mantenían limitada a querer buscarle tanto que él pudiera sentirse atosigado. Pero él no la buscaba y eso la tenía enojada, pero con culpa. Culpa de saber que no podría reclamarle, aunque quería hacerlo, culpa de no querer molestarle, pero con ganas de estar a su lado. Descubría a pesar de sí misma, que estaba enamorada de Juan.

Su presencia con Alfonso era más un acto irreflexivo que consciente. Pero no hacía mucho por controlarlo o aceptar que actuaba mal. Movía su cuerpo mientras Alfonso ponía música y ambientaba su departamento, dejando que su falda subiese más y más por sus largos muslos. De reojo miraba su pecho, cuidando de que se notara o fuera evidente su falta de ropa interior al notar sus pequeños pezones ir manifestando su inclusión en la charla...

Nuria quería seducir, pero no quería ser seducida.

Alfonso, experto en artes de cabildeo femenino, notaba los movimientos de Nuria mientras buscaba música y ponía discos en su sistema de 5 dvd's. Notaba por encima de todo que no cuidaba del movimiento de su falda, que desde que habia llegado, notaba su falta de amarres superiores lo cual lo excitaba y notaba el constante movimiento de sus manos sobre su pelo, movimiento inconsciente de muchas mujeres, cuando se sienten observadas y quieren ser observadas.

- Que raro lo de Juan, la verdad es preocupante, tomando en cuenta que antes del accidente de María, pues él estaba en un estado de shock, digo... para llegar a los extremos a los que llegó...-

- Si, y no tengo la menor idea de que pudo haber pasado, o que pudo haberle dicho María para que se pusiera así, por Dios ¡quiso matarse!...-

Alfonso encendió un cigarro mirandola, mirando sus piernas que en verdad eran bellas, bronceadas, depiladas, sin defectos... sus muslos firmes y bien trazados se movían cada que cambiaba su cruce de piernas y por momentos, cual niño, buscaba ver más, buscaba atrapar un pequeño triangulito, pero ella no dejaba nada a la visión... experta en ello.

- Creo saber algo...- dijo Alfonso seriamente.

- Cuando fuímos al sepelio y entierro de la madre de Matías, mencionó previo a ponerse a llorar que su hija era de él, que le dijeran lo que le dijeran era de él...-

Nuria se quedó mirandolo. Olvidó por un momento su papel de niña-mujer seductora y se reclinó hacia el frente con las piernas juntas y sus brazos descanzando en sus rodillas.

- ¿En serio?... ¿dijo eso?... o sea, que su hija, no es su hija y María se lo soltó y eso le rompió el esquema de lo ya de por sí roto con esa chava... que poca madre de vieja, por algo le pasó lo que le pasó, quiso joderlo. No más bien, se jodió a otro y nunca le dijo y ahora le vino a decir la neta... ¡que poca! Ay mi niño lindo ahora entiendo, debe de estar deshecho... mi chiquito...-

- Pues si, me imagino que el tema va por ahí- dijo Alfonso mirando al techo. En ese momento sintió extraño, sintió una cuestionante sobre lo que pudo haber sentido Juan con algo así. Él sin hijos se sentía alejado de ese tipo de sentimientos, pero no completamente indiferente. Había pensado en algun momento tener un hijo con Martha. La extraña relación de Martha surgida de las piernas de Amanda. Un hijo, una hija, que cambiaría en su vida. Se quedó pensativo en eso sin darse cuenta que Nuria se había puesto de pie y miraba sus discos. Atrapó su atención alejandolo de sus cuestionantes internas. Nuria era en verdad hermosa y ella lo sabía...

La belleza de la mujer, que se sabe bella no tiene competencia. No hay nada mas sensual que una mujer que se sabe sensual y se siente sensual. Ellas no dejan de competir, inconsciente o consciente pero bien pueden observar en las grandes divas que lo único que las distingue de las demás es precisamente eso: no compiten.

Nuria era un cuerpo bellísimo, con actitud provocadora y conocedora del juego visual que a un hombre puede poner "tenso". Pero no era más que una niña, una niña jugando a ser mujer. No por edad, habiendo mujeres de 20 y niñas de 40. Su actitud, su mal manejo de objetivos claros la hacían parecer ingenua, sin serlo. Nuria había llegado a la vida de Juan en la academia. En la cátedra donde de forma natural, el factor de la admiración juega un papel de poder 'light' y Juan era admirable. No por hechos que seguramente Nuria no conocía. Por edad, por seguridad y por la indiscutible fuerza que emana del que estudia-aprende por pasión, sobre el que estudia-medio-aprende por obligación.

Alfonso conocía detalles. Sabía de los básicos de la relación Nuria-Juan, por Juan mismo, que queriendo justificarse, cuando no era necesario, explicaba su primero aventura con Nuria, despues su relación constante con Nuria. Sabía detalles, conocía la capacidad sexual de Nuria por dichos cortos de Juan, que como todos los hombres, comentan sin responsabilidad para confirmar-se su capacidad. Además tenía en el piso de arriba, una losa de concreto sonora que le daba detalles audibles de lo bien que la pasaban...

- Nuria, sabes, hace algunas noches te escuché haciendo el amor con Juan- dijo consciente de la bomba que soltaba, del ataque a la intimidad de Nuria y de la atrevida sensación de cachondes que el comentario le generaba.

- Je, cojo rico ¿no?- Nuria reviró como los grandes. Dejó pasmado a Alfonso sin habla, cuando que pensaba que con el comentario, tendría el 'sartén por el mango'.

Nuria volteó de ver cd's y lo miró. Él evitó la mirada. Se acercó considerando la distancia, lo corto de su falda, la visión que el tenía sentado y se quedó de pié. Era momento para dar otro golpe al fauno. Conocía las dotes de Alfonso y le eran divertidas para su aprendizaje.

- Soy muy deshinibida cuando hago el amor Ponchito... disculpa por no dejarte dormir- dijo sonriendo y disfrutando de observarlo confundido. Se anotaba un gol y lo saboreaba. Alfonso le gustaba y lo detestaba a la vez. Odiaba ver y saber que no tomaba a nadie en serio. Era una especie de sentimiento de rechazo pero a la vez no le interesaba.

Giró alegre y se dejó caer nuevamente en el sillón. Soltó su última frase demoledora:

- ¿Qué hacemos cabroncito?-

Alfonso la miró. Casi acostada en el sofá, la falda hasta el limite y finalmente dejando al descubierto su interior blanco sobre su piel, sus pezones perfectamente claros dibujados en su blusa, su boca semiabierta, la mirada fija en él y una sonrisa totalmente descubierta de pudor...

Sonó la puerta...