11. Cabrón (2a parte)

Alfonso sentado, disimulaba mirar las piernas desnudas de Nuria que acostumbraba poner nerviosos a todos los que se prestaran a sus juegos 'voyeristas'. Eso sí, escojía a sus víctimas, no todos. Solo aquellos que le gustaban o atraían. Gusto o atracción. Punto que la mayoría de los hombres confundía constantemente, pero que en las mujeres, al parecer, estaba claro.

Nuria notaba la "discreción" de Alfonso y la divertía. Juan no llegaba y ninguno de los dos tenía la menor idea de donde pudiera estar. Nuria había hablado con él brevemente en los últimos días. Los sucesos ocurridos la mantenían limitada a querer buscarle tanto que él pudiera sentirse atosigado. Pero él no la buscaba y eso la tenía enojada, pero con culpa. Culpa de saber que no podría reclamarle, aunque quería hacerlo, culpa de no querer molestarle, pero con ganas de estar a su lado. Descubría a pesar de sí misma, que estaba enamorada de Juan.

Su presencia con Alfonso era más un acto irreflexivo que consciente. Pero no hacía mucho por controlarlo o aceptar que actuaba mal. Movía su cuerpo mientras Alfonso ponía música y ambientaba su departamento, dejando que su falda subiese más y más por sus largos muslos. De reojo miraba su pecho, cuidando de que se notara o fuera evidente su falta de ropa interior al notar sus pequeños pezones ir manifestando su inclusión en la charla...

Nuria quería seducir, pero no quería ser seducida.

Alfonso, experto en artes de cabildeo femenino, notaba los movimientos de Nuria mientras buscaba música y ponía discos en su sistema de 5 dvd's. Notaba por encima de todo que no cuidaba del movimiento de su falda, que desde que habia llegado, notaba su falta de amarres superiores lo cual lo excitaba y notaba el constante movimiento de sus manos sobre su pelo, movimiento inconsciente de muchas mujeres, cuando se sienten observadas y quieren ser observadas.

- Que raro lo de Juan, la verdad es preocupante, tomando en cuenta que antes del accidente de María, pues él estaba en un estado de shock, digo... para llegar a los extremos a los que llegó...-

- Si, y no tengo la menor idea de que pudo haber pasado, o que pudo haberle dicho María para que se pusiera así, por Dios ¡quiso matarse!...-

Alfonso encendió un cigarro mirandola, mirando sus piernas que en verdad eran bellas, bronceadas, depiladas, sin defectos... sus muslos firmes y bien trazados se movían cada que cambiaba su cruce de piernas y por momentos, cual niño, buscaba ver más, buscaba atrapar un pequeño triangulito, pero ella no dejaba nada a la visión... experta en ello.

- Creo saber algo...- dijo Alfonso seriamente.

- Cuando fuímos al sepelio y entierro de la madre de Matías, mencionó previo a ponerse a llorar que su hija era de él, que le dijeran lo que le dijeran era de él...-

Nuria se quedó mirandolo. Olvidó por un momento su papel de niña-mujer seductora y se reclinó hacia el frente con las piernas juntas y sus brazos descanzando en sus rodillas.

- ¿En serio?... ¿dijo eso?... o sea, que su hija, no es su hija y María se lo soltó y eso le rompió el esquema de lo ya de por sí roto con esa chava... que poca madre de vieja, por algo le pasó lo que le pasó, quiso joderlo. No más bien, se jodió a otro y nunca le dijo y ahora le vino a decir la neta... ¡que poca! Ay mi niño lindo ahora entiendo, debe de estar deshecho... mi chiquito...-

- Pues si, me imagino que el tema va por ahí- dijo Alfonso mirando al techo. En ese momento sintió extraño, sintió una cuestionante sobre lo que pudo haber sentido Juan con algo así. Él sin hijos se sentía alejado de ese tipo de sentimientos, pero no completamente indiferente. Había pensado en algun momento tener un hijo con Martha. La extraña relación de Martha surgida de las piernas de Amanda. Un hijo, una hija, que cambiaría en su vida. Se quedó pensativo en eso sin darse cuenta que Nuria se había puesto de pie y miraba sus discos. Atrapó su atención alejandolo de sus cuestionantes internas. Nuria era en verdad hermosa y ella lo sabía...

La belleza de la mujer, que se sabe bella no tiene competencia. No hay nada mas sensual que una mujer que se sabe sensual y se siente sensual. Ellas no dejan de competir, inconsciente o consciente pero bien pueden observar en las grandes divas que lo único que las distingue de las demás es precisamente eso: no compiten.

Nuria era un cuerpo bellísimo, con actitud provocadora y conocedora del juego visual que a un hombre puede poner "tenso". Pero no era más que una niña, una niña jugando a ser mujer. No por edad, habiendo mujeres de 20 y niñas de 40. Su actitud, su mal manejo de objetivos claros la hacían parecer ingenua, sin serlo. Nuria había llegado a la vida de Juan en la academia. En la cátedra donde de forma natural, el factor de la admiración juega un papel de poder 'light' y Juan era admirable. No por hechos que seguramente Nuria no conocía. Por edad, por seguridad y por la indiscutible fuerza que emana del que estudia-aprende por pasión, sobre el que estudia-medio-aprende por obligación.

Alfonso conocía detalles. Sabía de los básicos de la relación Nuria-Juan, por Juan mismo, que queriendo justificarse, cuando no era necesario, explicaba su primero aventura con Nuria, despues su relación constante con Nuria. Sabía detalles, conocía la capacidad sexual de Nuria por dichos cortos de Juan, que como todos los hombres, comentan sin responsabilidad para confirmar-se su capacidad. Además tenía en el piso de arriba, una losa de concreto sonora que le daba detalles audibles de lo bien que la pasaban...

- Nuria, sabes, hace algunas noches te escuché haciendo el amor con Juan- dijo consciente de la bomba que soltaba, del ataque a la intimidad de Nuria y de la atrevida sensación de cachondes que el comentario le generaba.

- Je, cojo rico ¿no?- Nuria reviró como los grandes. Dejó pasmado a Alfonso sin habla, cuando que pensaba que con el comentario, tendría el 'sartén por el mango'.

Nuria volteó de ver cd's y lo miró. Él evitó la mirada. Se acercó considerando la distancia, lo corto de su falda, la visión que el tenía sentado y se quedó de pié. Era momento para dar otro golpe al fauno. Conocía las dotes de Alfonso y le eran divertidas para su aprendizaje.

- Soy muy deshinibida cuando hago el amor Ponchito... disculpa por no dejarte dormir- dijo sonriendo y disfrutando de observarlo confundido. Se anotaba un gol y lo saboreaba. Alfonso le gustaba y lo detestaba a la vez. Odiaba ver y saber que no tomaba a nadie en serio. Era una especie de sentimiento de rechazo pero a la vez no le interesaba.

Giró alegre y se dejó caer nuevamente en el sillón. Soltó su última frase demoledora:

- ¿Qué hacemos cabroncito?-

Alfonso la miró. Casi acostada en el sofá, la falda hasta el limite y finalmente dejando al descubierto su interior blanco sobre su piel, sus pezones perfectamente claros dibujados en su blusa, su boca semiabierta, la mirada fija en él y una sonrisa totalmente descubierta de pudor...

Sonó la puerta...