02. El buen gusto. Camilo

La música rodeaba el limpísimo departamento de Camilo. Tonos crema, paredes blancas, detalles por todas partes, piso brillante de madera crujían a cada paso y giro que Camilo descalzo "femeninamente" daba. Su protagonismo sin audiencia era en cierto modo divertido como ridículo a la vez.

Camilo tenía 40 años. Su rostro reflejaba menos, unos 5 años menos que el aseguraba que sumaba 5 más. Sus treintas como el decía. Su época brillante que en la oscuridad negra de sus pupilas, distanciaba mucho de ser brillante.

Nació en una familia de 'alcurnia' como el mismo presentaba. El apellido Franco, provenientes del bajío mexicano, habían logrado posición y economía gracias a la labor del jerarca, su abuelo, siendo un respetable comerciante con la 'madre patria'. La tienda que después pasó a convertirse en sede de muchos almacenes, fundó una dinastía de hombres y mujeres y multiples historias y leyendas internas que las más de las veces; causaban revuelo entre sus miembros las Navidades. Evento que reunía a la gran mayoría de la familia.

Una de esas Navidades, cuando Camilo apenas tenía 14 años de edad, conoció al que significaría el amor de su vida, así como el causante de su desgracia familiar, cuando decidió dar a conocer de manera más que pública; desafiante, su homosexualidad.

Paul, francés hijo de uno de los socios de su abuelo. Que a sus apenas 19 años de edad en aquella época, representaba el futuro y decidido delfín de la familia francesa. Mantenía en secreto una preferencia, preferencia que puso de manifiesto al conocer a Camilo en tierras americanas y que derrumbaron los pilares en ambas familias, que jamás pudieron sobreponerse a dicha situación que tal vez, en otras épocas, no hubiese sido nada más que una simple anecdota de sobremesa.

Dicho amoría y sus repercusiones marcaron a ambos jóvenes para el resto de sus vidas. Camilo huyó por más de 10 años a Europa siguiendo a Paul, de su mano, que finalmente soltaron, cuando conforme crecían, cada uno encontraba nuevos senderos. Pero ambos añorandose y manteniendo en sentido contrario, gustos y preferencias similares. La inquietud de belleza estética de Camilo, lo llevó a formar su propia galeria de arte en México. Usando los pocos recursos que le fueron conferidos como herencia, posterior a su "traición" al género que le dió nacer. Los utilizo de manera atinada en formarse de una excelente colección de arte, que sumada a su capacidad aprendida de gusto y amor por el mísmo; formaron poco a poco su ahora galería.

Habitaba el departamento 1 del número 40 de la calle de Rocío. Contaba con el beneficio de tener "dentro" de su departamento el único jardín común que a través de una escalera unía al resto de los demás departamentos. Cinco en total, con un esquema de patio interno que en su planta baja, como parte del departamento uno, se denominaba el jardín común -de Camilo-, mote extensivo que los demás habían puesto. La fachada interna del cubo central, delicadamente labrada en cantera gris, típica de la época; le daban un aspecto señorial. Sus macetones del mismo material, contenían de forma armoniosa helechos y arboles, pinos y ficus un verde hermoso, contrastante con el gris de la piedra. El piso en mosaicos venecianos en tonos azules y naranjas, lo hacía verdaderamente un espacio bello.

Camilo usualmente mantenía las puertas que daban acceso al patio abierta, por lo que sus gustos musicales y su acostumbrado volumen alto, formaban parte de la experiencia auditiva vivencial del departamento dos, que se estaba apenas ocupando por Matías, del tres y ya no tanto del alejado en altura, departamento cuatro; pomposamente denominado con su etiqueta personal en el directorio de la entrada: como 'Penthouse' por Juan, su arrendatario que de forma impuesta, sin mucha negociación, ni tampoco negociadores exigentes, ostentaba la unica relación con el dueño del edificio, que siempre mantuvo como secreto, guardando su nombre y dato. Incluso del propio portero José que ocupaba el quinto espacio y que se encontraba en la parte trasera sin acceso al cubo central.

Las únicas ocasiones que alguien se atrevía a competir en cuanto a gustos musicales a altos volumenes era Alfonso, amo y señor del departamento tres; cuando a la par de risas y grititos femeninos, dejaba clara su vocación musico-orgiástica, generalmente los fines de semana.

Así a lo largo de ya más de cinco años, Camilo habitaba y en verdad gozaba su habitat, su espacio, su rincón íntimo que poco a poco se comenzaría a abrir esa mañana a la llegada de Matías. Generando una nueva dinámica de entendimiento y apertura de todos ellos. Esa mañana que muchos años después, alguien recordaría como el inicio del cuatro cuarenta.